Un vino de crianza, no reserva ni gran reserva ni de tratamiento especial. Un vino con 16 meses de permanencia en barrica, elaborado en 1996, hace 28 años, que salió al mercado con un precio de 1.400 pesetas, (el salario medio en España ese año estaba cifrado en 208.048 pesetas), fue para mí, la estrella de una presentación-demostración de fuerza, que organizó hace unos días en Madrid, con toda una gama de vinos míticos, la bodega de Ribera del Duero, Arzuaga Navarro.
Algunas firmas españolas, potentes, aparte de sus vinos que se comercializan bien en el mercado nacional, amplían su oferta importando y vendiendo buenos vinos extranjeros. Por una parte, hay grandes distribuidoras como Vila Viniteca en Barcelona, Alma Vinos en Burgos, Lavinia y Enoteca Barolo en Madrid, por nombrar algunas de las más importantes; pero también hay otras, como Grandes Marcas, ligada a Juvé y Camps; Pago de Carraovejas con Alma Carraovejas; o la comentada Arzuaga, que también entran en ese mercado.
No es muy fácil que el consumidor medio español beba burdeos, borgoñas, barolos italianos, moselas alemanes… a no ser que sean en restaurantes especializados o de muy alto nivel; o gente con medios o mucho conocimiento. Pero, si hay un par de tipos de vinos extranjeros, que son Champagne y Oporto, que el consumidor español pide de forma que es bastante rentable importarlos. Más de una docena de bodegas españolas con potencia distribuidora venden también champagne, y en algunos casos oportos, junto a sus vinos.
En el caso concreto de Arzuaga Navarro, cuentan con el champagne Philipponnat y el oporto Taylor´s, y en su presentación había una excelente y apabullante selección de vinos franceses como blancos de Chablis, tintos de Châteauneuf du Pape, en Ródano; blancos y tintos de Borgoña; así como vinos californianos de Sonoma y Napa Valley. Y luego, naturalmente, toda la artillería pesada de la casa, que no es poca.
Arzuaga Navarro es una de las bodegas pioneras en Ribera del Duero. Está situada en lo que se llama la “Milla de Oro” de la zona de la Ribera de Valladolid, colindando por un lado con Vega Sicilia y por otro con Finca Villacreces, pertenecientes al municipio de Quintanilla de Onésimo.
Desde el principio tuvieron vocación de enoturismo, y hace ya tiempo que cuentan con el que, casi seguro, es el mejor hotel de toda la denominación, incrustado en la bodega, con 5 estrellas gran lujo, spa, catas y actividades enológicas. Dispone también de dos restaurantes, uno, el más modesto por comparación, donde se come realmente bien, de buen producto con una barra excelente al lado; y otro con estrella Michelín y Soles Repsol.
Con sus vinos es donde pegan fuerte, tanto en España como en la exportación. Disponen de, aparte de la bodega central de Ribera, una de 'Vino de Pago', la máxima calificación administrativa, por encima de denominación de origen, en la localidad de Malagón, en Ciudad Real, donde elaboran el tinto Pago Florentino y el blanco Pago de la Mota. Blancos también tienen en Ribera como Fan D.Oro, Aprisco y Arzuaga Albillo Gran Reserva. También disponen de un rosado excelente llamado Arzuaga Rosae.
Pero es en tintos, de raza, con fuerza, elegancia y estilo, donde han ido cimentado su fama a lo largo de estas décadas, hasta convertirse en una de las bodegas más famosas y punteras de Ribera del Duero. Tienen un media crianza que se llama La Planta; luego la gama completa tradicional de Crianza, Reserva, Gran Reserva; y dos vinos especiales el Gran Arzuaga y Amaya, este último en homenaje a la diseñadora Amaya Arzuaga, miembro reconocido de la familia.
Su vino, digamos más popular a nivel comercial sería el Arzuaga Crianza, en estos momentos del 2021. Un vino serio cargado de fruta, con clase, ligeros recuerdos de la madera. Un vino que en la boca aparece estructurado, carnoso. Con muy buen equilibrio. Su precio está en 24 euros.
Muchas veces te preguntas al probar un vino de crianza o reserva, como estará dentro de diez años, o veinte. Una pregunta que suele quedar en el aire porque en la mayoría de las ocasiones no lo puedes comprobar. Y de repente encuentras a Nacho Arzuaga, el hombre que está al frente de la bodega, en una presentación, ofreciéndote un crianza de 1996; y piensas con 28 años un crianza debería estar medio muerto; o muy pasado de vueltas.
Pues no, la fruta que disfrutas en nariz en el 2021 ahora ha pasado a tonos más especiados; la boca sigue entera, elegante muy bien sostenida por una buena acidez. El milagro del equilibrio. Un vinazo.
Un vino que, al cambio directo sin contar años, aumentos de costes, estaría ahora por poco más de ocho euros. Esto es la grandeza del vino; y de paso otra medalla más que se pueden colgar sin pestañear la familia Arzuaga.