- Total: 1 h 30 min
- Comensales: 2
Como ya os dije, estoy haciendo bastante recetas italianas ultimamente, así que después del éxito conseguido con los raviolis caseros he decidido hacer este super-ravioli que vi en el programa Simply Italian del que ya os hablé en el post de la pasta de color rosa. La receta es practicamente la misma que la del programa aunque con algún ingrediente de más y alguno de menos.
Ingredientes para 2 personas
- Pasta fresca casera
- 1 loncha fina de salmón ahumado
- 4 cucharadas de queso ricotta
- Un puñado de espinacas
- 2 yemas de huevo
- 8-10 espárragos verdes
- 2 cucharadas con copete de mantequilla
- Queso parmesano rallado
- 2 chorritos de aceite de trufa blanca
- Una pizca de sal
Esta es una receta realmente especial, de esas para preparar en una ocasión muy particular y que demostrará que os lo habéis currado. Además el sabor es increíble, y tan original que seguramente vuestros invitados no hayan probado nunca nada parecido.
Como veis en la receta he utilizado aceite de trufa blanca. En la receta original del programa utizan trufa blanca rallada pero ya sabéis el precio que tiene este ingrediente… El aceite de oliva con sabor a trufa es mucho más barato y le da todo ese sabor. Si lo conseguís de verdad que merece la pena porque le da al plato ese toque de sofisticación y la combinación de sabores es indescriptible. Yo compré una botellita de aceite de trufa blanca en Borough Market de Londres por £7 en el puesto especializado en trufas, y solamente usé un pelín en la receta. Seguramente podáis encontrarlo en tiendas especializadas o secciones de comida gourmet.
Preparación
Hacemos nuestra pasta casera siguiendo nuestra receta. Hacemos una bola, la envolvemos en papel film y dejamos reposar media hora a temperatura ambiente.
Mientras tanto vamos preparando el relleno. Cocemos las espinacas 2 o 3 minutos y las escurrimos. Tenemos que ponerlas en nuestras manos y estrujarlas bien para sacarles todo el agua que les quede dentro. Luego las picamos muy muy pequeñitas. Picamos también el salmón muy pequeño, y lo mezclamos con el queso ricotta y las espinacas.
Cuando haya pasado media hora, usamos nuestra máquina de pasta o rodillo para hacer la pasta lo más fina posible. Debemos hacer una tira bastante ancha porque el ravioli será muy grande. Ponemos la tira sobre un poco de harina en la encimera para que no se nos pegue.
Con un cortador, marcamos (no cortamos, sólo marcamos) dónde va a ir nuestro ravioli. Si no tenéis un cortador redondo no pasa nada, lo hacéis cuadrado usando un cuchillo y punto.
Ponemos la mezcla de salmón, espinaca y ricotta en una manga pastelera (yo he usado una bolsa de congelados a la que le he hecho un agujero) y hacemos dos aros, uno encima de otro, dejando un hueco dentro para la yema de huevo.
Separamos las yemas de las claras (os aconsejo que lo hagáis poniendo el huevo sobre las manos y dejando que las claras escurran entre vuestros dedos). Echamos las yemas en el centro de nuestros aros procurando que no se rompan y echamos una pizca de sal encima.
Por último, cortamos un trozo de pasta bastante grande, pintamos los bordes con agua (es el truco para que las dos láminas de pasta se peguen) y comenzamos a cubrir el ravioli. Debemos asegurarnos de que las dos partes quedan bien pegadas por todas partes y que no quedan burbujas de aire dentro del ravioli. Para que no se pegue mientras hacemos el resto podemos dejarlo sobre una bandeja con semolina o papel de horno antiadherente.
¡Ya tenemos nuestro ravioli listo! Ahora a cocinarlo, que se hace en un momentito.
Ponemos una cazuela con bastante agua al fuego, y mientras hierve salteamos unos espárragos verdes (acordaros de quitarles la parte más dura de abajo). Los servimos en el plato haciendo como una cama para el ravioli.
Cocemos nuestro ravioli durante exactamente 2 minutos.
En un cazo aparte, echamos la mantequilla con una pizca de sal y la calentamos hasta que esté hirviendo.
Ponemos el ravioli sobre los espárragos, cubrimos con un par de cucharadas de mantequilla caliente y rallamos un poco de queso parmesano por encima. Por último, rematamos con un chorrito de aceite de trufa blanca.
Resultado
Es indescriptible. Está tan bueno que al terminar me puse los zapatos y bajé a comprar una barra de pan para poder mojar lo que había quedado en el plato.
Requiere trabajo pero no es complicado. Desde luego lo volveré a hacer sin duda. ¡Os lo recomiendo totalmente!