1 de cada 7 adultos en España padecen enfermedad renal crónica (ERC), una afección que implica que los riñones van perdiendo gradualmente su capacidad para filtrar los desechos de la sangre. Pese a que es una enfermedad de alta prevalencia y creciente incidencia, es una patología ciertamente desconocida por la población general.
Se dice que la enfermedad renal crónica es una patología silenciosa ya que en sus primeros estadios “no da sintomatología hasta que la pérdida de la función renal es importante”, explica la doctora Marian Goicoechea, jefa del servicio de Nefrología en el Hospital General Universitario Gregorio Marañón. El 90% de los pacientes desconoce que padece la enfermedad cuando esta se encuentra en su etapa inicial y no acuden al especialista hasta que aparecen síntomas más graves como “edemas o hinchazón en las venas, náuseas, vómitos, pocas ganas de comer, picores y cansancio importante”, continúa la facultativa.
La prevalencia de la enfermedad renal crónica ha aumentado casi un 30% en la última década, situándose como la segunda causa de mortalidad que más ha crecido en la última década en España, solo por detrás del Alzheimer. Lamentablemente, “las perspectivas no son nada halagüeñas”, según apunta la doctora Goicoechea, pues entre las razones por las que continuará creciendo la incidencia de la ERC están “el aumento de la esperanza de vida y la alta prevalencia de enfermedades que comúnmente afectan a los riñones, como la diabetes o la hipertensión”, constituyéndose como un problema de salud pública cada vez mayor.
“El mejor tratamiento es el diagnóstico precoz”
En las poblaciones de riesgo, aquellas que padecen hipertensión, diabetes y obesidad, además de personas que tengan antecedentes familiares con enfermedad renal crónica y pacientes mayores de 60 años, “el mejor tratamiento es el diagnóstico precoz”, declara la nefróloga, ya que en la actualidad existen “fármacos que pueden frenar la progresión y evitar que el paciente llegue a terapia renal sustitutiva: diálisis o trasplante”, aclara.
El trasplante es una opción muy esperanzadora para estos pacientes y, de hecho, “casi un 60% de los 65.000 pacientes en terapia renal sustitutiva son portadores de un trasplante renal funcionante, pero desgraciadamente el trasplante no es la solución para todos, porque algunos nunca podrán optar a uno”, lamenta la especialista.
El resto de los pacientes en España con terapia renal sustitutiva, unos 30.000, reciben diálisis. En la última década el número de personas en nuestro país que ha precisado de esta terapia se ha incrementado un 31,9%, lo que implica también un importante aumento del gasto para el Sistema Nacional de Salud.
El coste medio de un paciente en diálisis supone alrededor de unos 50.000€ al año y “la ERC consume entre el 4% y el 5% del gasto sanitario en la actualidad”, manifiesta la doctora Goicoechea. Advierte que, “a pesar de ser una patología muy desconocida, su impacto sobre el sistema sanitario es muy relevante”. Sin olvidar, además, lo que supone este tipo de terapia para la calidad de vida de los pacientes, debido a que desde el momento en que inician su tratamiento “tienen que vivir dependiendo de una máquina hasta que le llegue un trasplante o incluso durante toda su vida”.
Presión sobre el sistema sanitario
La escasa innovación terapéutica en el tratamiento de la enfermedad renal crónica tampoco ha contribuido a reducir su carga económica y social. Un reciente informe de The Economist Impact, el think tank del grupo The Economist, que cuenta con el apoyo de AstraZeneca, ha puesto de relieve la urgencia de tomar medidas para instaurar políticas de detección precoz que ayuden a mejorar el abordaje de la enfermedad.
En primer lugar, “son muy necesarias las campañas de concienciación dirigidas al público general, que en gran medida desconoce esta enfermedad, informando sobre qué es la ERC y cuáles son sus factores de riesgo”, relata Marta Moreno, directora de Asuntos Corporativos y Acceso al Mercado de AstraZeneca España.
Por otro lado, debido a la presión que ya ejerce la ERC sobre el sistema sanitario, quizá la observación más destacada de este informe es la necesidad de implementar screening y cribado para la ERC a través de Atención Primaria, mediante revisiones analíticas de sangre y orina que valoren la función renal de los pacientes con mayor riesgo.
“Consideramos fundamental el integrar el diagnóstico precoz en la Atención Primaria dirigido a los pacientes con factores de riesgo, es decir, a las personas con diabetes, o con hipertensión, por ejemplo. La detección precoz permite ofrecer un plan de tratamiento basado en la evidencia para ralentizar la progresión y mejorar los síntomas”, concluye Moreno.
Para la doctora Goicoechea, “debemos trabajar conjuntamente con muchas especialidades médicas, pero sobre todo con nuestros compañeros de Atención Primaria, que son el pilar fundamental para que esta patología, que se considera silenciosa y oculta, empiece a sonar, se escuche y podamos cambiar su futuro”.