Quizá sea casualidad, pero los dos ganadores del Premio Turing de este año, Whitfield Diffie -ex director de seguridad de Sun- y Martin E. Hellman -profesor emérito de ingeniería electrónica en la Universidad de Stanford- son auténticos pioneros del cifrado en un momento crítico, en pleno pulso entre la industria tecnológica y el Gobierno de EEUU a raíz de la petición del FBI a Apple para instaurar una puerta trasera en sus iPhone.
El premio, dotado con un millón de dólares y considerado el "Nobel de la computación", es otorgado cada año por la Association for Computing Machinery (ACM). En una nota, la ACM recuerda un revolucionario estudio firmado por ambos, New Directions in Cryptography (PDF), que "introdujo las ideas del cifrado y de las firmas digitales de clave pública, que son la base para los protocolos de seguridad más utilizados regularmente en internet".
Ambos expertos desarrollaron un algoritmo que mostraba que la criptografía asimétrica o de clave pública era posible: cada usuario tiene una clave pública, que puede entregar a cualquier persona, y guarda una privada, que sólo él conoce. El remitente sólo necesita una copia de la clave pública del destinatario y cifrar con ésta el mensaje, mientras que el receptor usará su clave privada para poder acceder al texto. El proceso inverso proporciona la firma digital.
Los organizadores del Premio Turing recuerdan que el protocolo creado por Diffie y Hellman "protege a diario las comunicaciones en internet y transacciones financieras por valor de billones de dólares".
"Hoy en día, el asunto de cifrado domina los medios de comunicación, es visto como un asunto de seguridad nacional, afecta a las relaciones gobierno-sector privado, y atrae a miles de millones de dólares en investigación y desarrollo", afirma en una nota el presidente de la ACM, Alexander L. Wolf. "En 1976, Diffie y Hellman imaginaron un futuro en el que las personas se comunicarían regularmente a través de redes electrónicas y sus mensajes podían ser robados o alterados". "Ahora, después de casi 40 años, vemos que sus previsiones eran extraordinariamente profético", apunta Wolf.
La pugna entre la seguridad y la privacidad, entre la investigación policial y el desbloqueo de los dispositivos que guardan nuestros secretos, ha alcanzado nuevos niveles de tensión después de que se hiciera pública la negativa de Apple a acatar una petición del Departamento de Justicia de EEUU para ayudar al desbloqueo de varios iPhones, uno de ellos utilizado por uno de los asesinos de la matanza de San Bernardino, un tiroteo en el que 14 personas murieron y otras 22 resultaron heridas el pasado 2 de diciembre.
La compañía de la manzana se niega a diseñar lo que considera una puerta trasera en sus dispositivos, que permitiría saltarse el cifrado de acceso al mismo. El FBI, por su parte, exige la creación de una herramienta para saltarse la seguridad del acceso al teléfono y permita a los investigadores probar números secretos indefinidamente, lo que se conoce como ataque de fuerza bruta, sin temor a que esos datos queden eliminados definitivamente.
Como dice el editor senior de MIT Technology Review Will Knight, "probablemente Apple no estaría luchando contra el FBI por la seguridad del iPhone si Martin Hellman y Whitfield Diffie no hubieran encontrado una manera para que dos partes se puedan comunicar de forma segura a través de redes digitales inseguras utilizando claves de cifrado públicas y privadas".