Los rosales son una de las plantas más habituales en nuestros jardines, no sólo por la belleza de sus flores, sino también porque requieren pocos cuidados, hay una amplia variedad de formas y colores y están muy bien adaptados a la climatología templada de la mayor parte de la península.
Tal como vimos anteriormente en nuestro artículo de cómo cuidar las orquídeas, es importante saber como hay que darles los cuidados que necesitan.
Aunque no son exigentes en materia de cuidados, salvo el abono ocasional y el riego, hay una actividad crítica que puede marcar la diferencia entre una floración espectacular y otra escasa o incluso inexistente: la poda. Podar rosales no es una tarea complicada pero sí es preciso realizarla con unas pautas muy claras y en el momento preciso para no dañar la capacidad vegetativa de la planta.
Cuándo podar rosales
Hay, básicamente, dos tipos de poda: la que se realiza en invierno y otra de mantenimiento que se ejecuta durante la temporada de floración. La poda de rosales en invierno es la más compleja y la que requiere un mayor esfuerzo, además de que debe hacerse en el momento exacto para aprovechar al máximo la capacidad vegetativa de la planta.
El momento adecuado es aquel en el que han pasado las heladas y empiezan a alargarse los días, habitualmente durante las últimas semanas del invierno. Si adelantamos la poda, nos arriesgamos a que una helada dañe los brotes tiernos, ya que la poda fuerza a la planta a empezar a vegetar. Si la retrasamos demasiado, tendremos una planta brotando sobre el crecimiento del año anterior, lo que debilitará la floración posterior. Para encontrar el momento adecuado, no hay una norma fija ya que la climatología varía de un lugar a otro y de año en año. Bastará con utilizar el sentido común y estar pendiente de la metereología.
Utilidad de la poda
Básicamente, al podar la planta intentamos conseguir cuatro cosas distintas:
- Mejorar la floración. Ayudamos a que la planta produzca más flores y que estas sean de mayor tamaño.
- Mantener la planta saludable, eliminando partes dañadas o enfermas.
- Limitar el espacio de crecimiento, evitando que la planta invada otros arbustos o zonas donde no debe crecer.
- Dirigir el crecimiento para que podamos disfrutar de las flores a una altura y posición adecuadas.
Cómo podar rosales en invierno
En invierno, las rosas necesitan una poda severa para alentar un crecimiento sólido. La poda es vital para la salud del rosal, ya que ayuda a prevenir enfermedades al eliminar áreas que pueden albergar infestaciones y también favorece la floración.
- En primer lugar, eliminaremos todas las hojas muertas que hayan quedado pegadas de la temporada anterior. También el ramaje muerto y seco. Todas las ramas que muestran síntomas de decaimiento han de ser cortadas, así como las que presenten un aspecto débil.
- Cortaremos igualmente ramas que crezcan hacia el interior de la planta o que se entrecruzan. Es importante que el interior esté bien ventilado para evitar enfermedades fúngicas.
- A qué altura cortar es algo que depende de diversos factores. La mayoría de rosales admiten una poda severa que deje tan sólo un tercio de su altura actual, pero lo habitual es cortar hasta la mitad, siempre de forma pareja para que todas las ramas queden a una altura similar y el crecimiento sea lo más parejo y equilibrado posible.
- Dónde cortar es un tema importante. Debemos primero identificar las yemas donde se desarrolla el crecimiento vegetativo. Estas tienen generalmente un color más claro que el ramaje o incluso rosado. Busca una yema que crezca hacia afuera y corta más o menos un centímetro por encima. Esto es importante, porque, de otro modo, las flores crecerán hacia el interior de la planta.
- El corte debe ser limpio y realizarse con un ángulo de 45 grados. Puedes utilizar productos selladores del corte que eviten que penetren los parásitos y que se encuentran en los centros de jardinería, aunque esto no es imprescindible, salvo que sea un problema en la zona en la que residimos.
- Finalmente, limpiaremos la base del rosal de cualquier tipo de resto vegetal en el que puedan anidar insectos u hongos y, pasadas tres semanas abonaremos la planta con un fertilizante de liberación lenta para ayudar al crecimiento vegetativo.
- Las herramientas a utilizar son muy simples: un buen par de guantes de jardinería para protegernos de las espinas y unas podadoras, preferentemente de hoja curva.Estas pautas son válidas para los rosales que florecen sobre la madera del año anterior, que son los más comunes. Por descontado, las trepadoras requieren una menos severa y orientada, sobre todo, a dirigir su crecimiento.
Poda de mantenimiento
Es la que se realiza durante la fase de crecimiento vegetativo de la planta y, sobre todo, durante la floración, periódicamente. Estas son las tareas más habituales:
- Cortar flores muertas. Esta tarea es básica, ya que no es meramente un tema de estética. Si no las cortamos, la planta producirá frutos, que, a su vez, emitirán unas hormonas que le indicarán que debe entrar en reposo vegetativo. Es decir, que dejará de crear nuevos brotes y, por lo tanto, flores.
- Cortar el ramaje que crezca con una mala orientación, hacia el interior de la planta o en un ángulo que no sea conforme con el resto de ramas.
- Eliminar chupones. Los llamados chupones son ramas que crecen desde el pie de la planta. Los rosales que se venden en los centros de jardinería se reproducen por injerto sobre un pie de rosal silvestre. El pie se escoge por su vigor y capacidad de enraizarse y es genéticamente distinto de las ramas que producen las flores. Todo lo que crezca por debajo del punto de injerto debe cortarse. De otra manera, crecerán unas largas ramas sin flores que robarán la energía de la planta, además de afearla.
- Cortar madera muerta y ramas débiles o que muestren síntomas de alguna enfermedad.Teniendo en consideración los consejos anteriores, nuestros rosales no sólo crecerán sanos y de forma harmoniosa, sino que florecerán desde la primavera al otoño de forma persistente.