Cuenta Jesús Cimarro, amigo de la pareja y productor de dos funciones de Fernando Fernán Gómez con Emma Cohen (Los domingos bacanal y El pícaro), que verles trabajar juntos era todo un espectáculo. A pesar del fuerte carácter del actor y director, ella sabía cómo manejarle. Pero, sobre todo, eran las miradas que se echaban uno al otro lo que dejaba de manifiesto qué clase de relación mantenían. Fernando y Emma se querían, se respetaban se admiraban mutuamente.
Durante años, cada 28 de agosto, Emma preparaba con esmero la fiesta de cumpleaños de Fernando. Y lo hacía como si fuera un acontecimiento, invitando a toda la profesión, desde Charo López a Perico Beltrán, por poner algún ejemplo, pero también llevando a su casa a otros artistas menos conocidos cuyos mundos quería ver chocar con el de los veteranos allí presentes. Porque su insaciable curiosidad iba más allá de la lectura, la escritura, la interpretación o la dirección, su curiosidad la llevaba a explorar mundos que podían serle ajenos por la edad, por el aislamiento que la enfermedad de Fernando, luego la suya propia, la obligaba a mantener.
Y esas fiestas eran aire fresco en unas vidas que parecían detenidas en un tiempo y un status que se quebraban una noche con entera libertad. Emma se entregó a Fernando en lo que algunos pueden considerar un sacrificio y lo que otros llaman sencillamente amor. Fueron quince años en que Emma se dejó engordar a costa de ver adelgazar, hasta apagarse, a ese pelirrojo de humor iracundo ante la metementoda prensa.
Por otra parte, reconoció que centrarse en lo cuidados de su pareja le permitió ahorrarse trabajar en películas infames. Al fin y al cabo, las mejores las había ya rodado a sus órdenes: Mambrú se fue a la guerra, El viaje a ninguna parte, El mar y el tiempo. Las tres obras conforman la mejor aportación de Fernán Gómez a nuestro cine, a nuestra cultura pero, también, a esa Memoria Histórica maltratada por políticos mezquinos.
Se habían conocido en Pierna creciente, falda menguante, una comedieta musical de cupletistas y erotismo emergente con la firma de Javier Aguirre para mayor gloria de su protagonista, Laura Valenzuela. Cuentan todas las crónicas que el flechazo fue inmediato: Fernando la vio llegar al rodaje y quedó prendado de aquella mirada de niña, transparente y curiosa.
A pesar de casi el cuarto de siglo que los separaba, no pudieron estar más cerca el uno del otro desde entonces. Era tal la fuerza de la relación, que ni siquiera un tercero –el escrito Juan Benet, recurrente en una infidelidad que tal vez ni siquiera podamos llamar infidelidad, sino un amor paralelo, complementario– pudo vencer, salvo el cáncer.
Queda ya vacía la mesa del piso de la calle Luna en la que Fernando empezó a escribir y Emma le siguió en un gesto de acompañamiento que se hizo costumbre. Fue una mesa testigo de grandes creaciones. Como simpática anécdotas de su filmografía queda Las petroleras, un western de tintes paródicos rodados a caballo entre Burgos y Almería, junto a Brigitte Bardot y Claudia Cardinale. Emma, con su refinada educación, pudo demostrar su nivel de francés con la siempre internacional Teresa Gimpera.
Musa de la gauche divine, merodeadora por necesidad del cine del destape, voz (y cuerpo, aunque disimulado bajo el disfraz) de la mítica gallina Caponata de TVE, desnudó retazos de su corazón en distintas novelas pero, sobre todo, en Ese vago resplandor, un thriller autobiográfico protagonizado por una vagabunda, Julia Proteus. Emma, como Julia, escarbaba en la basura en busca de pequeños tesoros, muebles viejos o juguetes rotos, que luego se entretenía e
Conviene acercarse ahora a este personaje literario, "amante de la noche y de la libertad, de la poesía, del arte, de la música de Morente, Tomatito y Juanes", porque disfrutarlo es recordar a Emma Cohen, esa exploradora de la vida que abandonó su mundo para descubrir otros que están en éste.
P.D. Quiere el destino que la muerte de Emma Cohen nos llegue poco antes de la recuperación de ¡Bruja, más que bruja! (1977), un delirio musical, película maldita, zarzuela imposible, melodrama de diversos excesos, un esperpento perpetrado en colaboración de Mary Santpere y Paco Algora, entre otros ausentes. Dirigida por Fernando Fernán Gómez, protagonizada por Emma (atención a sus primeros y para algunos escandalosos minutos), representa un cine surrealista que merece ser redescubierto. Aunque con medidas cautelares.