Tenían todo preparado para conmemorar su 150 aniversario, el año pasado, pero la pandemia les fastidió todas las celebraciones. Y es que Bodegas Montecillo es una de las más antiguas de toda Rioja, concretamente se fundó en 1870 en ese pueblo eminentemente vinícola que es Fuenmayor, en La Rioja Alta. La funda un prócer de la época, Celestino Navajas. Hombre rico, bien situado en tierras e industrias, que formó parte del consorcio de distribuidores de dinamita. Como los caminos de aquella época eran más bien para cabras, don Celestino funda una naviera para trasladar la dinamita a las minas de forma más segura por el mar.
No se sabe muy bien porque a Navajas le dio por montar una bodega y elaborar a la bordelesa, un auténtico pionero. Así que cavó un profundo calado subterráneo en una de sus propiedades de Fuenmayor. Era una bodega pequeñita, un capricho, que pasó a ser serio con las siguientes generaciones. Mandó a su hijo Alejandro a estudiar a Burdeos dando un impulso a la bodega. Su sueño fue comprar una finca que llamaban el Montecillo y lo consiguió con la ayuda de su hermano Gregorio que juntos formaron la firma Hijos de Celestino Navajas con la marca Montecillo que se hizo conocida e incluso un barco de la naviera se llamaba Montecillo. La consolidación definitiva vino con la tercera generación, y José Luis Navajas, hijo de Alejandro, y al que le tocó estudiar en Borgoña fue el que dejó bien orientada la firma.
Jerezanos a Rioja
En 1973 aparece Osborne. Es a principios de los setenta cuando las grandes firmas jerezanas, bien surtidos de capital gracias a la venta masiva de brandy y con los vinos de Jerez bien situados en exportación y en el mercado nacional, deciden ampliar el negocio dentro del sector del vino, y ponen sus ojos en Rioja, donde valoran, y con razón, que está el futuro del vino embotellado. Domecq compra Marqués de Arienzo; González Byass compra Beronia y los de Osborne hablan con José Luis Navajas, que sin descendencia y ya mayor, acepta la oferta de compra.
La idea de los jerezanos es ir a grandes volúmenes aprovechando sus tupidas redes de distribución. La bodeguita de Fuenmayor es un juguete muy bonito, pero se queda muy pequeña. A pocos kilómetros, en Navarrete, montan una bodega moderna con capacidad para hasta producir cuatro millones de botellas al año. entre varias marcas. En la actualidad invierten en comprar 1800 barricas nuevas al año, cuentan con botelleros donde acumulan grupos de 70.000 botellas unas sobre otras, a las que te puedes subir con ayuda de una escalera, sin que se muevan un milímetro. En 1975 sacan sus primeros vinos de las modernas instalaciones.
Desde entonces Montecillo ha seguido la trayectoria de las grandes firmas riojanas y pasado de unas fases a otras con el tiempo. Ahora tocan los vinos modernos, con estructura, pero con fruta, más frescos y sutiles que rudos y concentrados. Naturalmente tienen una clientela histórica a los que no les vas a cambiar el tipo de vinos, pero con tanta producción tienen donde seleccionar y hacer los vinos especiales que quieran. Para eso la casa cuenta con Mercedes García Rupérez, una enóloga joven y con carácter como directora técnica al frente de Montecillo.
Viña Monty
Por una parte, lleva la línea más clásica de los tradicionales crianzas, reservas y grandes reservas, y por otro la nueva línea que representan los Viña Monty. Son vinos especiales, muy cuidados. Son cuatro distintos, tres reservas y un gran reserva. Los reservas son monovarietales, es decir, hay un blanco de viura, un tinto de garnacha y otro de graciano. Cierra el Viña Monty Gran Reserva del 75. Valoraremos un par de ellos. Llama la atención el blanco con 16 meses en roble francés, que se notan con presencia de natas, vainillas, pastelería, todos estos aromas procedentes de la crianza, aunque no está exenta la nariz de fruta blanca. En boca tiene volumen, grasa, muy amplio y con buena acidez. El Viña Monty Garnacha del 2017 es muy expresivo en nariz con una combinación de frutas y pimienta negra. La boca aparece potente y sabrosa. Un vino que mejorará claramente con el paso de los años. Ambos están sobre los 35 euros.
Fuera de esta línea hay algunos vinos especiales. Para conmemorar el 150 aniversario está el Montecillo 2005. Un gran reserva con clase, maduro, concentrado en nariz; y una boca sabrosa, equilibrada y muy larga. Y luego está el Montecillo 22Barricas, en homenaje a Celestino Navajas, que entre otras cosas en su testamento dejaba un tino con capacidad para 22 barricas. Mercedes García Rupérez hace una mezcla de las variedades tradicionales de Rioja: tempranillo, garnacha, graciano y mazuelo, es del 2015, tiene 30 meses de crianza en barrica y es elegante, complejo en nariz, donde los tonos especiados de pimienta, clavo, canela se combinan con la fruta que aun mantiene. En boca aparece potente, salino, muy sabroso, equilibrado y largo. Su precio es de 40 euros. Excelente encuentro entre la modernidad y la tradición, en una bodega que presume de ser la tercera más antigua de Rioja.