Letizia (45 años) entró fuerte en Zarzuela. Aquella frase a don Felipe de “déjame terminar” en su pedida de mano, fue su primer hachazo a las normas, la primera patada al protocolo que anunciaba que vendrían muchas después. No se interrumpe a nadie de la Familia Real ni se le manda callar. Entonces se achacó a los nervios y a la situación, otros lo tomaron como toda una declaración de intenciones.
Han pasado ya muchos años de aquella mañana en el Palacio de El Pardo. Ahora es la reina, y sus pequeños desafíos a las normas de la Casa se están convirtiendo en las nuevas reglas a seguir. Letizia es la reina. Y si en algo se ha notado desde que llegó al trono el 19 de junio de 2014 es en el protocolo. La esposa de Felipe VI (48) nunca estuvo de acuerdo en muchas de las cosas que marcan las normas de Zarzuela, pero cuando era Princesa de Asturias tenía que acatarlas, ya no.
La experiodista se ha saltado el protocolo en tantas ocasiones que podemos decir que ha comenzado a escribir el suyo propio. Nueva reina, nuevas normas. Para ayudarle en este cometido, tiene a su lado al jefe de protocolo de la Casa, Alfredo Martínez Serrano, un diplomático asturiano como ella, tan cursi y rimbombante, que a veces piensas que está de broma.
La RAE lo deja claro, protocolo: “Conjunto de reglas establecidas por norma o por costumbre paraceremonias y actos oficiales o solemnes”.
Si le preguntas a la gente que sabe de estas cosas te dirán que simplemente son pequeñas pistas que ayudan a las personas a la hora de saber actuar y comportarse en ciertas situaciones. Por ejemplo, ¿qué me pongo para ir a la ópera en el Teatro Real? Será la propia invitación la que lo indique: traje largo señoras, esmoquin señores.
Pero a la reina nunca le han gustado algunas normas y no ha tardado mucho en decidir cambiarlas cuando ella ha llegado al trono. No es que se hayan escrito en un libro, simplemente no las cumple, y ya está.
La última vez ocurrió la semana pasada. Cuando la esposa de Felipe VI llegó a las doce del mediodía a un acto en el Teatro Real de Madrid. Se trataba del aniversario de un gran grupo de comunicación. Era un acto de mañana y Letizia escogió un vestido rojo de Carolina Herrera, con unos altísimos salones de Prada y maquillada como si se trataran de las ocho de la tarde. Conclusión: me apetece ir así y no me importa que el protocolo lo considere poco adecuado.
El problema viene cuando el resto de los invitados no son avisados. Eso ocurrió el año pasado, de nuevo en el Teatro Real de Madrid, el día del cumpleaños de la reina, el 15 de septiembre. Los reyes presidían la apertura de la temporada de Ópera en la capital y en la invitación se especificaba a las mujeres que acudieran con vestido largo. Letizia llegó con un traje estilo cóctel firmado por su modisto de cabecera, Felipe Varela. Varias de las asistentes se sintieron molestas, ya que ellas sí cumplieron a rajatabla el protocolo y la que se supone que lo dicta prefirió lucir sus bonitas piernas.
Han sido muchos los desprecios al protocolo o savoir faire de la reina. Pero uno de sus momentos más llamativos tuvo lugar siendo todavía Princesa de Asturias. Fue en la celebración del 12 de octubre de 2010. La invitación que envían a las muchas mujeres que asisten a la recepción de los reyes en el Palacio Real especificaba, claramente, que las damas debían vestir falda o vestido corto. Letizia apareció con unos pantalones grises, firmados por Varela, más propios de un ‘outfit’ de ‘working girl’ que de princesa en la recepción más importante del año. Pero poco le importaron a ella las críticas.
Y es que a la reina no le impresionan ni los escenarios, ni las personas con las que se va a encontrar, ni aunque sea la persona que manda en la Casa Real más importante del mundo y con el protocolo más rígido de todos, Isabel II. El pasado mes de julio los Reyes realizaban su primera visita de estado a Gran Bretaña. Su anfitriona: la reina de reinas, la monarca que más tiempo lleva en la historia del trono inglés. La esposa de Felipe VI eligió para la cena en honor a los Reyes de España en Buckingham Palace un vestido que dejaba al aire sus hombros, parte de su anatomía de la que se siente especialmente orgullosa. Sin embargo, la banda de la Orden de Carlos III, condecoración que debía lucir, tenía que cruzar por su hombro izquierdo, pero Letizia hizo que se la cortaran y la cosieran al vestido justo donde comienza el escote. Ella es quien da ahora las puntadas en Palacio. ¿Qué el protocolo dice lo contrario? Pues lo cambio.
Y eso se le da de maravilla. Cambio el protocolo cuando algo no me gusta. Porque cuando algo no le agrada a Letizia se le nota. Por ejemplo, no le gusta la mantilla española, y menos en negro. La Reina Sofía impuso el negro con mantilla española para las entregas de la enseña nacional tanto al Ejército como a la Guardia Civil. Este es un acto que protagonizaban tanto la reina como las infantas y claro, también la Princesa de Asturias. La primera vez que la esposa de Felipe VI amadrinó este tipo de actividad fue en 2005. Vestida de negro y con mantilla al mismo tono, su cara reflejaba lo poco que le gustaba la idea.
Una vez en el trono, cuando tuvo su primer acto de este tipo en mayo de 2015, lo primero que hizo fue cambiar el protocolo. La esposa del Rey quiso marcar su impronta en Vitoria en la entrega de la Enseña Nacional a la 11º Zona de la Guardia Civil. Dejó en Zarzuela el vestido negro, la peineta y la mantilla y optó por un estilismo luminoso.
Pero la reina no quería que la gente pensara que era por falta de respeto a la Benemérita, ya que eligió para la ocasión uno de los trajes más importantes de su vida, el que lució el día de su proclamación, el 19 de junio de 2014. Nunca más se lo ha vuelto a poner.
En su discurso de proclamación, Felipe VI habló de una monarquía renovada para tiempos nuevos. A su lado, la Reina asentía con la cabeza, y puede que ya estuviera pensando en la cantidad de cambios que iba a empezar a realizar desde el día siguiente de aquel 14 de junio de 2014.