Los recuerdos traumáticos se almacenan en el cerebro de manera completamente diferente al resto de memorias autobiográficas, incluso las tristes y desagradables. Estas son las conclusiones de un nuevo trabajo a cargo de investigadores de la Escuela de Medicina Icahn del hospital Mount Sinai y la Universidad de Yale University. Los autores han analizado la actividad cerebral de personas diagnosticadas con trastorno de estrés postraumático, según el trabajo que ahora publica Nature Neuroscience.
Los resultados del trabajo refuerzan la hipótesis de que los recuerdos traumáticos vinculados al estrés postraumático son una entidad cognitiva alternativa a la memoria convencional. Esto podría proporcionar una base biológica al hecho de que se manifiesten como pensamientos intrusivos, muy diferentes a los recuerdos negativos naturales. Esto, explican los autores, es una realidad reconocida por la psiquiatría, pero es un mecanismo poco conocido.
"Nuestros datos demuestran que el cerebro no trata los recuerdos traumáticos como recuerdos normales. Puede que ni siquiera lo haga como recuerdos", afirma Daniela Schiller, profesora a Psiquiatría y Neurología en Icahn Mount Sinai. "Hemos podido observar que las regiones cerebrales involucradas en la gestión de la memoria no se activan cuando aparece un recuerdo traumático. Esto nos proporciona un marcador neuronal para tratar de devolverlos a un estado cerebral equivalente a los procesos de memoria habituales".
La formación de la memoria episódica se produce en una región del cerebro, el hipocampo, de donde también proceden nuestros recuerdos biográficos. El estrés postraumático, sin embargo, provoca anormalidades estructurales y funcionales al reducir el volumen de esta región. La corteza posterior cingulada (PCC por sus siglas en inglés), vinculada a estos procesos y a la asociación emocional con las imágenes recordadas, se ve alterada cuando se produce el trastorno.
28 pacientes con diagnóstico de trastorno de estrés postraumático se sometieron a una reactivación de la memoria autobiográfica a través de sesiones de imágenes guionizadas. Mientras, los investigadores monitorizaron su actividad cerebral mediante imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI). Se les pidió que verbalizaran tres tipos de recuerdos: traumáticos (experiencias de guerra, de violencia sexual o maltrato), tristes (muerte de un familiar o ser querido) y tranquilos (alguna experiencia grata como el ocio al aire libre).
Una vez relatados los recuerdos, los investigadores elaboraron clips de audio de 120 segundos de duración y narrados en los mismos términos que usaron los pacientes, homogeneizando la semántica empleada para cada uno de los tres tipos. El objetivo era unificar la respuesta neurológica a los recuerdos traumáticos: si los recuerdos traumáticos y los tristes generaban la misma reacción, las mismas regiones cerebrales deberían activarse en su presencia.
Sin embargo, los recuerdos tristes semánticamente similares entre pacientes provocaron una respuesta de resonancia magnética equivalente en función del tipo de recuerdo. Por ejemplo, la muerte de un familiar se tendía a experimentar igual. Por el contrario, cada recuerdo traumático se experimentaba de formar diferente, incluso cuando el relato seguía el mismo guion. La activación del trauma, además, se localizó en el PCC, la región considerada como el 'puente cognitivo' entre los acontecimientos en el mundo real y la representación de uno mismo.
Como conclusión, los autores subrayan que han identificado la base neurológica que provoca que las experiencias de recuerdos traumáticos sean diferentes según el sujeto, mientras que la memoria tradicional responde a relatos que tienden a ser arquetípicos. Un tratamiento destinado a la región del hipocampo afectada que pudiera devolver el trauma a una representación cognitiva más convencional podría beneficiar al paciente, concluyen.