Posiblemente esta sea una de las épocas más bonitas para visitar La Rioja. Las vendimias terminaron y empiezan las primeras nieves. Y no hay paisaje más bello que el de un mar de viñedos cubierto por finos mantos blancos.
Pero más allá de su naturaleza o el mundo del vino, La Rioja siempre apetece en materia gastronómica, así que hacemos las maletas y nos vamos a su capital. La ciudad de Logroño, en apenas unos kilómetros, aúna una de las calles de pinchos más emblemáticas de España, restaurantes de vanguardia o el japonés más auténtico de todo el país.
De pinchos por La Laurel
Si existe un centro neurálgico del disfrute gastronómico en Logroño, esa es la calle del Laurel. Ubicada junto a lo que fueron las antiguas murallas de la ciudad, allí se erigió el considerado como el bar más antiguo de Logroño, el Blanco y Negro, todavía hoy en funcionamiento.
Aquel fue el germen que atrajo a más y más bares, que vendían vino y pequeñas raciones de queso o embutidos, llegando a conocerse cariñosamente como 'La senda de los elefantes', porque aseguraban que todo el que iba allí e iba de sitio en sitio, acababa trompa. Al tiempo, los bares y restaurantes aquí asentados se fueron especializando y abarcando más calles, apostando muchos por el monoproducto o por un pincho mítico que es lo único que sirven.
Su fama es tal, que incluso le han dedicado una web en la que se recogen todos los pinchos o lo que tomar en cada bar. ¿Nuestros favoritos? Arrancaríamos con el champiñón a la plancha con gamba y salsa de la casa, ya sea el del Bar Ángel o el del Soriano, acompañado de un zurito de cerveza o un Rioja.
Para tomar unas bravas para el recuerdo, hay que acudir a dos bares, bien el Jubera o en la Taberna del Laurel que desde 1959 elabora esta tapa con patata riojana, una salsa de mayonesa suave y salsa brava casera. Hay más, la oreja rebozada o la picante de El Perchas, la tortilla con salsa picante de El Sebas o los torreznos de La Fontana.
Algo más ligero es el pincho de sepia a la plancha o la ensalada de tomate o el capricho de El Soldado de Tudelilla, un bocatín de sardinas y guindilla. La traca final puede pedirse en El Muro, donde preparan los cojonudos, un pan relleno de picadillo de chorizo, pimiento o huevo de codorniz o en uno de los que sí o sí hay que visitar en La Laurel, el Bar Lorenzo, donde el único bocado que elabora es el pincho del Tío Agus, un bollito de pan que rellenan con lomo de cerdo adobado y una salsa secreta de especias, receta de la abuela Damiana.
Los grandes chefs y sus restaurantes
No solo de pinchos vive Logroño, porque la ciudad también cuenta con una buenísima oferta de restaurantes donde disfrutar de manera más formal. Es el caso de La Quisquillosa, el restaurante de Joaquín Aragón que nació con vocación de casa de comidas, donde elaboran cocina de siempre con mucho fondo, pero con una vuelta de tuerca, como la que se ve en creaciones como su cococha de bacalao con una purrusalda de pimientos choriceros, un interesante cogollo que preapara a la brasa y acompaña con ahumados y salazones o una sopa de ajo actualizada.
También en Logroño se encuentra Tondeluna, el restaurante informal de Francis Paniego. En un espacio concebido con mesas corridas y cocina a la vista, se pueden probar clásicos de la casa como la ensaladilla rusa Tondeluna con mayonesa aireada o las apetecibles croquetas de Marisa. Para calentar el cuerpo, prueba su cazuela de pochas y callos de bacalao, los macarrones rellenos con una bechamel de chorizo y otro de sus clásicos, la merluza a la romana confitada a 45º, que sirven con pimientos y una crema de arroz.
¿Otro imprescindible? El restaurante de Juan Carlos Ferrando, el chef argentino que tras pasar por las cocinas de Berasategui, Alameda o el hotel Masip de Ezcaray, abrió en 2018 su propio espacio en Logroño. Su apuesta aquí pasa por una cocina de corte tradicional, elaborada con excelente materia prima.
El restaurante cautiva con su espacio, divertido y diferente, donde además de trabajar con carta, se sirven dos menús degustación. 'Cruce de Caminos' es la apuesta que va cambiando con cada temporada, en el que trabajan con los productos de la tierra, río y mar y donde hay más creatividad.
