Carne con tomate, ñam. Con un poco pan, ñam. Una aceitunilla del Pacífico, ñam. Si tienes redes sociales es muy posible que te haya salido uno de los videos de Patica, un joven de Granada que está triunfando enseñando su comida en Tik Tok. Sus vídeos tienen cientos de miles de visualizaciones y algunos incluso millones; y no, no es porque enseñe lujosos restaurantes o platos de alta cocina. Patica come lo que come todo hijo de vecino, con su Freeway de limón —un refresco de marca blanca— "fresquita siempre y operativa".
Su contenido no puede ser más simple, pero eso no ha impedido que gane toda una legión de seguidores: ya son 1,5 millones en Tik Tok y más de 201.000 en Instagram. Su vídeo más visto ha alcanzado los 5,8 millones de visualizaciones y en él aparece devorando una lasaña recién salida del horno con la que se quema la lengua. Pero, ¿qué tienen exactamente estos vídeos para que nos gusten tanto? Patica no es un caso aislado y es que, de hecho, comer delante de la cámara es una tendencia que ha recibido el nombre de mukbang —que significa, simple y llanamente, retransmisión comiendo en coreano—. Además, las personas que graban estos vídeos suelen consumir cantidades masivas o comida basura.
"Te podría contar retos de redes sociales de todos los tipos y casi todos surgen por buscar llamar la atención", explica Guillermo Fouce, presidente de Psicología sin fronteras. "Los hay que son sumamente peligrosos y la gente puede encontrar satisfacción imitándolos". De hecho, si introduces la palabra mukbang en Tik Tok es fácil encontrar vídeos de muchas personas diferentes pegándose atracones de comida, que se han ido pasando el testigo de esta moda viral. Bandejas enormes de marisco, de alitas de pollo, cuencos de noodles interminables…
Atracones en vídeo
Los tiktokers españoles que han saltado a la fama haciendo mukbang son, en todo caso, algo diferentes: si bien es cierto que comen mucho y que no es, precisamente, saludable, en sus vídeos adquiere una mayor importancia la personalidad. Otro ejemplo de ello es Ginés Corregüela, un hortelano de Úbeda que alcanzó la fama en redes sociales armando y comiendo unos bocadillos pantagruélicos. En esta entrevista con EL ESPAÑOL, se le puede ver haciendo uno con aceitejo (sic.), magreta, siete huevos fritos, pimientos y, como siempre, gomas elásticas para poder cerrar semejante emparedado.
De hecho, el caso de Corregüela es especialmente llamativo porque gracias a la fama que ha obtenido en internet ha accedido a la última temporada del reality show Supervivientes. Actualmente cuenta con más de dos millones de seguidores en Tik Tok y más de 200.000 en Instagram. "Suelen ser vídeos muy estrambóticos, en redes sociales hay una sobresaturación de vídeos y la gente piensa en qué puede hacer para que le dé un like, hacer algo diferente y que les imiten", explica Fouce.
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Además, el mukbang promueve la imitación de estos hábitos insanos como son la ingesta excesiva de calorías y, por supuesto, de comida basura y ultraprocesada. A Patica le hemos visto consumir a diario refrescos azucarados e, incluso, derramar un largo chorro de mayonesa directamente en su boca. Fouce denuncia que muchos de estos retos que surgen en internet pueden expandir algunos trastornos: "También hay competiciones de anorexia y bulimia —que, en clave, se conocen como Ana y Mía— y que consisten en ver quién pierde más peso en una semana".
Una mala influencia
El psicólogo no considera que observar a gente comer produzca por sí mismo algún tipo de sensación placentera o de satisfacción, sino que simplemente es un contenido que busca la atención de los espectadores: "Tik Tok es la red social de los jóvenes por excelencia, que consiste en ir mostrando vídeos muy cortos y muy visuales a los que no hay que prestar demasiada atención, sólo impactan". En este sentido, el psicólogo advierte que los usuarios pueden crear una realidad "que no es la realidad".
Con esto se refiere a que Tik Tok, como otras redes sociales, utiliza algoritmos que nos muestran continuamente lo que más nos ha gustado y, en muchos casos, se repite, llegando a producir un efecto burbuja. Además, por supuesto, de ocupar el tiempo que dedicamos a otras cuestiones como, en el caso de los más pequeños, hacer los deberes, en los casos más extremos el psicólogo advierte que pueden hacer que nos olvidemos, incluso, de comer. Las redes sociales se han considerado habitualmente como una mala influencia para los jóvenes, pero un estudio reciente contradice esta teoría.
Se trata de un estudio británico publicado en la revista Nature Mental Health realizado en una población de 12.041 adolescentes del Reino Unido que no encontró ninguna relación entre el tiempo que pasaban en redes sociales y su malestar psicológico. "Pienso que hay un exceso de alarmismo, que se están utilizando [las redes] como chivo expiatorio de otras causas que seguramente sean más importantes, pero no quiere decir que no haya riesgo", advierte José César Perales, catedrático de Psicología Experimental de la Universidad de Granada en este artículo de EL ESPAÑOL.