El cáncer es una de las enfermedades más prevalentes y desafiantes en la actualidad. En un mundo acelerado donde el estrés es un compañero constante, el vínculo cada vez más evidente entre el estrés y el cáncer resulta especialmente preocupante. En esencia, porque el estrés crónico, conocido por sus efectos negativos sobre el sistema inmunológico y hormonal, puede aumentar el riesgo de desarrollar cáncer y complicar su recuperación.
En medio de la vorágine diaria, encontrar tiempo para el ejercicio puede parecer un desafío, pero mantener una vida activa es crucial no solo para el bienestar general, sino también para la prevención del cáncer.
Un área de estudio que ha ganado atención recientemente es la influencia de la masa muscular en la prevención de enfermedades. La masa muscular juega un papel vital en la regulación del metabolismo y el sistema inmunológico, por lo que mantenerla puede mejorar significativamente los resultados en el tratamiento contra el cáncer.
El impacto del estrés
El estrés crónico es un enemigo silencioso que afecta negativamente a nuestra salud. A largo plazo, puede debilitar el sistema inmunológico, potenciar la respuesta inflamatoria y desestabilizar el equilibrio hormonal, creando un ambiente propicio para el desarrollo y la progresión del cáncer.
Diversos estudios científicos indican que el estrés no solo promueve la proliferación de células cancerígenas, sino que también puede aumentar la resistencia a la apoptosis, el proceso natural por el cual el cuerpo elimina células dañadas o anormales.
Además, el estrés puede inducir comportamientos poco saludables, como el sedentarismo o una dieta inadecuada, que incrementa aún más el riesgo de cáncer. En general, el impacto psicológico del estrés deteriora significativamente la calidad de vida..
Masa muscular y la masa ósea
Con el paso de los años, tanto la masa ósea como la masa muscular tienden a disminuir, llevando a enfermedades como la osteoporosis (pérdida de masa ósea) y la sarcopenia (pérdida de masa muscular). En pacientes con cáncer, esta pérdida se ve agravada por la caquexia, una condición que provoca una rápida pérdida de peso, atrofia muscular, fatiga y debilidad generalizada.
Varias investigaciones demuestran que los pacientes con mayor proporción de músculo experimentan una quimioterapia más eficaz y menos tóxica, lo que mejora los resultados del tratamiento del cáncer y aumenta la tasa de supervivencia. Además, la masa muscular actúa como un reservorio de aminoácidos esenciales para la reparación de tejidos y el mantenimiento de una función inmunológica óptima.
Por estas razones, acudir a un fisioterapeuta para realizar ejercicio terapéutico programado desempeña un papel fundamental en los procesos tumorales. La prescripción de ejercicios de resistencia, como entrenamiento con peso corporal (calistenia), ejercicios con bandas elásticas, y uso de mancuernas, junto con actividades aeróbicas como caminar al aire libre, nadar, correr o montar en bicicleta, son muy recomendables.
Estas actividades no solo previenen la pérdida ósea y muscular, sino que también mejoran la función cardiovascular y mejoran el bienestar general. Además, mantener una masa muscular adecuada ayuda a sostener la estructura del cuerpo, mejora el equilibrio y reduce el riesgo de caídas, lo cual es fundamental para la prevención de fracturas en edades avanzadas.
Claves para la prevención del cáncer:
Ejercicio regular
La American Cancer Society recomienda que los supervivientes de cáncer eviten la inactividad y se involucren en actividades físicas regulares, incluyendo entrenamiento de resistencia al menos dos veces por semana. La prescripción de ejercicio terapéutico y la actividad física regular no solo reducen los niveles de estrés, sino que también mejoran el estado de ánimo y la calidad del sueño, factores que contribuyen a una mejor salud general. Incorporar estas recomendaciones puede, por lo tanto, ser una herramienta poderosa en la lucha contra el cáncer y en la promoción de una vida más saludable.
La marcha nórdica es un ejemplo de actividad física que ha demostrado ser beneficiosa para mejorar la fuerza muscular y la salud cardiovascular, sin ejercer demasiada presión sobre las articulaciones. Este ejercicio proporciona un entrenamiento de cuerpo completo particularmente útil para los pacientes con cáncer que buscan mantener o aumentar su masa muscular.
Nutrición adecuada
Dietas variadas ricas en fibra y en otros nutrientes específicos pueden ayudar a conservar y constituir músculo. Es importante que los pacientes con cáncer trabajen con nutricionistas especializados para desarrollar planes de alimentación que satisfagan sus necesidades concretas.
La combinación de una dieta adecuada con un programa de ejercicio bien estructurado puede maximizar los beneficios y mejorar significativamente los resultados del tratamiento del cáncer.
Estrategias contra el estrés
Además de mantener la masa ósea y muscular, al practicar ejercicio físico nuestro cuerpo libera endorfinas –“hormonas de la felicidad”–, que actúan como analgésicos naturales y mejoran nuestro estado de ánimo. La liberación de endorfinas y la reducción de las hormonas del estrés producen una sensación de bienestar y calma.
Más allá de los beneficios químicos, el ejercicio físico ofrece un respiro mental frente a las preocupaciones diarias. El yoga, la meditación y la terapia cognitivo-conductual pueden ayudar a reducir los niveles de estrés y mejorar el bienestar mental.
Desde una perspectiva psicológica, el yoga, por ejemplo, no solo contribuye a la reducción el estrés, sino que también fomenta la autoaceptación y el equilibrio emocional, mientras mejora la flexibilidad y la fuerza muscular. Estas actividades son accesibles para personas de todas las edades y condiciones físicas, facilitando un enfoque holístico para el bienestar físico y mental.
No se trata de convertirse en un atleta de élite, sino de encontrar una forma de vida activa que disfrutemos y que podamos mantener a lo largo del tiempo. Cada pequeño esfuerzo cuenta, y los beneficios para la salud, tanto mental como física, no tienen precio. Incorporar hábitos saludables y ejercicio físico regular no solo mejora nuestro bienestar general, sino que también tiene un impacto crucial en la prevención de enfermedades graves, promoviendo una calidad de vida más equilibrada y duradera.