"Ella está saliendo de la habitación". Esa fue la primera frase que Eleanor Longden escuchó de las voces de su cabeza. "Ella está abriendo la puerta", siguió. Al principio, todo era como una narración en tercera persona, no había nada violento. Ni rastro del mítico y trillado 'ellas me obligaron a hacerlo'. Sin embargo, cuando confesó ante el psiquiatra de su universidad lo que le estaba pasando, enseguida recibió un diagnóstico de esquizofrenia y comenzó su calvario. Las voces se volvieron violentas y su vida se convirtió en toda una pesadilla.
En la actualidad, Londgen es psicóloga y una de las mayores representantes de The Hearing Voices Movemen (Movimiento Internacional de Escuchadores de Voces), la plataforma que intenta dar visibilidad a este problema, alejándolo del diagnóstico tradicional de la esquizofrenia y defendiendo que, en muchos casos, el origen dista mucho de esta enfermedad mental. Su trabajo es importante, pues se estima que el 13,2% de la población escucha voces.
Su proclama no sólo se ve avalada por sus propias experiencias, sino que cuenta con aval de la comunidad científica. Recientemente, investigadores de la Universidad de Lorena (Francia) presentaban dos estudios (todavía en fase de pre-print) que confirman que hay personas que responden mejor a tratamientos de psicoterapia que a uno tradicional basado en medicación. En estos casos, las voces habían surgido fruto de un trauma.
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Los resultados vienen a confirmar una tendencia que lleva ya años inmersa en la propia Psiquiatría. De hecho, fue en Francia cuando a finales de los años 90 profesionales de la salud mental comenzaron a plantearse que las voces también podían surgir en personas sanas.
La voz del trauma
Los estudios más famosos en este sentido proceden del psiquiatra Marius Romme y la investigadora Sandra Escher. No en vano, demostraron que personas sanas también escuchan voces. "Llegamos a la conclusión de que la escucha de voces en sí misma no es el síntoma de una enfermedad y que es la incapacidad para afrontar las voces lo que conduce a la conducta disfuncional y, por consiguiente, a la enfermedad", sentencian en su libro Dando sentido a las voces.
Según ellos, esas voces también pueden entenderse como un fenómeno psicótico que explota a causa de vivencias personales, especialmente en personas con antecedentes de traumas.
Eso es, precisamente, lo que cuenta Eleanor Longden es su charla TED, la cual acumula en YouTube 2,3 millones de visitas. Sufrió una agresión sexual en la infancia que nunca confesó y, desde entonces, se esforzó en camuflar su dolor siendo "la persona perfecta". Consiguió engañar a todos los demás, menos a su propia conciencia, que un día se despertó en forma de voz.
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"Esas voces respondían a traumas, a eventos traumáticos de mi vida y, por lo tanto, no eran enemigos, sino una fuente de conocimiento de problemas emocionales que podía solucionar", comenta la psicóloga. Sin embargo, en lugar de poder hacer frente a los problemas que tuvo en el pasado, recibió inmediatamente el diagnóstico de esquizofrenia y medicación, lo que hizo que su estado empeorara significativamente.
Implicación del personal sanitario
"En ocasiones, la atribución de un significado que acreciente el problema no está en la persona que escucha la voz, sino en los que le rodean, incluido el personal sanitario", sentencia un trabajo sobre el fenómeno de escuchar voces publicado por psiquiatras del Hospital Universitario Príncipe de Asturias (Madrid). "Cuando la escucha de un profesional es la justa para colocar la etiqueta y un paquete terapéutico consistente en psicofármacos y psicoeducación en el mejor de los casos, no sólo perdemos la oportunidad de ayudar al otro en una experiencia que puede haber sido devastadora, vaciamos de sentido el quehacer profesional", remacha.
Dice el psiquiatra español Manuel Desviat en un artículo de la revista Átopos que para muchos psiquiatras de hoy en día basta que una persona diga que escucha voces para diagnosticar esquizofrenia. Incluso bíblias de esta rama médica, como el DSM IV así lo recogen. Sin embargo, ha quedado demostrado que pueden ser la señal de algo más. "Es un hecho que con la medicalización de la locura, a mediados del siglo XIX, las voces se convierten en un síntoma de enfermedad, un síntoma físico donde se pierde su contenido semántico, estableciéndose la duda de si su contenido significa algo", reflexiona el profesional.
Poco a poco, estos discursos van obteniendo calado, al punto de que hace cinco años en The British Medical Journal se publicaba el caso de una mujer que escuchaba voces y que con intervención terapéutica había conseguido "aprender a vivir" con ellas.
En ningún caso se pretende eliminar la posibilidad de que las voces sean el síntoma de un trastorno mental grave, sino de introducir la duda de que no lo sean. Mostrar la gran variedad de experiencias y orígenes de las voces y, sobre todo, como pide Longden, eliminar el estigma y la vergüenza.