Sostiene ese ‘crooner’ que viene de Bonaaaaaaanza denominado Bertín Osborne, con ese desparpajo habitual que derrocha el tío y que ya es marca de la casa (¿la suya o la mía?), que Susanna Griso copia su exitoso formato sin ningún pudor en su ‘Dos días y una noche’, que viene a ser, resulta difícil negarlo, una mezcla oportunista entre ‘En la tuya o en la mía’ y ‘Españoles por el mundo’. Ahí queda eso. “A mí me encanta que me copien –argumenta el cantante–. Al final, siempre se comparará. Además, lo de Susanna tiene que ser horroroso para la producción. Te vas a meter en la cama, y tienes cinco cámaras; te levantas a echar una cañita a media noche, y te tropiezas con un cámara; eso tiene que ser un lío horroroso, ¿no?”. No le falta buena parte de razón, a Bertín. De hecho, ya se sabe que apenas hay originalidad entre nuestros ‘illuminati’ televisivos. Que inventen ellos, los demás. Y así nos va. A nosotros. Que sobrevivimos al zapeo cotidiano como si fuera un eterno ‘déjà vu’.
Aunque Susanna Griso sigue a lo suyo. No en vano es una reportera dicharachera de lo más apañada. Carga cada semana de ropa de temporada su maletita fucsia y se embarca en una nueva aventura. Este es el periodismo que me gusta a mí. Y a todos, imagino. El que te da carta blanca para viajar por esos mundos con la excusa de ‘empotrarse’ al famosete de turno. Todo sea por cotillear un poco, hurgando en sus dormitorios, la vida de los otros.
Son ‘Dos días y una noche’, sí. Pero parecen convertirse en seis meses de entrevistón bostezante y soporífero. ¿Esto era realmente necesario? Todo lo que sucede dentro de la pantalla se alarga cual chicle Bazooka en un fenómeno de dilatación del tiempo que hubiese hecho babear de gusto a Albert Einstein y replantearse su teoría de la relatividad.
Han pasado por el programa Sergio Dalma, Cristina Cifuentes y Marta Sánchez. ¡Este es el nivelón! Me tragué sin apenas pestañear el viernes pasado, cumplidito que uno es, el de la ex de Olé Olé. Y lo que vi me dejó secuelas que no sé si podré mitigar. La cosa, como no podía ser de otro modo, empezó con flores. Con muchas flores. Algunas del tipo: “Me dijo un amigo de Marta: “Regálale una orquídea y será feliz. Las orquídeas necesitan mucha luz y muchos mimos. Lo mismo que necesita ella”. Llego a Miami con la duda de si sabré darle a la orquídea las ayudas que necesita. Porque a mí, las orquídeas, se me marchitan todas”. Una pena. Pero ahí estaba, la aguerrida Susanna Griso, ajena al ‘jet lag’, charlando, con la orquídea sobre las rodillas, con la taxista armada que la llevaba al hogar de la Señorita Sánchez.
‘‘Susannasgrisos’ por el mundo’, así se podría llamar este curioso engendro. Todo resulta muy natural y cuco a su llegada a Miami. Susanna pilla a Marta componiendo una canción para La Vuelta Ciclista a España de este año. “Tienes una casa que te pega mucho, Marta”. “Sí –reconoce la cantante–, es muy cursilona”. Intenta arreglarlo, sin demasiado éxito, Susanna: “Es una casa… (y pone carilla de circunstancias)”. Tercia Marta: “Es acogedora. Yo le di el toque de blanco para que fuese más luminosa”. No, no es coña. Diálogo para besugos 100% naturales. Sin aditivos. Así es como anda el nivelazo antenatresero. Ese culto a la ñoñez al que ya nos tienen acostumbrados. Hace muchos años que a Marta le apetecía tener una casa blanca (como a los Obama) y por eso la pintó ella. Blanca, la casa. Y radiante.
Hablan, por supuesto, de ‘A mi manera’. Publirreportaje al canto. “¿Doy mucho juego a la polémica? –se pregunta Marta–. Eso creo que es señal de que se me quiere. Soy como soy y eso es finalmente lo que valora la gente”. Entonces suena su móvil y responde: “Mamá, estoy en medio de un programa de televisión. Con Susanna Griso, mamá. En Antena 3”. Gracias, Marta, no nos habíamos enterado aún de qué demonios estábamos viendo.
Es el ‘horror vacui’ de la interviú. No hace falta contarlo todo, o saberlo todo, para conocer mejor a alguien. Conviene seleccionar un poco. Editar la cosa. Además, es todo tan blanco, tan impoluto, tan taaaaaang, como la casa y los camisones de Marta.
Eso sí, llega al atardecer la hora de las confidencias. Frasezaca: “Siempre he tenido complejo de tetona –suelta Marta, sin cortarse un pelo–. Se metían conmigo los chicos de la pandilla. ¿A quién no le gusta sentirse deseada o admirada? Pero, luego, la resaca de eso es dura. Hay mucha gente que se distrajo con eso y se dejó de fijar en otras cosas”. ¡Hombre, Marta, era difícil no fijarse en eso cuando copabas, en pelota picada, las portadas de ‘Interviú’ semana tras semana! Y siguieron los grandes secretos insustanciales frente a sendas tazas de té. Blancas, las tazas. Por supuesto. Y posaron ambas para un paparazzi oculto entre los arbustos. Y se perdieron a bordo de un coche. Y Susanna le regaló a Marta una cosa muuuuuy meditada: una camisetilla con una ilustración de Roy Lichtenstein sobreimpresa (¡todo un derroche de producción!). Y acabó Marta cantando una canción con Rosario Flores. Y cerró Susanna su viajecito soltando un “ella pedía cariño, y yo se lo he dado” que subió mis niveles de azúcar a niveles estratosféricos. Toca nueva entrega del andorrero ‘access’ (¡qué nombrecitos!) de la Señorita Griso. Fernando Tejero, en su pisito de Madrid (todo queda en casa). Eso sí. Cuidado. Programa no apto para diabéticos.