Sin embargo esto ha levantado mucha polémica, por un lado por la negativa de productores que elaboran sangría fuera de España y Portugal a tener que abandonar el término, y por otro muy interesante, ya que el origen de la sangría no está tan claro como parece.
Sí que es cierto que la teoría más aceptada sitúa la sangría como una bebida de origen en la península ibérica en primera década del siglo XIX, una evolución de una de las más antiguas tradiciones españolas, la producción del vino. Aún así nos podríamos remontar muchas décadas atrás en tiempo y seguiríamos encontrando bebidas parecidas a la sangría, ya que los vinos más antiguos eran fuertes y tenían que ser endulzados con frutas.
El problema es que, tal y como incluso nos señalaba Alberto Cudós en los comentarios del post original sobre la nueva denominación de origen de la sangría, parece ser que el origen de la sangría no está tan claro como parece. Fijaos en cómo el padre Esteban Torres definía en su Diccionario del castellano la sangría:
Bebida inventada por los ingleses que se toma mucho en las colonias inglesas y francesas de América
Y es que una teoría sitúa el origen de la sangría en las Antillas cuando esta era una colonia británica, y que el término sangría proviene de la voz inglesa sangaree, de la que a su vez proviene la palabra española sangre. También se conoce el consumo de sangría desde la primera década del siglo XIX en Ecuador.
Lo que queda claro es que el origen de la sangría es cuanto menos confuso, y llama la atención que el Parlamento Europeo haya decidido establecer una denominación de origen para este producto que prohíbe a cualquier país que no sea España o Portugal a usar el término. Desde luego deben tener muy claro que la primera historia es la auténtica.