Los mariscos son reconocidos por su riqueza en nutrientes esenciales y su bajo aporte calórico. Este grupo de alimentos contiene proteínas de alta calidad, ácidos grasos omega-3, vitaminas y minerales que contribuyen a la salud cardiovascular, el desarrollo cerebral y el fortalecimiento del sistema inmunitario.
De hecho, un estudio publicado en el Journal of the American Medical Association encontró una correlación entre el consumo regular de pescados y mariscos y una menor incidencia de enfermedades cardíacas.
Esta investigación ha constatado que el aumento del colesterol LDL por el consumo de pescado se asocia principalmente al transporte por las partículas LDL más grandes, que son menos aterogénicas (con menor potencial de obstrucción de las arterias), y no a un aumento del número total de partículas LDL. Además, el fortalecimiento óseo, gracias a su aporte en vitamina D, y el refuerzo del sistema inmunológico, debido a su rica composición en vitaminas y antioxidantes, son especialmente notables y positivos para la salud.
Almejas
Las almejas son una excelente fuente de hierro hemo biodisponible, lo que las hace particularmente beneficiosas en dietas destinadas a combatir o prevenir la anemia ferropénica. Un estudio publicado en el American Journal of Clinical Nutrition destaca su papel en mejorar los niveles de hierro en individuos con deficiencias.
Además, su alto contenido en vitaminas del complejo B y minerales como el potasio y el zinc las convierte en un alimento valioso para el mantenimiento de la salud metabólica y nerviosa.
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"Cuando vienen pacientes con algo de anemia, además de los suplementos de hierro que les hayan recetado, siempre les recomiendo que tomen una lata de berberechos o de almejas cada dos semanas, ya que aportan mucho más hierro que las lentejas", explica Concepción Martínez, dietista-nutricionista.
Mejillones
Los mejillones son apreciados por su contenido de ácidos grasos omega-3, que son fundamentales para la salud cardiovascular y cognitiva. Según una investigación publicada en el International Journal of Epidemiology, el consumo regular de mejillones se asocia con una disminución del riesgo de enfermedades cardíacas coronarias.
También son una fuente rica en proteínas, con un perfil de aminoácidos completo, lo que los hace importantes en dietas de desarrollo muscular y recuperación. Además, también contienen vitaminas del complejo B, incluyendo la B12, crucial para el funcionamiento del sistema nervioso y la formación de glóbulos rojos.
Ostras
Las ostras son conocidas por su alto contenido de zinc, esencial para el sistema inmunológico y la reparación celular. Según un estudio del Journal of Nutrition, el zinc de las ostras se absorbe de manera más efectiva que el de otros suplementos, haciendo de las ostras una fuente ideal de este mineral. La razón es que el zinc de las ostras es altamente biodisponible, lo que significa que el cuerpo lo absorbe y utiliza eficazmente. Además, son ricas en vitamina B12, crucial para la función nerviosa y la formación de glóbulos rojos.
Los ácidos grasos omega-3 presentes en estos mariscos tienen un efecto protector en la salud cardiovascular. Estos nutrientes ayudan a reducir los niveles de triglicéridos en la sangre, disminuyen la presión arterial y reducen el riesgo de arritmias cardíacas. También juegan un papel crucial en el desarrollo y mantenimiento de la función cerebral. Un estudio en la revista Journal of Neurology, Neurosurgery, and Psychiatry sugiere que el consumo regular de mariscos podría estar asociado con un menor riesgo de declive cognitivo y demencia.
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Estos mariscos proporcionan una abundancia de nutrientes como el yodo, vital para la función tiroidea, y el calcio, importante para la salud ósea. Además, gracias a su bajo contenido calórico y alta densidad de nutrientes, los mariscos son excelentes para dietas de control de peso. Incluso un estudio del Journal of Obesity sugiere que las dietas ricas en proteínas y bajas en calorías, como las que incluyen mariscos, son efectivas en la pérdida de peso y su mantenimiento a largo plazo.
Gambas y langostinos, en el punto de mira
En el otro lado de la balanza se encuentran las gambas y langostinos debido a su contenido de cadmio, un metal pesado tóxico. Este es un elemento natural que se encuentra en la corteza terrestre y que puede acumularse en los organismos acuáticos, especialmente en partes como las cabezas de los crustáceos. Esta acumulación ocurre debido a procesos como la minería, la fundición, la industria y la agricultura, que aumentan la concentración de cadmio en el medio ambiente. El cadmio es absorbido por los crustáceos a través de su alimentación y del agua, concentrándose en sus tejidos.
La ingesta de cadmio a través de alimentos como las cabezas de gambas y langostinos puede tener efectos adversos para la salud humana. A corto plazo, la exposición a altos niveles de cadmio puede causar síntomas como dolor estomacal, vómitos y diarrea. Sin embargo, son los efectos a largo plazo los que generan mayor preocupación. La exposición crónica al cadmio se ha asociado con problemas renales, osteoporosis y fracturas óseas. Además, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) clasifica a este compuesto como un carcinógeno humano, lo que significa que puede aumentar el riesgo de cáncer, especialmente de pulmón y próstata.
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Los estudios científicos han demostrado que la cantidad de cadmio en las cabezas de gambas y langostinos puede variar significativamente dependiendo de su origen y del ambiente en el que se criaron o capturaron. Por ejemplo, un estudio publicado en el Journal of Hazardous Materials analizó la concentración de cadmio en gambas y langostinos de diferentes regiones, encontrando variaciones considerables.
Estos hallazgos sugieren que la elección de productos de productos como los mariscos con los que comenzaba el texto son mejor opción para conseguir los beneficios de tomar productos del mar. Aunque en el caso de comer gambas, langostinos o cangrejo, lo mejor sería evitar las cabezas, aunque en España seamos mucho de chuparlas cuando se pelan para comerlas.