Una investigación realizada en los Países Bajos ha permitido identificar un nuevo síntoma predictor de la aparición del cáncer de mama en las pacientes con hasta dos años de antelación. Este hallazgo, publicado en el European Journal of Cancer y presentado en la Decimotercera Conferencia Europea sobre el Cáncer de Mama que se celebra en Barcelona, abre la puerta al desarrollo de tests de sangre para mujeres con riesgo genético y hereditario. La clave estaría en la alteración de determinadas proteínas que permitirían un tratamiento temprano, aumentando la supervivencia.
El trabajo ha contado con los datos proporcionados durante la última década por el ensayo Early Serum Test Breast (TESTBREAST) que se desarrolla todavía con 1.174 pacientes femeninas. Las participantes sufren un riesgo incrementado de padecer un tumor de mama porque hay antecedentes en su familia, o porque poseen variantes genéticas que aumentan las posibilidades.
Cada año, las voluntarias han estado sometiéndose a análisis de sangre de forma regular, que se repiten en el momento en el que a alguna se le diagnostica cáncer de mama. A continuación, los investigadores usan espectrometría de masa para analizar los distintos niveles de proteínas en la sangre de los pacientes, buscando las variaciones relevantes que hayan podido producirse con el paso del tiempo y el progreso de la enfermedad.
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Hasta la fecha, los investigadores han realizado análisis detallados de una treintena de muestras de sangre extraídas tanto de tres de las participantes que han desarrollado tumores de mama como de otras tres que se mantienen libres de cáncer. Lo que han podido comprobar es que se han producido importantes diferencias entre ambos grupos a medida que unas de ellas progresaban hacia la enfermedad. En concreto, un conjunto de seis proteínas presentaba niveles más altos o más bajos de uno a dos años antes de que se realizara el diagnóstico.
"Estas proteínas pueden ser una base para detectar a tiempo el cáncer de mama en pacientes de alto riesgo mediante un test de sangre", explica Sophie Hagenaars, investigadora predoctoral del Departamento de Cirugía del Centro Médico de la Universidad de Leiden. "Es importante apuntar que hemos apreciado una mayor variabilidad de los niveles de proteínas entre las pacientes que sufrieron el cáncer y las que no, más aún que en las misma pacientes a medida que desarrollaban el cáncer", señala.
Según Hagenaars, esto implica que las pruebas deberían basarse tanto en las proteínas que muestras niveles alterados de un paciente a otro, como en las proteínas del propio organismo que se descompensan con el tiempo. El siguiente paso será aplicar esta medida a un grupo mayor de participantes en el ensayo TESTBREAST, así como en otros estudios de cohorte sobre riesgo de cáncer. "Si estos datos se validan, podrían usarse estas pruebas como apoyo para las técnicas de cribado actuales. Los tests de sangre son relativamente simples y no especialmente dolorosos para la mayoría, por lo que se podrían hacer a menudo".
La doctora Laura Biganzoli, copresidenta de la Conferencia Europea sobre Cáncer de Mama y directora del Centro de Mama del Hospital Santo Stefano de Prato (Italia), ha valorado positivamente estos descubrimientos. "Las mujeres con alto riesgo de sufrir cáncer de mama participan en programas de cribado en momentos determinados, pero si logramos desarrollar un análisis de sangre, esto podría permitir una orientación personalizada y un diagnóstico del cáncer de mama en su etapa lo más temprana posible.