Una cataplasma, también llamada emplasto, es un tratamiento tradicional que se aplica sobre la piel para curar o aliviar distintos tipos de dolencia. No debemos confundirla con los medicamentos tradicionales de venta en farmacias.
En otro artículo os enseñamos cómo hacer una mascarilla facial, para el cuidado de la piel de la cara, sin utilizar cremas, aquí os indicaremos cómo puedes utilizar los distintos tipos de hierbas y sus propiedades:
- Astringentes. Hacen que la piel se contraiga. Ayudan a limpiar la piel, a extraer cuerpos extraños, como astillas, y a desinfectar.
- Calientes. Aumentan la temperatura de la zona tratada y ayudan a aliviar lesiones traumatológicas. También son útiles para relajar el músculo.
- Vulnerarias. Coadyuvantes en la sanación de heridas abiertas. Suelen combinar efectos desinfectantes, cicatrizantes y calmantes.
Cómo preparar una cataplasma casera
La preparación y aplicación de una cataplasma casera es bastante simple y solo se requiere algunos trucos. Hay que empezar por elegir la hierba o hierbas más adecuadas para la dolencia que se tiene que tratar. Dado que la acción sanatoria de la mayoría de hierbas no está científicamente comprobada al cien por cien, para elegir las hierbas más propicias para lograr el efecto deseado habrá que recurrir a la sabiduría popular.
Una vez seleccionada la combinación de hierbas, estas deben ser machacadas en un mortero o pulverizadas para mezclarlas con agua caliente, aunque en algunos casos el agua se sustituye por otras sustancias emulsionantes, como aceite o clara de huevo. Eso puede hacerse en un recipiente donde se echen ambos componentes (agua y polvo de hojas) o directamente en una olla, hirviendo el polvo con un par de dedos de agua hasta que quede una pasta espesa.
Esa pasta es la cataplasma casera, pero para aplicarla se requiere de dos elementos más: una tela transpirable y fina y un rollo de film (plástico envolvente para cocina). La cataplasma se coloca extendida sobre una tira de tela (a veces en caliente, otras veces tras enfriarse) y se aplica sobre la piel dañada, dejándola respirar un rato.
La colocación correcta es con la tela contra la piel y la cataplasma sobre la tela, por eso debe ser un tejido transpirable. Después se cubre la cataplasma con un trozo de film, de manera que el jugo de la cataplasma no escape de encima de la zona tela y, de paso, evitando que manchemos todo a nuestro alrededor. El film puede pegarse a la tela con esparadrapo o algo similar.
Recetas de cataplasma de uso cotidiano
1. Cataplasma de verbena
La cataplasma de verbena (verbena officinalis) se usa en caliente para tratar eccemas, furúnculos y quemaduras. Para prepararla hay que poner en una sartén tres cucharadas de aceite y 60 gramos de verbena en polvo (o muy machacada) y calentar la mezcla a fuego lento sin permitir que la planta se queme. Cuando esté caliente se retira del fuego y se le añade la clara de dos huevos.
Se mezcla bien y se pone otra vez al fuego hasta que empiece a cuajar, necesitamos una pasta que envolveremos en la tela y la aplicaremos, en caliente, sin que queme.
2. Cataplasma de mostaza
El emplasto de mostaza se considera bueno para tratar el reumatismo, y se aplica en frío sobre las zonas afectadas.
Para prepararlo se muelen granos de mostaza o usar harina de mostaza (ambos productos están disponibles en herboristerías) y se mezcla el polvo con un poco de agua fría o del tiempo, nunca caliente, hasta obtener una pasta uniforme. Envolverla en un paño.
3. Cataplasma de aloe vera para quemaduras
El aloe es uno de los remedios caseros de moda, y sus propiedades calmantes y regenerativas la hacen ideal para tratar quemaduras, ya que no solo ayuda a curar la piel sino también a reducir las cicatrices. Para preparar una cataplasma de aloe vera podemos hacerlo de dos maneras. Una opción es usar un gel de aloe vera puro, es decir, usar como pasta el gel, aplicándolo directamente envuelto con un paño. La otra opción es crear nuestro propio gel, ya sea de aloe vera puro o añadiéndole malva, que tiene propiedades antiinflamatorias.
Crear tu propio gel de aloe será laborioso, y requiere que tengas una planta de aloe vera adulta a mano y puedas controlar el riego de la misma, ya que hay que dejar de regarla 5 días antes de cortar las hojas. Una vez cortadas un par de hojas, debes cortarlas a trozos y dejarlas durante 24 horas en un recipiente lleno de agua, cambiando el líquido de vez en cuando para eliminar la aloína, que puede resultar bastante irritante para la piel, sobre todo sobre piel con heridas.
Al día siguiente las secas y las pelas, por un lado. Así verás que dentro de la hoja hay una especie de pasta. La extraes y la pasas por la batidora o la licuadora. Ya tienes gel de aloe vera puro (al que le puedes añadir otras hierbas si quieres sumarle otras propiedades, y ya puedes usarlo en el emplasto o reservarlo en un tarro con un chorro de jugo de limón para que no se oxide.