"Eso es de salir los fines de semana, de comer y beber en exceso". Estas fueron las palabras que José Roberto González (Oviedo, 1977) escuchó de su médico de cabecera cuando le dijo que se encontraba muy cansado y que no tenía fuerza. Como la respuesta no le convenció en absoluto, insistió hasta que tras muchas pruebas le hicieron un escáner con contraste. La insistencia de González no era fruto de su imaginación: le un diagnosticaron cáncer gástrico estadio IV con metástasis hepáticas. Le dijeron que era inoperable e incurable. Sin embargo, de aquel primer diagnóstico han pasado ya casi cuatro años y su perseverancia no ha cesado desde entonces.
"Quién me dice a mí que no va a existir una investigación que cronifique la enfermedad y pueda vivir 30 años más", comenta González al otro lado del teléfono. En una semana ha tenido una mejoría, por lo que no ha tardado en repetir la rutina que hace cada vez que se encuentra ante esta situación: "Acabo de estar con mis amigos. Cuando tengo un repunte lo primero que hago es llamar a todo el mundo, que me vean bien".
Aunque no siempre tomó este tipo de decisiones. Al principio incluso no quiso que los demás estuvieran mal por su culpa: "Como sabía que iba a pasar por un proceso muy duro le dije a mi pareja que lo mejor era que cada uno fuese por su lado". Ella se negó. "Su pareja ha influido mucho, saca la mejor versión de Rober". Quien habla en esta ocasión es la oncóloga médica del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) Paula Jiménez Fonseca. Pese a que esta doctora ha tratado a González desde su primer diagnóstico, la relación entre ambos va más allá de lo profesional. "No éramos amigos, pero sí que lo conozco desde niño porque estudiamos en el mismo colegio".
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Fonseca estuvo en el comité multidisciplinar que decidiría el futuro de este paciente. En este se plantearon tres alternativas: cuidados paliativos; un tratamiento de quimioterapia en el que no confiaban porque la situación estaba muy avanzada; o un ensayo clínico. Para esta última opción se requieren pacientes que estén en buenas condiciones. González no lo estaba. Trataron de mejorarle un poco a base de suero y aporte de nutrientes. Aun así, debió esperar un mes para iniciar tratamiento. Su cáncer sobreexpresaba el gen HER2 y pudo participar en un ensayo clínico con quimioterapia, agente antiHER2 (trastuzumab) e inmunoterapia o placebo.
114 kilómetros en bicicleta
"En realidad, nunca llegaremos a saber si lo que Rober recibió fue inmunoterapia o placebo", explica Fonseca acerca del ensayo clínico. Aunque por los buenos resultados obtenidos y la presencia de cierta toxicidad en su organismo, no cree que fuera placebo.
González siempre quiso poner de su parte y le preguntó a la oncóloga qué podía aportar él al tratamiento. Así fue como este paciente pasó de vender bicicletas en su tienda a pedalear 114 kilómetros desde su pueblo de origen, Grado, hasta Covadonga. Por supuesto, esta no fue su primera ruta. "Al principio hacía 15 kilómetros y estaba muerto".
Podía haberse rendido y quedarse en casa. Pero no lo hizo, y se lo tomó como una motivación. Sobre todo porque no era la primera vez que la salud de González estuvo en peligro. "Justo antes de que me diagnosticaran el cáncer, me fijaron tres vértebras en la espalda. Casi me quedo en sillas de ruedas. Si la vida ya te da un aviso, no creo que me haga falta un segundo".
El deporte le ayudó a luchar contra la enfermedad. El sufrimiento sobre la bicicleta lo extrapoló al cáncer. "Insistes y eres tenaz. Al final, cuando lo logras es toda una alegría. Entonces si lo puedes hacer con el deporte, por qué no lo vas a poder hacer con la enfermedad".
El ensayo clínico comenzó en junio de 2019. Las malas noticias llegaron en diciembre de 2020: el trastuzumab, el fármaco que se le estaba suministrando, dejó de hacer efecto. "Los pacientes con cáncer gástrico metastásico normalmente tienen una esperanza de vida limitada. Sin embargo, él había lograr sobrepasar las expectativas", valora positivamente la doctora Fonseca.
Afortunadamente, dado que muy probablemente había recibido inmunoterapia, los tratamientos posteriores funcionaron mejor de lo esperable. Así, después del ensayo se le reinició la quimioterapia, que le valió nueve meses más. En verano del pasado año volvió a tener una recaída. Como la radioterapia paliativa iba a ser insuficiente, González recibió 28 sesiones de la conocida como radioterapia radical.
La oncóloga radioterápica le dijo que era un superhéroe por haber aguantado un proceso tan duro. Aunque González lo entiende justo al contrario. "Yo no soy nadie especial, soy una persona normal. Los verdaderos superhéroes son los oncólogos, gracias a ellos puedo seguir viviendo".
