Seguro que más de una vez hemos leído en algún sitio acerca de la gran cantidad de azúcar en la Coca-Cola. Tal como nos explicaban hace algún tiempo nuestros compañeros de Medciencia, una sola lata de este refresco contiene unos 35 g de azúcar, lo que equivale aproximadamente a unas 10 cucharaditas de azúcar en cada uno de estos envases que convierten a este refresco en una de las bebidas con más azúcar que podemos consumir.
Si se compara la Coca-Cola con otras bebidas como el café o el cacao, que acostumbramos a tomar con azúcar para contrarrestar su amargor natural, nos damos cuenta de que, mientras dos o tres cucharaditas de azúcar son suficientes para endulzar una taza de café (200 ml), la Coca-Cola necesita 10 cucharaditas para 330 ml. Esto se traduce, haciendo una cuenta rápida, en que la Coca-Cola necesita el doble de cantidad de azúcar que el café. Pero, ¿por qué hay que usar semejante cantidad de azúcar en la Coca-Cola?
Cantidad de azúcar en la Coca-Cola, ¿por qué es tan grande?
O quizá deberíamos preguntarnos ¿por qué es tan grande la cantidad de azúcar en la Coca-Cola y no lo parece? Porque todos tenemos claro que si a una taza de café solo, que es quizá la bebida amarga por excelencia, le ponemos azúcar en las mismas proporciones probablemente la inmensa mayoría de los mortales no fuésemos capaces de beberlo por encontrarlo empalagosamente dulce. En cambio, esa misma cantidad de azúcar en la Coca-Cola simplemente hace que sea dulce como para ser bebida y disfrutada por muchísima gente sin que se sientan como si estuvieran bebiendo melaza.
Veamos por qué:
En el caso del café, el azúcar se encargar de corregir o compensar el amargor que aporta la cafeína y el grado de acidez (pH), que para esta bebida está comprendido entre 4 y 5.
En el caso de la Coca-Cola, cuyo pH es del orden de 2.5 que es casi la mitad que el del café y, por tanto se trata de un líquido mucho más ácido (como seguramente ya sabéis cuanto menor es el pH mayor es la acidez -para que os hagáis una idea, estamos hablando de un grado de acidez similar a los del limón o el vinagre-), no solo tenemos que contrarrestar el sabor amargo de la cafeína, sino que tenemos que compensar también esta mayor acidez (procedente del ácido fosfórico -acidulante E-338-) y, como si no fuera suficiente, también hay que corregir el sabor que aporta la carbonatación del que ya os hablamos hace algunos días.
Y no acaban aquí las diferencias entre el café y la Coca-Cola, pues hay otro punto que tampoco podemos olvidar y es la temperatura. Cuanto menor es esta, menor es la sensación de dulzor que percibimos en el paladar, por lo que también ayuda a explicar la necesidad de más cantidad de azúcar en la Coca-Cola, bebida que habitualmente se consume fría -lógicamente, ya que es un refresco-, que en el café, que habitualmente se consume caliente.
¿Os habíais planteado alguna vez el tema?