El fallecimiento el pasado sábado de Leandro de Borbón (87) ha hecho aflorar de nuevo la controvertida herencia que el rey Alfonso XIII distribuyó de forma poco equitativa entre sus hijos y que posteriormente recibió en parte el propio rey Juan Carlos (78). Cuando Alfonso XIII abandonó España rumbo al exilio, su fortuna ascendía a más de 144 millones de euros. Era "un hombre de negocios" que había aprendido a invertir en bolsa y en el sector automovilístico, así como en infraestructuras y diversos inmuebles. Incluso llegó a producir cine erótico, siendo uno de los primeros en implantarlo en España.
Pero no todos los negocios le fueron bien. Junto al entonces duque de Alba participó en carreras de galgos en pista cubierta cuando todavía el juego estaba prohibido en España, lo que le acarreó algún que otro problema legal.
Al abandonar el país no se llevó consigo toda su fortuna. Parte de ese patrimonio, formado por joyas, inmuebles y otros fondos monetarios, fue incautado por el Gobierno de la República, aunque años más tarde le sería todo devuelto por orden de Franco.
En total, le acompañaron en su viaje más de 45 millones de euros que depositó legalmente en forma de divisas y bolsa en bancos de París, Londres y Suiza. En este último país creó también una cuenta de socorro para posibles necesidades de cualquier miembro de su familia. Se trataba de un fondo de unos tres millones de francos suizos que varios lustros después pasaría a manos de su nieto Juan Carlos de Borbón, tal y como relata José María Zavala en su libro El patrimonio de los Borbones (La Esfera de los libros).
El elevado tren de vida de Alfonso XIII hizo que, tan sólo 10 años después del exilio, su fortuna quedara reducida a menos de la mitad. De hecho, tras descontar la cantidad que entregó al bando nacional para sufragar la Guerra Civil, la dote de la reina Victoria Eugenia, las ostentosas bodas de algunos de sus hijos y los gastos de su entierro en 1941, la cantidad destinada a distribuirse entre sus descendientes ascendía a 18,5 millones de euros, inmuebles aparte, tal y como consta en el testamento y en el cuaderno particional.
Don Juan, el más beneficiado
El padre del rey Juan Carlos fue el más favorecido por el desigual reparto de la herencia de Alfonso XIII. Recibió en torno a ocho millones de euros, además de algunos terrenos e inmuebles entre los que se encontraban el Palacio de Miramar en San Sebastián –donde años más tarde estudiaría el actual rey emérito- y el de la Magdalena en Santander.
En total, le fue adjudicado el triple que a los demás hijos de Alfonso XIII y Victoria Eugenia, que hubieron de repartirse el resto, tocando aproximadamente a dos millones y medio por cabeza. En ese momento quedaban vivos Jaime (que renunció a sus derechos a favor de Don Juan debido a su condición de sordomudo), Beatriz y María Cristina, pues tanto el primogénito, Alfonso, como el menor, Gonzalo, ambos hemofílicos, habían muerto años antes.
Pero aún quedaban más descendientes de Alfonso XIII entre los que repartir la herencia, pues no eran los únicos hijos. El entonces monarca llegó a tener cinco vástagos más de tres relaciones extramatrimoniales, entre los que se encontraban el propio Leandro de Borbón y su hermana Ana María Teresa, nacidos del vínculo del monarca con la actriz del teatro español Carmen Moragas.
Aunque no llegó a reconocer legalmente a ninguno de estos hijos ilegítimos, sí se ocupó de su manutención y estudios, hasta el punto de ingresar un millón de pesetas en una cuenta en Suiza a nombre de Leandro y de su hermana, según consta en el testamento. Esa cantidad y algunos recuerdos componen básicamente la herencia que recibieron las ramas bastardas de Alfonso XIII. De hecho, Leandro de Borbón murió sin ningún tipo de reconocimiento. Tanto es así que sin que ningún miembro de la familia real acudió al velatorio de su tío. Tan sólo mandaron dos coronas al tanatorio de San Isidro. El funeral tuvo lugar en el cementerio de La Almudena el pasado domingo 19 de junio.
La historia se repite
En resumidas cuentas, el patrimonio heredado del entonces monarca fue controvertido tanto por la cantidad como por la desigual distribución. Si bien es cierto que Don Juan era el pretendiente al trono, no lo es menos que la distribución de la fortuna se hizo de una forma un tanto desequilibrada y descompensada para con el resto de sus hermanos, algo similar a lo que ocurriría años después, esta vez con otros miembros reales como protagonistas.
La parte de la herencia que correspondió al Conde de Barcelona fue liquidada en su mayoría a la muerte de Franco. Cabe recordar que Don Juan había vendido los palacios de Miramar y de la Magdalena a sus respectivos ayuntamientos por algo más de 200 millones. Según descubrió el suplemento Crónica, el padre de don Juan Carlos legó un patrimonio a sus hijos de unos 1.100 millones de pesetas, 728 ubicados en tres cuentas en Suiza (una de las cuales era la de socorro creada por Alfonso XIII), así como inmuebles en Estoril y Puerta de Hierro, entre otros. Don Juan dispuso que el entonces heredero al trono español recibiera prácticamente la mitad de esos fondos depositados en las cuentas mientras que sus hermanas, Pilar (79) y Margarita (77), tuvieron que repartirse el resto junto con alguno de los inmuebles.
Dos años después del fallecimiento del conde de Barcelona, Casa Real defendía que la porción de la herencia recibida por don Juan Carlos se había liquidado, destinándose parte de ella al pago de las deudas y obligaciones contraídas por sus progenitores, aunque de esto último no hubo constancia por escrito. Pero, además, según se recoge en los papeles de la época, el entonces monarca y su hermana Pilar habrían acordado ceder otra parte de esa herencia a doña Margarita, por lo que a día de hoy el rey Juan Carlos no dispondría ya de esa parte del legado de su padre y, por tanto, de su abuelo, el rey Alfonso XIII.