Yo no sé vosotros, pero yo por lo menos, nunca he sido muy de golosinas. Me parecían demasiado dulces y me empachaban enseguida, pero aún así siempre ha habido un par de ellas que me encantaban. Es el caso de los Peta Zetas.
Seguro que los que los hayáis probado os acordáis de ellos. Son una especie de piedrecitas que al meterlas en la boca explotaban, literalmente. Estas golosinas han supuesto una gran innovación, hasta el punto de utilizarse en la alta cocina, en la que se han visto recetas como las piruletas de chocolate con peta zetas de Ferrán Adrià, o el foie-gras micuit con peta zetas de Darío Barrio, pero ¿cómo se hacen? ¿Cómo se consigue esa explosión en la boca?
Pues bien, todo esto es gracias a las burbujas de CO2, que están a una presión determinada, exactamente a 60 atmósferas (la misma presión que aguantaría una persona a 600 metros de profundidad).
Para hacer estos caramelos, no basta con mezclar azúcar, colorante y esencias, como para otras golosinas. Para elaborarlos, se calienta este caramelo común a unos 149º, y se pasa a un reactor que lo gasifica con CO2, para formar esas burbujas. Cuando esta masa se saca del reactor y se seca, la presión que tiene el caramelo hace que se rompa en miles de piedrecitas, formando así los ya conocidos Peta Zeta.
Nosotros al comerlos no nos damos cuenta, pero realmente sí están estas burbujitas, así que cuando entra en contacto la golosina con nuestra saliva, se disuelve el caramelo que protege estas burbujas y se liberan generando pequeñas explosiones.
La verdad es que siempre me había preguntado cuál era el secreto de los peta zetas, es increíble la forma en que un caramelo puede cambiar, simplemente con ponerle CO2. ¿Vosotros estáis a favor de utilizar este tipo de productos en la alimentación?
Vía | Muy Interesante