Arrancando con guiños a su tierra, con una empanadilla de buey al estilo argentino y continuando con platos memorables como unos hongos salteados al tomillo, con foie a la parrilla y jugo de ternera o una cebolla de Recajo confitada, acompañada de cremoso de patata, anguila ahumada y yema de huevo.
El segundo menú es 'De Origen', un compendio de los platos más aclamados desde su apertura, donde no faltan unas soberbias lecherillas empanadas con cremoso de patatas y puré de ajo asado o la paletilla de cordero asado con mostaza y manzana asada.
Conviene seguir también la pista a Íkaro, el restaurante del chef Iñaki Murua y Carolina Sánchez, que con una estrella Michelin propone una cocina de aquí y de allá, donde se imprime la personalidad de ambos, ella ecuatoriana, él riojano.
Y lo hacen en formato menú degustación con propuestas tan apetitosas como coliflor anticuchera en tempura con crema rostida y papada ibérica, un ravioli de calamar encebollado o el lomo de ciervo con su civet y una duxelle de trompetas de la muerte.
Kiro Sushi, el japonés más auténtico del país
Te lo contábamos de manera más extensa aquí, pero no podíamos hablar de Logroño y no hacerlo de uno de sus mejores restaurantes, el japonés Kiro Sushi. El proyecto que el chef Félix Jiménez es toda una experiencia. Formado en Japón, el itamae volvió a Logroño para abrir en 2015 las puertas de Kiro, una barra para tan solo ocho comensales, al más puro estilo de las que se visitan en el país del Sol Naciente.
Abre solamente por las noches, en las que ofrece un menú completo en base a nigiris, para los que utiliza un arroz de calidad excepcional, cocido a la manera tradicional y un despliegue de pescados y mariscos venidos de las costas españolas, Japón o Alaska, que ahúma o cocina con la ayuda de las brasas, con distintas maderas que él mismo recoge en sus días libres.
Cigala de Huelva, anguila del Delta del Ebro, bonito de Galicia, dorada de Cádiz... y un sinfín de bocados que te harán conectar con la verdadera esencia de Japón, en pleno centro de Logroño.
¿De postre? Helado
No importan las bajas temperaturas, porque en Logroño lo dulce se cocina bajo cero. Hablamos cómo no de dellaSera, la heladería de Fernando Sáenz, al se conoce como el chef del frío y su mujer Angelines González. Este dúo ha conquistado paladares más allá de Logroño con su obrador Grate, en Navarra, desmarcándose en un mundo nuevo donde el helado es gastronómico y está presente en muchos de los grandes restaurantes del país.
dellaSera es su propuesta en la ciudad, un paraíso dulce y bajo cero, que vuelven a abrir en Navidades tras su descanso anual, en el que probar helados tan estimulantes como el de piña asada, el de mazapán riojano -ideal para estas fechas que vienen-, de peras de Entrena con toffee, de frambuesas maceradas en vinagre balsámico de Haro o el de manzana ácida de la familia Astarbe.
Y eso solo por citar algunos, porque entre ellos, se encuentran los que cada año dedican a la vid y al entorno, como el helado de lías de vino blanco de Abel Mendoza fermentado en barrica o la sombra de higuera, que se elabora con brotes tiernos de las propias hojas de la higuera.
¿Dónde dormir en Logroño?
Logroño es una ciudad perfecta para pasar un fin de semana, con lo que quedarse a dormir es una de las mejores opciones. Allí hay hoteles de cadenas como Sercotel, NH, Mercure o AC. Además, cuenta con otras opciones en pleno centro de la ciudad como el Marqués de Vallejo, que recientemente ha empezado a gestionar el grupo Hotusa. ¿Lo mejor? Su localización, a tan solo unos pasos de la calle Laurel y de los principales puntos turísticos, entre El Espolón y la Concatedral de La Redonda.
¿Sabías que se trata del hotel más antiguo de Logroño? Abrió sus puertas en 1911 y fue veinte años después, en 1931, cuando empezó a funcionar como posada. Desde el inicio estuvo muy relacionado con el mundo del arte, de hecho, se le empezó conociendo como La Posada de Las Ánimas, por un cuadro que recibía a los visitantes con esta temática.
Hoy sigue en este empeño, a través del espacio Animart, una galería de arte en la entrada del hotel, en la que van exponiendo diferentes artistas, que planifican eventos con los huéspedes para explicar su obra, que terminan con una cata de vino. Sus habitaciones son el perfecto espacio para descansar y reponer fuerzas, en camas mullidas y con todas las comodidades para recargar pilas y disfrutar de la ciudad un día más.