Una revisión de 78 estudios relacionados con el uso de cigarrillos electrónicos concluye que estos son más eficaces para dejar de fumar que los parches y chicles de nicotina. La mayoría de médicos afirman lo contrario y advierten que sirven como puerta de entrada al consumo de tabaco, sobre todo entre los adolescentes. La polémica está servida.
El concepto que defienden algunos sanitarios (en minoría) es que el uso del cigarrillo electrónico o de los vapeadores sirve como puente para abandonar el tabaquismo, lo que se conoce como 'reducción de daños', un mantra repetido, precisamente, por la industria del vapeo y que se basa en que estos productos son –en teoría– menos perjudiciales que un cigarro normal, ya sea por la menor cantidad de productos químicos o porque sustituye la combustión por la vaporización.
"La reducción de daño en tabaco no es un concepto de salud pública sino el nuevo mantra de la industria del tabaco", afirma tajante Rodrigo Córdoba, miembro del grupo sobre abordaje del tabaquismo de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria, Semfyc. "Anteriormente fueron el filtro y el tabaco light. Su objetivo es tranquilizar a los fumadores y retenerlos en su adicción a la nicotina".
[El peligro del nuevo 'boom' del vapeo: "Que tengan menos tóxicos no significa que hagan menos daño"]
Los partidarios de la reducción de daños cuentan de su parte un poderoso aliado. Cochrane es una organización sin ánimo de lucro con sede en Reino Unido que realiza revisiones, en principio, independientes sobre distintas intervenciones en salud. Fue fundada por el médico danés Peter Gotzsche, considerado la bestia negra de la industria farmacéutica por la dureza de sus ataques a los laboratorios y a los estudios que utilizan para defender los beneficios de sus medicamentos.
Es precisamente una de las revisiones de Cochrane la que ha concluido que hay una alta evidencia de que los cigarrillos electrónicos son más eficaces que las terapias sustitutivas de nicotina para dejar de fumar. Antes de continuar, una advertencia: la organización expulsó a Goztsche a finales de 2018 acusándolo de socavar su propio trabajo después de que el danés criticara una de sus revisiones sobre la vacuna del papiloma humano. Muchos vieron en ello un triunfo de la industria farmacéutica.
El estudio que nos concierne se basa en la revisión de 78 trabajos previos, con un total de 22.052 participantes. 40 estudios se basaban en ensayos clínicios aleatorizados, el tipo de experimento con mayor calidad científica. Ojo: los autores advierten que 50 de los 78 estudios tienen un "alto riesgo general de sesgo". Esto incluiría buena parte de los ensayos clínicos aleatorizados.
La conclusión más poderosa de este trabajo es que las tasas de abandono del hábito de fumar fueron más altas en consumidores de cigarrillos electrónicos con nicotina que los de chicles y parches. De cada 100 abandonos, los vapeadores conseguirían cuatro más. El número de eventos adversos entre los dos grupos sería similar.
[El rechazo de Competencia a equiparar cigarrillos y vapeadores obliga a rehacer la Ley Antitabaco]
Además, los cigarrillos electrónicos con nicotina serían más eficaces que aquellos que no la contienen: por cada 100 abandonos añadirían siete adicionales. No obstante, la certeza de esta afirmación es moderada, según la propia revisión.
La última de las conclusiones del trabajo es que el cigarrillo electrónico sería más eficaz para dejar de fumar que, simplemente, no hacer nada. Advertencia: en este caso, el trabajo considera el nivel de certeza de esta frase como "muy baja".
Puerta de entrada al tabaco
No es la primera vez que Cochrane realiza revisiones sobre los cigarrillos electrónicos. De hecho, de los 78 estudios incluidos, solo hay 17 nuevos respecto a la última edición. Rodrigo Córdoba apunta que sus resultados, sin embargo, "no cambian nada de lo que ya sabemos". Es decir, que lo más habitual es que quien vapea también consumo tabaco tradicional: entre el 60% y el 90% lo hacen, "lo que aumenta el riesgo para la salud".
"El 99% de los médicos no los recomendamos porque en la actualidad no existe evidencia científica de que el vapeo pueda servir para dejar de fumar", sostiene. De hecho, "son una puerta de entrada al tabaco en menores y adultos jóvenes. Una de las causas del repunte del tabaquismo en jóvenes es la popularización del vapeo y la pipa de agua. Y eso contribuye a que el balance entre cesaciones e inicio sea claramente desfavorable".
Según la última Encuesta sobre el Uso de Drogas en Enseñanzas Secundarias en España (ESTUDES), de 2021, el 22,8% de los adolescentes entre 14 y 18 años había utilizado cigarrillos electrónicos en el último año; el 8,1% de ellos en el último mes. Aquellos que habían fumado tabaco tradicional alguna vez en su vida se situaban en el 38,2%.
