"Me salva el día a día": la vida con Maylo, el perro guardián que cuida de Álex, un joven con autismo
Los perros de asistencia psiquiátrica ayudan a sus dueños a realizar actividades necesarias que sin ellos no podrían a afrontar.
22 junio, 2024 02:26Maylo es un perro simpático y juguetón como otro cualquiera. A este mestizo de dos años y medio le encanta saludar a la gente, que le acaricien y que le llenen de mimos y atención. Sin embargo, sí tiene algo que lo diferencia de una mascota al uso: es un perro de asistencia psiquiátrica. Su misión es apoyar a su dueño, Álex Nogales, y ayudarle a gestionar situaciones como aglomeraciones o crisis de ansiedad para que le causen el menor daño posible.
Este tipo de canes son seleccionados y entrenados para ayudar a personas con problemas de salud mental como trastornos depresivos, de ansiedad, trastornos obsesivo-compulsivos, psicóticos, de personalidad, etc. Aunque se puedan confundir, no son lo mismo que los de acompañamiento. Los primeros desarrollan tareas específicas que puede solicitar el usuario intencionalmente, que pueden realizar debido a circunstancias externas o al comportamiento del guía, explica Enrique Solís, instructor de perros de asistencia de la empresa LealCan.
Álex tiene 24 años, es filólogo y trabaja impartiendo clases de inglés a niños en una academia. Además, el joven madrileño es autista. Por eso, se acompaña siempre de Maylo, que le ayuda a la hora de garantizar su espacio personal en sitios con aglomeraciones de gente, hacerle terapia de presión o frenar conductas como el rascado compulsivo cuando le da una crisis. En la primera tarea, Maylo da vueltas a su alrededor para que la gente no se le acerque. En el segundo caso, cuando el joven sufre un episodio de meltdown (una especie de ataque de pánico que afecta a las personas autistas), el can se tumba encima de él hasta que se tranquiliza y puede recuperar el control de la situación.
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Maylo también puede detectar, a través del olor, cuando le suben las pulsaciones a su guía y avisarle antes de un ataque. "Es más preciso que el pulsómetro del reloj", asegura Álex. Sus caminos se cruzaron hace dos años y medio. Álex adoptó a su compañero peludo con apenas seis meses y, casi de forma inmediata, se dio cuenta de que tenía potencial para ser un perro de asistencia. Así que contactó con LealCan para hablarles de su caso y, al poco tiempo, comenzó el entrenamiento.
Solís hace hincapié en que, para saber si un can puede servir para la asistencia, lo de menos es la raza. Es más una cuestión individual: "Debe tener unas características concretas que pueden variar según las necesidades de su guía". El instructor pone como ejemplo una persona que necesite terapia de presión: "Será complicado que colabore en este cometido un perro muy pequeño en tamaño". También es importante que el animal no tenga problemas de comportamiento, añade. Desde la empresa destacan la importancia de entrenar en positivo y no reprender verbal, ni físicamente, al animal cuando falla en alguna de las instrucciones.
El equipo de Solís realiza el entrenamiento a domicilio y personalizado en función de las necesidades del usuario. De esta forma, cuenta el instructor, el vínculo es mucho más estrecho porque el guía y el perro están juntos en todo el proceso. Maylo aprendió muy rápido y dio buenos resultados desde el principio. "Parecía que estaba hecho para ello", presume Álex.
A la hora de decidir si un paciente se puede beneficiar de tener un perro de asistencia psiquiátrica, es más importante la personalidad que la patología que tenga, cuenta Manuel Martín, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental. Otra forma de trabajo que pueden aportar estos animales es servir de estímulo para el paciente. En el caso de las personas con esquizofrenia, por ejemplo, es común que sufran cuadros de apatía. El can, con los cuidados que necesita e invitándole a jugar, puede ayudarle a superarlo, explica el psiquiatra.
Juntos a todas partes
Maylo va con Álex a todas partes y, gracias a ello, puede realizar actividades necesarias que sin él no podría afrontar, como hacer la compra o ir al médico. Únicamente lo deja en casa cuando tiene que ir a trabajar. Al trabajar con grupos de niños, cree que su compañero podría estar incómodo y le podrían agobiar. "Primero va su seguridad y luego yo", afirma el madrileño. El hecho de que su compañero peludo le acompañe todo el rato también hace que tengan una unión mucho más fuerte que de normal. "Las experiencias son el triple", asegura.
El joven traductor lamenta que los perros de asistencia psiquiátrica no estén reconocidos por la legislación española. Las cinco clases autorizadas son: guía, de señal, de servicio, de alerta médica y para personas con trastorno del espectro autista (TEA). Esto hace que muchas veces no puedan acompañar a sus dueños porque no les permiten entrar a ciertos lugares. Maylo está registrado como asistente de TEA, aunque cumple con funciones de asistencia psiquiátrica. En realidad, explica Solís, de LealCan, las necesidades y el entrenamiento, de uno y otro tipo, muchas veces coinciden.
El madrileño destaca la importancia de poder contar con un perro de asistencia psiquiátrica. El animal le da al usuario la independencia que su condición le quita. "Te salva el día a día", recalca. También insiste en que se reconozca esta variedad dentro de la legislación porque son "necesarios" para su acompañante y "les hacen mucho bien". Ahora él hace planes que hace tres años no se veía capaz. Por ejemplo, puede ir solo a hacer la compra y ha vuelto a conducir.
Álex, prácticamente, no ha tenido problemas para acceder con Maylo a cualquier sitio, pero sí que lamenta la cantidad de explicaciones que tiene que dar siempre. Cuando le intentan prohibir el paso por ir con su compañero peludo debe explicar al personal del local o al guardia de seguridad que es una de las clases legalmente aceptadas como perro asistente. Para reconocerlo, el peludo lleva un arnés y un chaleco en los que se indica su función, además de una tarjeta identificativa. "Negándole el paso a ellos, nos lo niegan a nosotros", se queja.
Todo esto puede llegar a ser, incluso, disuasorio para Álex a la hora de salir de casa. Si el plan es con más gente no lo cambia porque, si él no se ve capaz, sus acompañantes pueden explicar por qué tienen que dejar entrar a Maylo. Si es alguna tarea que tenga que hacer él solo, la situación cambia y es bastante posible que lo cancele.
El joven hace hincapié en la importancia de educar a la gente para que sea consciente de lo que implica que uno de estos animales vaya "de servicio". Cuando llevan el arnés y el chaleco distintivos no se les puede tocar ni distraer. A pesar de que lo indican los letreros adheridos, Álex se queja de que tiene que lidiar con este tipo de situaciones casi a diario. "Si lo distraen no puede saber cuándo tiene que ayudarme". Incluso se ha encontrado con personas que le han confrontado al pedirles que no acaricien a Maylo.
Otro aspecto importante que destaca el madrileño es que tener un perro de asistencia debe ser algo muy meditado. Hay que pensar si va a ser realmente de ayuda o si se van a poder cubrir todas sus necesidades. Álex sabe que salir con Maylo, sobre todo si va de servicio, significa que la gente le mire, se acerque a hablar con él e, incluso, que quiera acariciarle y jugar con el can. Sin embargo, aunque estas situaciones pueden perturbarle, le compensa tenerlo porque le benefician todas las tareas que desempeña. Además, al peludo le encanta su trabajo: "Le enseño el arnés de asistencia y se vuelve loco".