Un verano más la temporada de Formentera viene cargada de novedades así como de propuestas interesantes que están abriendo una ventana a un nuevo paradigma gastronómico donde hasta ahora solo pesaba el turismo.
La más paradisiaca de las pitiusas ha sido objeto de deseo no solo por sus playas de ensueño y sus aguas cristalinas, ese ritmo pausado y aspecto rural donde parece que el tiempo no ha pasado la ha convertido en un refugio estival donde hacer las paces con la desconexión.
Pero es precisamente esa alma payesa que representa la isla la que la ha conducido a un más tardío despertar. Ahora la imagen es otra: hoteles hasta la bandera que combinan el lujo con la sostenibilidad, cocineros peninsulares que vuelven cada año a hacer su particular agosto y nuevos visitantes que se suman a los que Formentera es más que una tradición.
Entre los pocos secretos que quedan por descubrir la isla esconde un rincón que se ha convertido en motivo de peregrinación por su nivel culinario, conquistando tanto a locales como a turistas: el Restaurante Sol. Situado en la idílica Cala Saona, este establecimiento forma parte del Hotel Cala Saona y que comparte ubicación con otros conceptos gastronómicos como el gastronómico Sol Post, el restaurante Cala Saona, la coctelería Tiki Bar y el Snack Bar, donde también ocurren los desayunos, antesala que marca lo mucho que promete (gastronómicamente) el día.
De su gestión se encarga Joan Costa, cuarta generación de una familia que comenzó su andadura empresarial con los hoteles en 1922. Después de formarse en prestigiosas cocinas el joven de Formentera quiere dignificar la oferta gastronómica respetando la tradición de una isla que ha visto crecer. Y es que, aunque la langosta sea uno de los platos estrella que más se ofrezcan en los restaurante de Formentera, no se popularizó hasta hace "veintipico años en Es Molí de Sal".
Lo cierto es que "antes había mucha pobreza. A mi abuela de pequeña le hacían un huevo frito por su cumpleaños, comía erizos, pero no de mar, sino los que encontraba por la carretera".
Costa, que pasa "ocho horas diarias gestionando lo que llega a la despensa", ha visto cómo ésta ha evolucionado a merced del turismo que ha sido protagonista de un consumo desmedido. Ahora tan solo siete barcas en Formentera pescan langosta. De las 20 piezas que recibimos, solo cinco son de aquí".
Se conoce al dedillo a todos ellos y al resto de proveedores que conforman la red que llena la nevera del chiringuito, que también cuenta con lo producto de Mercabarna, Mercavalencia y Mercamadrid. Todo ello para dar rienda suelta a una cocina mediterránea, de producto y sin pretensiones que se disfruta desde una terraza con capacidad para hasta 90 comensales y unas vistas impresionantes del mar y la vegetación circundante. Un lugar donde cada comida se convierte en una experiencia sensorial completa.
Cocina de alta calidad con espíritu informal a pie de playa
Los platos de pescado, marisco y arroces caseros son las estrellas del menú, elaborados con ingredientes frescos y locales. Cada bocado revela el esmero y la dedicación con que son preparados, haciendo honor a la rica tradición culinaria de la región.
La carta abre paso con platos para compartir que se mueven por el mundo marino y que tienen algún guiño viajero pero que no pierden el hilo. Alberto, el jefe de cocina, pasó por Yakumanka, el cuartel peruano de Gastón Acurio en Barcelona. De su andadura se trajó técnicas que lleva hasta estos fogones, como ocurre con la maravillosa salsa antichuera que cubre el calamar de potera que anteriormente ha pasado por brasa, hilo conductor de la propuesta.
De estas latitudes también traen su ceviche, que lo elaboran con pescado de la isla como es la sirvia, aunque también lo hacen con "otros pescados, o con mariscos como vieira y gamba". Pero si hay algo aclamado en su carta y que se convierte en denominador común de todas las mesas son sus arroces de autor. Arroces gastronómicos que elaboran con el grano de Molino Roca de Edu Torres donde el producto brilla especialmente.
La nota dulce la ponen postres sencillos y refrescantes pero perfectamente ejecutivo que rompe de nuevo con los estándares a los que este tipo de negocios nos tenían acostumbrados. Ojalá lemon pies como ésta en todas las playas.
El servicio en el Chiringuito Sol es otro de sus puntos fuertes. Sin escatimar en atención, el personal, joven y cualificado, se mueve con soltura por un siempre ajetreado restaurante poniendo el foco en los detalles para hacer llegar ese sentimiento de hogar que ya procuran forjar desde el hotel.