Por qué llamarlo terminal
Tras aquel tratamiento, no puede subirse —de momento— a la bicicleta. Aunque esto no significa que González se haya dado por vencido. "Ahora soy yo el que sale a la calle y dice 'voy a dar dos vueltas a la manzana'". Con esta expresión explica que quizás no todo el mundo termine realizando su reto de 114 kilómetros en bicicleta, pero siempre se puede hacer algo, por poco que sea. "Cada enfermo tiene que conocer sus límites".
Al igual que se negó desde un principio a dar pena, tampoco aceptó en ningún momento la palabra terminal que lleva implícito su diagnóstico. "Si mañana me atropella un coche, ¿de qué me muero? De un atropello, no de cáncer". Considera que esta enfermedad puede imponerte un miedo que no quiso para él: "Yo quiero vivir. Dentro de mis posibilidades, claro".
Aunque no se levante cada día pensando que es una persona enferma, es consciente de ello. "Sí, estoy enfermo. Pero esto no me impide tener una vida y poder hacer cosas". Cree que si se deja condicionar con que es un enfermo terminal, no va a vivir de la misma manera. Lo tuvo claro desde un principio, cuando aceptó y normalizó la enfermedad. "Hay gente que tiene diabetes, a mí me tocó un cáncer".
Aun así, reconoce que no se trata de una tarea fácil. "Todo es cuestión de entrenar, a nivel físico y emocional". En realidad, González entiende que lo fácil es repetirse una y otra vez "me encuentro mal", y que a la cuarta ya has entrado en una depresión en la que la única salida es estar peor. "Hoy no me encuentro bien, pero mañana me tengo que encontrar mejor".
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La doctora Fonseca coincide también en este aspecto con su paciente. "Terminal define la etapa final del cáncer, cuando la esperanza de vida es muy limitada". González ya va camino de los cuatro años. Sí que es cierto que el estadio IV es el más grave que puede existir en este tipo de enfermedades, pero, como recalca González, no tiene por qué ser terminal.
Un influencer atípico
Este paciente ha conocido más historias como la suya en el hospital. Precisamente, el día que atiende a este periódico se ha encontrado con una persona a la que le habían detectado un tumor en la mandíbula que se había extendido hacia los órganos blandos. "De aquello hace ya ocho años, y ahora me cuenta que está corriendo carreras de montaña".
También guarda especial cariño a una paciente que conoció hace más tiempo. "Tenía una barrera con el cáncer y no salía de su casa". En un gesto anodino por su parte, empezaron a seguirse en redes sociales. "A partir de ahí se dijo 'si este chico sale en bici, por qué no voy a salir yo a caminar'".
A día de hoy, esta paciente con la que González mantiene una muy buena amistad no sólo decide ir andando en vez de coger un taxi cuando tiene que ir al hospital, sino que incluso se marcha de vacaciones.
No es la única persona sobre la que González ha ejercido una influencia positiva. En sus redes sociales acumula ya más de 3.000 seguidores. Aun así, rechaza por completo que se le llame influencer. "No me gusta eso de influencer. Yo soy del 77, soy viejo". Se siente satisfecho sólo con saber que pudo ayudar a otras personas a llevar mejor la enfermedad. "Esto es lo más gratificante", sentencia.
Le gusta transmitir esta motivación a los médicos y a los enfermeros que le tratan. También a quienes no tienen ningún problema de salud. "Nos centramos tanto en este estilo de vida que llevamos, queriendo vivir cada vez más rápido, que muchas veces nos olvidamos de los pequeños detalles".
Aunque la ayuda de este paciente va más allá de la pantalla del móvil. Así, ya que iba a hacer 114 kilómetros desde Grado hasta Covadonga, decidió vender equipaciones y camisetas para donar todo lo recaudado a la Fundación de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM). Con aquel dinero se creó la primera de las dos becas de investigación contra el cáncer gástrico que ya ha entregado.
La tercera la protagonizará el ultrafondista Nicolás de las Heras el próximo 12 de mayo, cuando realice el Camino de Santiago Primitivo. Un total de 320 kilómetros y 60 horas. González lamenta que no vaya a poder acompañarle. "Planteamos hacer un reto más corto. Él, corriendo. Y yo, en bicicleta". Pese a ello, no pierde la esperanza no sólo de que terminen haciéndolo sino que "gane a Nicolás".
Pero que González quisiera participar en esta tercera beca de investigación o que tenga cierta influencia en redes sociales no significa que tenga afán de protagonismo, ni mucho menos. "No quiero ser el alma matriz. Pero qué mejor legado que el de saber que estuve ayudando a otras personas. Eso es lo más bonito que puede dejar uno en la vida".