El consumo de tabaco es una vieja lacra en todo el mundo y los gobiernos quieren terminar con ella en los próximos años. Sólo en España, se calcula que son 63.000 las muertes que se asocian a este hábito dañino: el tabaco favorece las enfermedades cardiovasculares y también varios tipos de cáncer, como los de pulmón y vejiga. Si bien el objetivo de eliminar el consumo de tabaco está claro, los gobiernos y las asociaciones de salud siguen teniendo diferencias en cuanto a sus opiniones sobre cómo debería realizarse.
A pesar de las medidas que se han tomado en nuestro país para reducir el hábito tabáquico, las cifras de fumadores se han estancado en los últimos años, como señala este artículo de EL ESPAÑOL. Por esta razón, algunos países han recurrido a las estrategias de reducción del daño, aunque para la mayoría siguen siendo una medida controvertida. Pero, ¿en qué consisten estas estrategias? Estos países promocionan el uso de alternativas al tabaco tradicional, como cigarros electrónicos o tabaco calentado, entre los fumadores.
Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) no está a favor de este tipo de iniciativas. En este sentido, la revista científica The Lancet ha publicado un artículo en el que se critica la postura de este organismo internacional. Quienes firman este artículo son Robert Beaglehole, de la Universidad de Auckland y miembro de la estrategia de Nueva Zelanda para reducir el hábito tabáquico para 2025, y la epidemióloga Ruth Bonita. "No hay justificación científica para la posición de la OMS", han declarado.
Estrategias nacionales
Según estos científicos, la OMS deja a cada país la decisión de regular las alternativas del tabaco tradicional, pero se posicionan a favor de que sean tratadas de la misma manera. "El enfoque actual de la OMS respecto a estos productos es recompensar a países, como la India, por prohibir los cigarrillos electrónicos; 34 países, principalmente de ingresos bajos y medios, prohíben ahora los cigarrillos electrónicos", apuntan. Los autores explican que la OMS, que la semana pasada reunió a su órgano rector para el control del tabaco en Panamá, debe cambiar de posición.
Para ello, explican los casos de éxito de algunos países que sí han implementado estas estrategias y comienzan, precisamente con Nueva Zelanda: "La prevalencia de fumadores diarios adultos cayó del 13,3% en 2017-18 a 6,8% en 2022-23 después de que los cigarrillos electrónicos se hicieran ampliamente disponibles, una disminución del 49% en 5 años. En el mismo período, y con el respaldo del gobierno y la regulación del vapeo, la prevalencia del vapeo diario en adultos aumentó del 2,6% a 9,7%", destacan.
Nueva Zelanda se ha propuesto tener menos de un 5% de prevalencia de fumadores en el año 2025, pero los autores de este artículo ya dicen que con las estrategias de reducción del daño ya ha superado los objetivos que se ha fijado por su cuenta la OMS. Además, los Beaglehole y Bonita nombran los casos de Suecia, que redujo su tasa de fumadores diarios adultos al 6% en 2022, Noruega, Inglaterra y Japón, en los que afirman que la promoción de las alternativas al tabaco han tenido resultados similares.
Desconfianza
Pero, si supuestamente resulta tan efectiva, ¿por qué genera tanto rechazo en algunos organismos? Los autores del artículo explican que se debe a dos razones. La primera de ellas es que los efectos a largo plazo de los cigarrillos electrónicos son desconocidos: "Aunque el vapeo no es inocuo, especialmente para las personas que no fuman, es probable que los riesgos de que haya un daño sustancial a largo plazo por los componentes de los cigarrillos electrónicos sean bajos, sobre todo cuando se comparan con el daño causado por el tabaco fumado", escriben
La segunda razón por la que los autores piensan que existe rechazo es el pensamiento de que las empresas de vapeo pueden actuar de manera poco ética. Si se da la situación de que la disponibilidad de estos productos es muy alta, opinan, hay quien puede pensar que los jóvenes se vuelvan dependientes de la nicotina. "Se necesitan regulaciones más estrictas, incluida la imposición de restricciones en las ventas, y campañas adecuadas de promoción de la salud para prevenir el vapeo en los jóvenes, pero estas medidas deben equilibrarse con las necesidades de salud de los adultos mayores que fuman y requieren apoyo para dejar de fumar", razonan.