Pocos lugares hay iguales a Vejer de la Frontera. Ese pueblo de prístino blanco, enmarcado en lo alto de una colina, es uno de los grandes tesoros de Andalucía. Y lo es por su belleza, por sus innumerables atractivos y también, por su gastronomía.
Bastión del lomo en manteca, ha ido viendo cómo su propuesta se actualizaba, sin dejar de lado la tradición y cada día, acoge más y más restaurantes interesantes. Pero también lugares de toda la vida, esos que siguen transmitiendo el sabor de las cosas bien hechas, como se han hecho siempre.
Es entre estos últimos entre los que se encuentra el carismático Pepe Galván, segunda generación al frente de la imprescindible Pastelería Galván La Exquisita, un reducto de pastelería tradicional que prepara el dulce emblema del pueblo, las tortas vejeriegas.
La historia de cómo esta pastelería triunfó
Allí, en el número 3 de la calle Altozano, se encuentra esta pastelería, en la que todo destila tradición. "La pastelería la fundó mi padre, allá por el año 42. Pero ya mucho antes vendía dulces, como se hacía en otros tiempos, bien con un canasto o con un carrito pequeño", cuenta a Cocinillas Pepe.
Su progenitor, José Galván Benítez empezaba así su andadura. Se casó, llegó la guerra y tuvo que ir al frente. "En este momento se mantuvo con ayuda de mi madre y una de mis hermanas, que desde pequeña tuvo que trabajar. Eran otros tiempos. Era tan pequeña que se tenía que montar en una lata de galletas para llegar al mostrador", recuerda con ternura.
Su popularidad empezó a crecer y abrieron un pequeño obrador de dulces en la misma casa que hoy ocupan, al que se conocía como Galván. Sus creaciones alcanzaron la fama y los clientes lo rebautizaron como 'La Exquisita' que hoy sigue siendo parte de su nombre.
"Le fue muy bien porque tuvo mucha ayuda, como la de un alcalde que en tiempos de escasez de azúcar, se lo facilitaba." Y cuando no se podía, se endulzaban con miel. Mientras el negocio prosperaba, el padre fue adquiriendo partes de la casa. "Hoy lo que es la cámara frigorífica, fue antaño un cuarto donde vivía una familia entera. Por eso el edificio es tan dispar."
La torta vejeriega, el emblema de Galván
El matrimonio de José y Lola dio a luz a ocho hijos, cinco varones y tres mujeres. "Somos ocho hermanos y hemos trabajado todos aquí, unos en el obrador y otros en el despacho", cuenta Pepe.
Ahora él, a sus 71 años, es el único que trabaja aquí. Y lo hace cada día en el obrador que se encuentra en el subsuelo, el lugar es donde surge la magia. Allí cada día llegan a preparar más de 250 tortas y lo hacen en familia, porque también Arturo, hijo de Pepe y ya tercera generación y una de sus sobrinas, arriman el hombro para que la tradición siga viva.
Tan solo se necesitan harina, azúcar, canela y manteca para preparar uno de los productos dulces, que ya son emblema en el pintoresco Vejer de la Frontera. Eso y mucho mimo, por supuesto. Amasan todo con la ayuda de una amasadora, para dar los toques finales a mano y con la ayuda de un aro, van dando forma a cada una de las tortas. Más tarde pasan unos 10-12 minutos en el horno y están listas.
Y, ¿por qué la torta vejeriega como emblema de Vejer? "Es algo que ha existido siempre. Antes teníamos un producto típico en Vejer que eran los rosquetes y el pan duro, pero eran dulces de Semana Santa. Cuando empezó el boom turístico, la gente quería un producto dulce que probar y llevarse", explica Pepe.
Así que se pusieron a investigar y a todos los que preguntaron, ya tenían en su memoria las tortas. "Confeccionamos la cajita y le cambiamos el nombre, porque mi padre las vendía como tortas finas y les pusimos tortas vejeriegas."
Y una vitrina repleta de dulces
Lo mejor de todo es que es un souvenir gastronómico perfecto, tanto para llevar como para tomar allí mismo en la propia pastelería, que cuenta con un salón con sofás y una ventana con vistas para la ciudad que es una pasada. Tienen incluso una pequeña biblioteca que invita al trueque de libros y a coger alguno para pasar el ratito leyendo, mientras se degustan las tortas.
Pero no es lo único que dominan en esta pastelería. Otro de sus productos estrella es el pan duro, una elaboración típica de Semana Santa. "La masa es la misma que la del pan con harina, levadura y agua. Luego se añaden huevos, azúcar, un poco de vino fino de Chiclana y especias como la canela, el clavo, la matalahúva y el ajonjolí". Esta masa se hornea y da origen a un pan dulce que se come a rodajas.
Su vitrina es todo un portento, repleta, a primera hora, de otros dulces como los cuadraditos de hojaldre, que Pepe confiesa que son sus favoritos, rellenos de cabello de ángel o boniato. También piononos blancos, palmeras, merengues... Pero lo que más se vende, son los dulces de chocolate, rellenos de bizcocho y cubiertos con un glaseado. Sea el que sea el que se elija, el disfrute está más que asegurado.