El pescado es un alimento fundamental en nuestra dieta. La OMS recomienda su consumo regular al menos una vez a la semana como una fuente de proteínas de alto valor biológico -se llaman así a las proteínas que contiene- y más saludable que las carnes rojas.
Los pescados y mariscos del mar de Alaska son ricos en vitaminas esenciales A, B12, C, D y E. Algunos son especialmente ricos en esta última, un potente antioxidante que juega un papel destacado en el correcto funcionamiento de nuestro sistema inmunológico y ayuda a prevenir la formación de las temidas placas de ateroma que se adhieren a las arterias dando lugar a la ateroesclerosis.
El pescado salvaje de Alaska, como el salmón salvaje real y sus huevas, el fletán del Pacífico, las ostras, el arenque, el cangrejo real o el bacalao negro, son también una importante fuente de ácidos grasos omega-3 (ácido eicosapentaenoico -EPA- y ácido docosahexaenoico -DHA-) que favorecen el buen funcionamiento del sistema circulatorio, del sistema nervioso y del corazón.
Nutrientes de calidad para gozar de buena salud
Los ácidos grasos omega-3 protegen al intestino y reducen los síntomas y efectos de algunos trastornos digestivos crónicos, favorecen la circulación reduciendo la probabilidad de que se formen coágulos de sangre que son responsables de trombosis y embolias, reducen el riesgo de sufrir ataques cardíacos y otras patologías coronarias. Reducen también el riesgo de sufrir ictus y derrames cerebrales.
Estos ácidos grasos también protegen nuestras articulaciones y reducen la inflamación de las mismas en personas que padecen enfermedades como la artritis reumatoide; ayudan a la recuperación tras la práctica deportiva de alta intensidad y son fundamentales durante el embarazo para el desarrollo del cerebro y del sistema nervioso del feto.
El consumo de pescados grasos como el salmón salvaje de Alaska al menos una vez a la semana está relacionado con una menor probabilidad de sufrir enfermedades neurológicas como la demencia o el Alzheimer, incluso en aquellas personas con mayor riesgo de desarrollar este tipo de patologías por razones genéticas. También ayuda a la producción de serotonina mejorando el estado de ánimo y reduciendo el riesgo de sufrir depresiones.
La vitamina B12 y los ácidos grasos omega-3 protegen las células del cerebro, favorecen el aprendizaje y ayudan a mejorar la memoria. Junto con la vitamina E ayudan a mantener la piel sana favoreciendo la hidratación desde dentro y la elasticidad. Esta última que, como ya hemos dicho, es un potente antioxidante, fortalece el sistema inmunológico y nos protege contra las infecciones.
La vitamina D y las proteínas de alta calidad que poseen los pescados salvajes de Alaska son fundamentales para el desarrollo musculoesquelético ayudando a conservar la densidad ósea, condición fundamental para mantener unos huesos sanos y fuertes.
Las vitaminas A y D son grandes aliadas para mantener la salud ocular mejorando la visión y ayudando a retrasar la degeneración macular asociada al envejecimiento.
Un tesoro gastronómico procedente de un entorno sostenible
Algunos de los principios fundamentales de la constitución del estado de Alaska son la gestión sostenible de los recursos pesqueros, el respeto y la defensa del medioambiente. Hoy este estado es líder del movimiento mundial para una pesca respetuosa con el ecosistema.
A nivel culinario, el consumo de pescado y marisco resulta muy sencillo, pues aunque se trata de alimentos muy versátiles que se prestan a la elaboración de múltiples recetas, es posible consumirlos con preparaciones muy sencillas como pasados por la plancha, hervidos o cocinados al vapor, o incluso crudos, en platos como el sushi y el sashimi japoneses o los ceviches peruanos.