"Una muñeca que vive en 'Barbieland' es expulsada al mundo real por no ser lo suficientemente perfecta". Esta fue la primera línea argumental que Greta Gerwig y Noah Baumbach (Lady Bird e Historia de un matrimonio) presentaron al mundo cuando anunciaron la película Barbie, disponible en cines desde este viernes 21 de julio. La premisa sirve para poner de manifiesto que ni siquiera este icono es capaz de cumplir con los estándares que la sociedad ha atribuido durante años a la excelencia.
El problema es que intentarlo puede conducir a ciertas personas a sufrir lo que expertos han bautizado como 'El síndrome de la Barbie'. Durante años, la muñeca, rubia, de ojos azules, con el manido 90-60-90, con mansión, descapotable, pareja y miles de profesiones, se ha asociado con la perfección. Por eso, su nombre es ideal para hablar de una condición mental que impulsa a las personas desesperadamente a la búsqueda de la excelencia. Clínicamente, es conocido como atelofobia.
"La atelofobia es una fobia específica, en la que la persona siente que nunca es lo suficientemente perfecta", explica Lara Ferreiro, psicóloga. Según el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM-V) —en español, Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales—, las fobias se encuentran clasificadas dentro de los trastornos de ansiedad y se dividen en tres tipos: agorafobia, fobia social y fobias específicas, siendo éstas últimas las más frecuentes.
Cuando se habla de una fobia específica, como ésta, se hace referencia al miedo o ansiedad a objetos o situaciones concretas. La prevalencia global del diagnóstico de fobia es más frecuente en las mujeres (2,4%) que en hombres (1,4%). Mientras, las cifras suelen ser mayores en la edad adulta, presentando números más bajos en la infancia y adolescencia, así como en ancianos. Se estima que algunas de las fobias específicas más frecuentes son miedo a los animales (zoofobia), a las alturas (acrofobia) y a las tormentas (astrafobia o brontofobia).
Un trastorno emergente
Sin embargo, como detalla Ferreiro, los condicionantes sociales y el auge de aplicaciones como Instagram han hecho que el tipo de fobia que nos atañe sea cada vez más frecuente. "Cuando entra la comparación social en redes, al final, entras en una trampa. Nadie es tan feliz ni tiene tanto éxito, pero creerlo puede ir reforzando el sentirse inferior a los demás", detalla la experta.
Así, una investigación llevada a cabo por la Universidad Southern Queensland (Australia) cataloga este problema como un trastorno emergente. De hecho, Ferreiro advierte que es "más común de lo que pensamos". "Si bien es admirable esforzarse por obtener mejores resultados, las expectativas constantes y, a veces, poco realistas de las publicaciones en redes sociales generan una condición psicológica comúnmente conocida como perfeccionismo, el miedo a no hacer algo bien o el miedo a no ser lo suficientemente bueno", reza el trabajo en la línea de lo expresado anteriormente.
Internet juega un papel muy relevante en la atelofobia, pero como matiza Ferreiro no es el único condicionante que puede contribuir. Por ejemplo, están los antecedentes de un modelo de crianza muy exigente, en el que los padres, sin quererlo, transmiten a su hijo que nunca hace lo suficiente. También los traumas del pasado, que interaccionan cuando una persona ha tenido algún fracaso y tiene la necesidad patológica de compensarlo con una exigencia extrema.
Más común en mujeres
Las presiones externas y la propia sociedad tienen una mención muy especial en este problema. "Vivimos en un sistema en el que hay que demostrar éxito, lo maravillosos que somos y eso asfixia", razona Ferreiro. Autora del libro Adicta a un gilipollas, la experta está especializada en trabajos con mujeres. Por eso, confirma que esa asfixia del sistema por la excelencia suele incidir más en el sexo femenino: "Hay una imagen de la película que se ha hecho viral, que es Barbie bajándose de los tacones y dejando de estar de puntillas. Es la representación de las expectativas sociales culturales", apostilla.
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Todo esto no sólo se limita a la búsqueda impasible de la perfección, sino que conecta con problemas de salud como ansiedad, estrés y depresión. El propio desarrollo vital de la persona también se puede ver afectado, ya que la necesidad de ser excelente puede ocasionar retrasos en el trabajo o poca productividad. En la línea contraria, la psicología advierte que puede acompañar a un síndrome de la impostora.
La pareja y los amigos es otra de las áreas que se pueden ver dañadas, pues la psicóloga confirma que este tipo de personas suelen exigir perfección a su alrededor.
Acudir a terapia puede ser una de las vías de escape para afrontar el problema. De no hacerlo, incluso, se puede caer en el aislamiento. La persona comienza a ser evasiva con todo lo que le genera ansiedad y acaba por no hacer cosas por miedo a no ser perfecto. "Es todo parte de un perfeccionismo asfixiante que te anula y te genera una obsesión con demostrar la perfección de Barbie", remacha la experta.