Barra asiática. Es un concepto que hemos escuchado en muchas ocasiones y ahora, parece que ya no sorprenda. Pero hay que retrotraerse a unos cuantos años atrás, concretamente a 2008. Por aquel entonces este concepto no hacía sino apenas empezar a llegar a nuestro país.
Fue ahí cuando Albert Raurich, formado en la Escuela de Hostelería y Restauración de Barcelona, en su primera promoción, emprendió el vuelo en solitario. ¿Dónde había estado hasta entonces? En nada menos que elBulli, junto a Ferran Adrià. Entraba en 1997 como stager y los años de trabajo le brindaron escalar posiciones.
Primero de jefe de partida, después de segundo. Y eso hasta convertirse en jefe de cocina junto a Adrià, entre 2001 y 2007. Diez años de trabajo que dieron para mucho. Tanto como para dar forma a quién iba a ser a partir de entonces. "Nuestra vida en elBulli moldeó nuestra manera de pensar, entender y hacer la cocina y el máximo respeto por la materia prima".
Dos Palillos, una barra con estrella
Nacía Dos Palillos, un concepto de barra asiática que en 2012 se veía reconocido con su primera estrella Michelin. En 2016 abría otro espacio, Dos Pebrots, en el que se rinde homenaje a los platos del recetario tradicional catalán y la cocina mediterránea en general.
Pero volvamos a la anterior. Desde que abrió sus puertas, se ha convertido en lugar de peregrinaje para los aficionados a la buena mesa, o barra en este caso. En este pequeño gran local, la apuesta siempre ha sido clara, una propuesta personal con altos niveles de técnica -heredada de la época en elBulli- y producto inigualable.
Alta cocina en pequeño formato. "El concepto de la tapa como manera de entender la gastronomía", afirman. Y todo ello alrededor de una barra en la que son los propios cocineros los que cocinan y sirven todo lo que hacen allí. Sin trampa ni cartón.
Dos Palillos es un lugar que une dos culturas, la asiática y más en concreto japonesa, con la española. Técnicas y productos de allá, pero también de aquí. "Son dos culturas distintas que utilizan palillos para comer. Los orientales los usan como pinzas para coger pequeñas porciones de comida. Aquí, en los bares el palillo es el rey de la tapa".
Y ahora, también en formato bar asequible
Y a finales de 2021, a lo que era el bar de Dos Palillos, le dieron una vuelta de tuerca, convirtiéndolo en un sake bar. La barra ganó en espacio y comodidad. Y recogiendo el testigo del anterior, funciona sin reservas. Cada servicio, son solo los ocho afortunados los que pueden disfrutar de esta propuesta, los primeros que se coloquen en su puerta cuando abran.
Y esto es una ventaja, porque brinda la posibilidad de comer o cenar en uno de los restaurantes más potentes de Barcelona, sin la necesidad de tener que pensarlo con mucho tiempo de adelanto y encima de todo, hacerlo a buen precio. ¿Cuánto nos gustaría que todos los restaurantes gozasen de este formato?
"Tamae Imachi siempre ha tenido la inquietud de transmitir su conocimiento del mundo de los sakes y qué mejor que hacerlo aquí, en el antiguo bar del Dos palillos", explican y continúan, "renovado por completo y adaptado al nuevo concepto, el sake bar es un espacio en el que disfrutar de sakes principalmente, cervezas y vinos, con una oferta gastronómica hecha en sintonía con ellos y no al contrario, como suele hacerse".
Con esta declaración de intenciones, no nos cuesta afirmar que este es un concepto ágil, divertido y tiene todo lo necesario para hacernos pasar un buen rato. Puestos en manos de Tamae Imachi para que nos deleitará con su brillante selección de sakes, solo nos queda bucear por su carta, una carta de la que apetece todo.
¿Y lo mejor? Que también es todo en formato tapa, con platos incluso que se comparten en los dos espacios, pero que aquí puedes disfrutar a una media de 40 euros por persona. En el sake bar hay neo-sushi y sashimi. Sashimi de aloe vera, temaki de atún rojo salvaje, uramaki de langostino... Pero también platos diferentes, como su rosa de atún rojo salvaje con jamón ibérico y piñones tostados o la unión de dos animales, de tierra y agua, de los que se aprovecha prácticamente todo.
Merecen atención también la selección de nigiris, con un ejemplar de sepia, lima y shotsuro que nos hace recordar porqué nos gusta tanto la cocina japonesa y otros portentos como el nigiri de caviar al vapor de sake. Muy divertidos resultan los hako sushi, unas piezas en las que el arroz se prensa en una caja y se corona con tartar de atún rojo spicy o berenjena a la brasa con menta.
Los platillos calientes, siguiendo el formato tapa, acuñado por esta casa, también nos conquistan. La mochi-croqueta de jamón ibérico, en el que la besamel se sustituye por la mezcla de arroz glutinoso del mochi, el canapé de anguila del Delta del Ebro para comer como un taco con hoja de sisho o la tempura de chipirones con ralladura de yuzu kosho.
También hay dumplings, de cerdo ibérico y langostino o un bao que une Francia con Corea, con queso Comté derretido y kimchi, una mezcla sorprendente y que funciona. Puedes terminar con platos más contundentes como su japo burger, uno de los platos del restaurante desde el principio, con kétchup casero, pepino encurtido y sisho o con la costilla de cerdo de Cal Rovira, que asan a la coreana y acompañan de baos. ¿Otro éxito? El katsu sando de pollo, jugoso y delicioso.
Terminan a la japonesa con su selección de dulces wagashi. Mochi de fresa y salsa Campari, helado de té matcha, mini magnum mochi o su cheese cake nipona. Todo ello pensado para poner el broche final, a una de las experiencias gastro más divertidas de toda la Ciudad Condal.