Félix Marina es un hombre creativo y decidido. Ligado desde siempre a la hostelería, quería tener su local propio, con su estilo gastronómico propio; y a la vez su vino propio, pero que fuera distinto a lo normal. Vecino de Aranda de Duero donde nació, sabe perfectamente que está en la capital del lechazo asado y que hay una larga lista de restaurantes que los hacen muy bien. Pero también sabe que el eje lechazo asado-chuletillas de cordero, a la postre cansa.
Los numerosos bodegueros de la zona, cuando reciben visitas, distribuidores, clientes, periodistas… se ven obligados a llevarlos a algún asador, y el visitante, que lo espera, lo disfruta. Naturalmente la mayoría de los bodegueros y visitantes asiduos están más que cansados del monomenú; así que una alternativa diferente se recibe con entusiasmo. En 2015, Felix Marina abre La Pícara, en pleno centro peatonal de Aranda, en la calle Santa María 2 y pegado al gran monumento de la ciudad, que es la iglesia de Santa María con su pórtico espectacular.
La Pícara, es un restaurante moderno, luminoso, donde triunfa una carta de entrantes y platos imaginativos y bien elaborados como los raviolis rellenos de verduritas y langostinos, hamburguesa de sepia y buey, pulpo thai, magret de pato en su punto rosado …que Sandra Chicote, la mujer de Félix, elabora con arte. Una alternativa más que razonable a tanto lechazo, por muy rico que esté, que lo está. Un par de años después abrió como bar de tapas La Traviesa, pegada al restaurante.
Un vino para marcar la diferencia
En cuanto al vino, ubicado como está en plena Ribera de Duero, hacer un tinto o rosado sería un vino más, y como su idea es diferenciarse se le ocurrió trabajar el blanco autóctono, concretamente la variedad «albillo mayor» que ha sido reconocida por el Consejo Regulador de la Denominación de Origen, y autorizados los vinos blancos elaborados con ella, a poder llevar la contraetiqueta de Ribera de Duero. El problema es que hay poquísimas de estas uvas blancas en la zona. Su presencia es prácticamente testimonial y aceptada administrativamente por presiones de unos poquísimos bodegueros, y que porque tampoco está mal contar con vinos blancos autorizados en la denominación en una época en que el consumo de blancos está aumentando exponencialmente en el mundo.
La mayoría de estas uvas habían sido arrancadas en beneficio de las tintas y tan sólo quedaban en alguna parcelita que mantenía alguna bodega, o en los viñedos muy viejos que no se hubieran tocado y en donde tradicionalmente crecían juntas uvas tintas y blancas y de variedades de todo tipo. En la parte soriana de la denominación de origen, Marina encontró unos de estos viñedos y allí acudió con la idea de buscar cepas de albillo mayor y enviarlas a «Vitis Navarra» para que se las clonaran y poder replantar.
Como curiosidad, hay que comentar que la Comunidad Foral de Navarra es la gran especialista en empresas de servicios a la viticultura, con numerosos viveros, producción de injertos… Tras apalabrar con los sorianos, también compró algunos viñedos sueltos donde sí crecía esta variedad. Una búsqueda compleja porque repartidas en parcelitas, se calcula que serán unas 500 hectáreas de albillo real, como mucho, las que hay de las 23.000 hectáreas en total que tiene la denominación.
Corría el año 2018 cuando sacó su primer vino, y comenta con cierta risa que ese mismo año la D.O. autorizó la contraetiqueta o «tirillas» que se ponen en la parte de atrás de las botellas, de 5.000 vinos blancos, de los cuales 1.200 eran de su vino. La firma la registró como Feliz Compañía de Vinos, jugando con su nombre Félix; y su primer vino se llamó simplemente Feliz.
En la actualidad está replantando esos clones que le hacen en Navarra en el cercano pueblecito burgalés de Hoyales de Roa, en total 3,5 hectáreas; y su objetivo sería llegar a unas 8 hectáreas en total de albillo mayor y producir unas 70.000 botellas, lo que probablemente le convertiría en el mayor elaborador de blancos de toda Ribera. Con 44 años no tiene prisa y sí mucho futuro. Con la ayuda del enólogo Guillermo Castro hizo sus primeros vinos en la bodega Solterra, que le dejaron sus instalaciones; y ahora la bodega la tiene en un local en el polígono industrial de Aranda de Duero.
Y la verdad es que los vinos son muy interesantes. Por una parte, tenemos Feliz Viñas Olvidadas, con una etiqueta con una sonrisa y el lema «Más feliz que una perdiz». Es el vino que procede de las cepas preparadas por el viverista y plantadas en Hoyales de Roa. Albillo mayor fermentado en barrica y con 12 meses de crianza bastoneando las lías. Presenta una nariz seria, elegante, recuerdos de flores secas y tonos minerales. La boca es muy potente, sabrosa, sorprendentemente salina, y a la vez fresca y larga. P.V.P. 16,50 euros
El alta gama es el Feliz Cepas entre Viñas 2019 y un lema de «Requetefeliz». Fermentado en barrica y criado durante 8 meses primero en madera de acacia y roble, con varios meses posteriormente en vasijas de barro y afinado de nuevo en madera. Color dorado de evolución positiva, fruta en sazón o escarchada, mineral, piel de naranja en nariz; pero donde se sube de tono es en boca que es untuosa, grasa, muy amplia y larga, buen equilibrio con la acidez. P.V.P. 23 euros.
Blancos de guarda y una sorpresa muy agradable estos vinos de «albillo mayor» que hay que clonar o buscar con lupa, pero que merece la pena probar.