El 60,7% de los vapeadores utiliza cartuchos sin nicotina, por el 14,9% que consume los que sí la llevan, mientras que el 24,4% afirma usar los dos tipos. Curiosamente, dos tercios de los consumidores de cartuchos sin nicotina son chicos.
Este informe detecta "una relación entre el consumo de tabaco y los cigarrillos electrónicos": más del 77% de los estudiantes que han fumado tabaco reconocen haber vapeado. Entre aquellos que fuman tabaco diariamente, el 87,8% también ha consumido cigarrillos electrónicos, principalmente sin nicotina.
Una "epidemia" de cigarrillos electrónicos
ESTUDES lleva realizándose desde 1994. En su última edición entrevistaron a 22.321 alumnos de 531 centros educativos. Entre las conclusiones destaca que la percepción de riesgo del consumo del tabaco o cannabis es menor en jóvenes que han vapeado alguna vez que en los que no lo han hecho.
"Nos están intentando colar los cigarrillos electrónicos con nicotina y sin nicotina", advierte Andrés Zamorano, presidente del Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo, formado principalmente por asociaciones de médicos y otros profesionales sanitarios. Compara el cigarrillo electrónico con una bomba atómica: "Sabemos que una no atómica hace menos daño, pero no por eso recomendaríamos lanzarla".
Zamorano, que también es portavoz de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia, SEMG, afirma que estamos viviendo una "epidemia" de cigarrillos electrónicos sin nicotina, "dirigidos no solo a adolescentes sino también a niños, que se venden en cualquier establecimiento, baratos y con la falsa premisa de que son inocuos".
Por ello ve "peligrosísimo" modelos como el de la reducción de daños. "Todos conocemos a alguien que ha comenzado a usar cigarrillos electrónicos y ha podido dejar de fumar. Pero, hablando de salud pública, no se puede recomendar que sirvan para hacerlo, ni decir que sean menos tóxicos".
De hecho, recalca, si fueran eficaces y seguros para dejar de fumar, "las empresas los hubieran presentado a la FDA [la agencia estadounidense de medicamentos] y la EMA [la agencia europea] como producto para dejar de fumar".
Precisamente, el Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo presentó esta semana la 'Declaración Endgame', que insta al Gobierno a reducir a un 5% de la población el consumo de tabaco en cualquiera de sus formas de aquí a 2030. Esta declaración la firman las sociedades de médicos de primaria y de hospital, pero también entidades como la Asociación Española Contra el Cáncer y Facua.
El modelo de reducción de daños no es nuevo. Parte de un artículo publicado en 2013 donde se afirmaba que el riesgo para la salud de estos productos es un 95% inferior al de los cigarrillos tradicionales. Basándose en ello, Reino Unido implantó un programa de reducción del tabaquismo basado en estos productos.
La cuestión es que, hoy en día, la afirmación del 95% no se puede sostener. En 2019, un brote de una afección pulmonar relacionada con su consumo –bautizada como Evali, acrónimo en inglés de 'lesión pulmonar asociada a cigarrillo electrónico o vapeo'– se saldó con 2.668 afectados y 68 fallecidos en Estados Unidos.
[Las autoridades sanitarias de EEUU 'absuelven' al vapeo del brote de lesiones pulmonares]
Un reciente documento elaborado por la Dirección General de Salud Pública del Ministerio de Sanidad cita, entre los principales daños asociados a estos productos se encuentran efectos adversos en las vías respiratorias similares a los del tabaco, sustancias cancerígenas presentes en los líquidos o aerosoles, la emisión de propilenglicol o partículas de 2,5 micras de diámetro que pueden contaminar los espacios cerrados con riesgos para la exposición pasiva e incluso la detección de metales pesados como cromo, el cobre, el zinc o el estaño, tóxicos a concentraciones muy bajas.
"Existen cada vez más estudios que reflejan, de forma clara, los efectos perjudiciales para la salud ocasionados por el consumo de los cigarrillos electrónicos", reza el documento. Por tanto, "no se encuentra justificado su uso como estrategia de reducción de riesgo ante el tabaco". Además, "la eficacia de los cigarrillos electrónicos como ayuda para dejar de fumar no ha sido demostrada". Sobre todo, porque no se ha visto que ese abandono llegue a ser sostenido en el tiempo: la revisón de Cochrane marca un espacio temporal mínimo de seis meses, algo habitual en los ensayos clínicos pero insuficiente para tomar conclusiones en la vida real.
Con todo, el 61% de las personas que los adultos consumen lo hacen para reducir o detener el consumo de tabaco, según datos del Eurobarómetro de 2017. También hay un 35% que piensa que es menos dañino, por un 25% que piensa que es más barato o un 12% a quien le gustan los sabores.
Por cierto: entre quienes lo utilizaron para dejar de fumar, la mitad de ellos no llegó a reducir el consumo de tabaco tradicional. Hubo un 14% que dejó de fumar completamente y un 10% que abandonó el hábito pero lo recuperó con el tiempo. Eso sí: un 5% acabó fumando más todavía.