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Con frecuencia, las recetas más sencillas son las más efectivas. El pollo al ajillo da fe de esta máxima. Inconfundible y lleno de colores, este plato forma parte del gran recetario español.
Ingredientes para cocinar pollo al ajillo
- Pollo de corral, 1 kg
- Dientes de ajo, 10
- Vino blanco, 150 ml
- Perejil, al gusto
- Laurel, 1 hoja
Paso 1
Salpimentar el pollo
Paso 2
Dorar los dientes de ajo
Paso 3
Dorar el pollo
Paso 4
Añadir el vino y dejar que se reduzca
Paso 5
Decorar con perejil y servir
01: Salpimentar el pollo
Si no queremos la piel del pollo, podemos retirarla en este momento. Comenzamos salpimentando los trozos. Les damos la vuelta y repetimos para que la sal y la pimienta lleguen a todas las partes. Reservamos.
02: Dorar los dientes de ajo
Echamos un chorro de aceite de oliva generoso en la sartén o cacerola que vayamos a emplear. Preparamos 10 dientes de ajo pelados. Nada más se caliente el aceite, bajamos a fuego o potencia media y agregamos los ajos. Tenemos que dorarlos, con cuidado de no freírlos del todo. La razón es que terminarán de cocinarse en el paso final de la receta. Cuando tengan un color dorado, reservamos.
03: Dorar el pollo
En el mismo aceite, agregamos el pollo que teníamos reservado. Mantenemos el fuego o la potencia a intensidad media. Doramos la carne por un lado. Cuando veamos el color amarillo, damos la vuelta y doramos la otra parte. Reservamos y guardamos una parte del aceite empleado. Nosotros hemos retirado la mitad, para que el acabado del plato no sean tan aceitoso. Si os gusta con abundante aceite, dejad la cantidad original y pasad al siguiente paso.
04: Cocinar todos los ingredientes
Volvemos a agregar el pollo a fuego o potencia media. Añadimos los dientes de ajo. Agregamos una hoja de laurel. Vertemos los 150 ml de vino blanco. Removemos todo para integrar los sabores. Tapamos durante 20 minutos con fuego o potencia baja.
05: Servir
Destapamos. Como la potencia de inducción o los fuegos de cocinas de gas pueden variar, tenemos que asegurarnos que la carne esté correctamente cocinada y el alcohol del vino se haya evaporado. Podemos cortar un trocito y valorar.
También podemos rectificar de sal y pimienta si lo vemos necesario. Servimos cuando esté a nuestro gusto y espolvoreamos perejil fresco por encima.
Resultado
Esta receta pertenece al repertorio de clásicos españoles de todos los tiempos. Los ingredientes son inconfundibles y accesibles a todos los bolsillos. El sabor es impresionante. Si no te gusta el ajo, creo que has pinchado en esta receta por morbo hacia tus peores pesadillas.
Como en toda cocina viva, hay variables de esta receta que merecen una mención. Por ejemplo, algunas personas intensifican el sabor añadiendo caldo de pollo casero. Es decir, además del vino que aporta ese inconfundible aroma, también podemos ampliar el resultado con un buen caldo.
En lo que concierne al vino, mencionar que es muy frecuente usar las variedades del Jerez seco. Os animamos a probar otras variedades y experimentar con los sabores. Por lo general, el blanco envuelve al pollo y al ajo de manera natural, por lo que el sabor final es suave y agradable.
¿Más trucos? Podemos emplear una ramita de tomillo fresco o de romero. Ambos aromas lo cambian todo, como si comiésemos directamente en el campo, con pollo de nuestra granja y vino de la tierra.
La frescura le proporciona un añadido que tenéis que probar. Si podéis conseguir fácilmente unas ramitas o si las plantáis vosotros, es una apuesta segura en este plato. Podéis agregarlo nada más añadir el vino. Previo a servir, retiráis la ramita.
Por último, es un plato de por sí contundente y muy propicio a las siestas. Cuidado con ese gesto igualmente ibérico: «voy a repetir otro poco…». Si nos apetece acompañar una ración equilibrada con algo más, podemos acompañar esta receta de un arroz blanco hervido, unas patatas a lo pobre o de un entrante ligero, como una ensalada.
En caso de enfrentarnos al pollo como segundo, recomendamos reducir generosamente la cantidad para mantener una dieta dentro de lo sensato, equilibrado y nutricionalmente humano.
Pollo al ajillo: plato de colores dorados que enlaza todo el árbol genealógico gastronómico. Desde nuestros curtidos abuelos hasta los millennials de sus nietos. El pollo al ajillo perdura, enamora y nos lleva a todos a la mesa. Por favor, abstenerse delicados: aquí hay que arremangarse, mojar pan y comer con las manos.