Existe una carretera que no es como las demás. A priori podría parecer una aburrida carretera nacional, incluso a veces tediosa de un carril por sentido. Pero la N-122 es, en realidad, una carretera muy especial. Una que une gastronomía, vino, naturaleza y por tanto, patrimonio.
La llaman la milla de oro de las estrellas de Ribera del Duero. Y es que esta carretera engloba un ambicioso proyecto que une a tres de los grandes pesos pesados en materia vinícola y gastronómica.
"La Ribera del Duero se ha convertido en uno de los destinos gastronómicos más en boga. Se posiciona como el lugar de referencia de la cultura vino y la alta gastronomía, gracias a la riqueza del producto del terruño", explican desde el proyecto que ha unido a tres restaurantes, Refectorio, Taller y Ambivium, los tres con estrella Michelin y ubicados en estas tres bodegas, que se inician en el vino y que han conseguido transformado esta región.
[Las diferencias entre los vinos de Rioja y Ribera del Duero]
Bienvenidos a N-122 Duero Valley, la carretera para marcarse un roadtrip desde Sardón de Duero a Peñafiel, dedicado al más puro hedonismo.
Abadía Retuerta Le Domaine
La ruta podría arrancar en Sardón de Duero. Es allí donde, rodeada de viñedos, se encuentra una recoleta abadía originaria del siglo XII, que en su día, fue la residencia de la antigua Orden Premostratense. Hoy es uno de los mejores destinos de enoturismo del mundo.
Y lo es por muchas razones. Porque ya cuando vivían allí los monjes, la cultura de la vid tomó un papel muy importante y ahora, es una de las más relevantes en cuanto a garantías de origen y calidad. Precisamente alrededor del vino proponen infinidad de actividades, que ahora que arranca la vendimia, toman especial relevancia.
Porque Abadía Retuerta es un destino experiencial. Aperitivos en mitad del campo, experiencias en el obrador, rituales de cuencos tibetanos, convertirse en apicultor por un día... Todo lo necesario para conectar con uno mismo y con el lugar idílico donde se enclava este hotel.
Si estas vivencias son uno de sus mejores alicientes, el otro es la gastronomía, que alcanza su mayor nivel en Refectorio. Reconocido con una estrella Michelin desde 2014, fue dos años más tarde cuando allí llegó el chef que ha conseguido mantenerla todo este tiempo, Marc Segarra.
Y ha sido en estos últimos años, en el que se ha ido afinando la propuesta, como un homenaje al terruño y a Castilla y León en particular. Cocina de territorio en la que muchos de los productos que pasan por la mesa del restaurante, proceden del propio huerto de la abadía, mientras que otros como el lechazo, la perdiz o la trucha, lo hacen del entorno y la propia región. Este compromiso le valió también el reconocimiento de la Estrella Verde Michelin.
Lo que fuera el antiguo comedor de los monjes, presidido por frescos que adornan las paredes casi desnudas de piedra, hoy acoge tres propuestas de menú degustación diferentes, en los que el chef hace verdaderas virguerías con platos como su trucha del río Tormes en escabeche de vino dorado o su particular versión del lechazo, que se cocina dentro de un envoltorio cerámico que hay que romper una vez llega a la mesa.
Arzuaga
¿Siguiente parada? Quintanilla de Onésimo. Es allí donde se encuentran las bodegas, el hotel y restaurante Arzuaga. Eran los años 90 cuando Florentino Arzuaga arrancaba con la producción de vino en esta zona de la Ribera del Duero. Y os sonará el apellido, porque además de ser bodegueros, también es el mismo de una de las más importantes diseñadoras de moda del panorama patrio.
Fue hace unos años, tras dejar el mundo de la moda, cuando Amaya Arzuaga entró en el negocio familiar. Consiguió darle un aire fresco y consolidarlo como una parada imprescindible. Y eso es gracias a su hotel y su impresionante spa con una carta de tratamientos que ya quisieran muchos y zona de aguas con vistas a los viñedos.
Por si fuera poco, Arzuaga también renovó la propuesta gastronómica, afianzando su restaurante tradicional, donde disfrutar de platos clásicos como pimientos rellenos de merluza, lechazo o chuletillas de cordero y dando vida a Taller Arzuaga que, desde 2020, ostenta una estrella Michelin.
Tras una visita a la bodega y haber pasado por ese túnel que parece conectar lo viejo con lo nuevo, es hora de sentarse a la mesa capitaneada por el peruano Víctor Rodríguez. Y puede que penséis, ¿qué hace un peruano en esta zona? Conseguir una propuesta de lo más interesante, con pequeñas concesiones a su origen, pero sin olvidar la tierra en la que estamos.
Funcionan con dos menús degustación y la posibilidad de pedir a la carta. Y la experiencia es memorable, arrancando con un aperitivo en su espectacular sala de catas, para más tarde pasar por la cocina y terminar en mesa. Por allí desfilan verduras de su propio huerto ecológico Finca La Planta (que también se puede visitar) y aperitivos elaborados con producto utilizado en la zona, como el corzo o la trucha.
A medida que avanza el menú, puedes probar un fantástico arroz de caza o un pase que rinde homenaje a las tradicionales chuletillas, aquí elaboradas con aroma de sarmiento de vid, que acompañan con patata causa con molleja y olluco, un tubérculo andino.
Pago de Carraovejas
La tercera de las protagonistas, casi en Peñafiel, la última de la N-122, la bodega de Pago de Carraovejas. Y es aquí donde el mundo del vino, se lleva al máximo nivel. Estamos seguros de que en más de una ocasión, te habrás topado con fotos en redes sociales de mesas completas de copas de vino. Seguramente pertenezcan a Ambivium, el restaurante que propone una experiencia diferente en torno al vino y la oportunidad de viajar por el mundo a través de decenas de referencias.
Fue en el año 2017, cuando Pedro Ruiz, decide abrir el restaurante Ambivium con el único objetivo de ofrecer una experiencia totalmente diferente con el vino por bandera. Y eso lo consiguieron con una bodega única y un recorrido por la geografía de todo el globo, que se atesora en su bodega frente al restaurante, donde también hicieron una fuerte apuesta por la cristalería, con un ajuar de más de 50 tipos diferentes de copas.
¿Qué fue primero? ¿El plato o la armonía? Si precisamente el vino puede ser el que lleve la voz cantante, es en manos del cocinero Cristóbal Muñoz, donde el maridaje, en esta caso de cocina, llega a la perfección. En su propuesta hay tradición, pero también técnica, una simbiosis que consiguió que el restaurante también tenga estrella Michelin. No es la única, porque gracias a su labor en el mundo de la sostenibilidad, también tienen el reconocimiento de la Estrella Verde.
Su menú Cellarium II es también un viaje por métodos de conservación. Un escabeche de ostra con caviar, setas deshidratadas, mieles caseras y platos como una versión de la sopa de ajo o el pichón, al que aplican la técnica de maduración, son solo algunos de los pases de un menú sobresaliente.