Cuando se hace un descubrimiento de un medicamento nuevo que cura o disminuye una enfermedad, la noticia se celebra entre la sociedad científica y los pacientes. Los medios se hacen eco del acontecimiento y supone un avance más en la mejora de la salud. Sin embargo, lo que muchos no saben es que la ciencia no se queda ahí y los profesionales siguen investigando para hacer esos nuevos medicamentos más efectivos y más fáciles de aplicar, entre otras cosas. A ese proceso de mejora de los medicamentos se le llama innovación incremental.
En comparación con la innovación radical (la creación de nuevos medicamentos que se desarrollan para una necesidad médica no cubierta), la innovación incremental no llama tanto la atención, pero es fundamental para la mejora de la vida de los pacientes y facilita la labor de los profesionales sanitarios.
"Son variaciones en la formulación y concepto original del medicamento que generan notables ventajas para pacientes y profesionales sanitarios, tales como mayor rapidez de actuación, facilidad de uso o mejoras en la eficacia del compuesto y en la adherencia del paciente al tratamiento", explica el director del Departamento Técnico de Farmaindustria, Emili Esteve.
Todo ello, añade Esteve, contribuye al ahorro y la eficiencia del sistema sanitario, ya que "una mayor adherencia o cumplimiento de tratamiento por parte del paciente implica un mayor control de su enfermedad y, por tanto, menor riesgo de recaídas y necesidad de otros recursos sanitarios".
En un vídeo divulgativo elaborado por Farmaindustria, se muestra además que la llamada innovación incremental es la continuación natural de la innovación transformacional y se puede clasificar en seis grandes grupos:
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Medicamentos que suponen una evolución de otro ya consolidado y que mejoran su eficacia o tolerancia en determinados pacientes.
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Medicamentos que unen varios principios activos en un solo fármaco, para evitar la toma de muchas pastillas, un factor muy importante en el caso de los mayores polimedicados.
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Medicamentos que modifican su forma farmacéutica para facilitar su toma en determinados grupos de pacientes.
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Medicamentos que se usan para enfermedades distintas para las que fueron creados, pues al utilizarse en la práctica clínica se revelan útiles para otras patologías.
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Medicamentos que incluyen dispositivos que facilitan su uso. En este caso destacan, por ejemplo, los fármacos inyectables y tratamientos más complejos que la toma de un comprimido o para pacientes con capacidades motoras limitadas.
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Medicamentos que incorporan aplicaciones digitales para mejorar su control y seguimiento.
Pese a las evidentes ventajas de este tipo de investigaciones, la innovación incremental muchas veces no se valora como se debería y es una gran desconocida para la población en general. Juan Francisco Perán, presidente de la Federación Española de Diabetes (FEDE), recuerda que “en los últimos diez años, aproximadamente el 40% de los medicamentos que han llegado lo han hecho a través de este tipo de innovación”.
Más participación
Por eso, desde las asociaciones de pacientes reclaman más información y campañas divulgativas que muestren su valor, así como inversión, que promueva su desarrollo. También piden una mayor participación de los pacientes en la toma de decisiones, desde la investigación y desarrollo de esta innovación, hasta la financiación por parte de la Administración.
"Las autoridades sanitarias deciden qué, cómo y cuándo se puede disponer de un fármaco en el Sistema Nacional de Salud, y precisamente por ese motivo es muy importante que tengan también en cuenta el conocimiento de los pacientes", afirma Juan da Silva, vocal de la Junta Directiva de la Plataforma de Organizaciones de Pacientes (POP) y presidente de la Federación Española de Fibrosis Quística (FEFQ).
"Hay mucha información al respecto que los pacientes que necesitamos esos fármacos podemos trasladar, no solo sobre las mejoras que pueden aportar a nuestra vida, sino también sobre los posibles efectos adversos o interacciones con otros tratamientos. En este sentido, reclamamos que se potencie y se invierta en innovación, porque gracias a ella los pacientes podemos vivir más y mejor", añade Da Silva.
En este sentido, desde Farmaindustria recuerdan que la falta de consideración de los beneficios reales, y no solo clínicos, que genera la innovación incremental supone un obstáculo para el acceso de los pacientes a estos medicamentos. El motivo es que al final del proceso de aprobación y fijación de precio, o estos fármacos no son incluidos en la prestación pública o, si lo son, es a precios tan bajos que su lanzamiento y producción no resulta de interés para la compañía farmacéutica que ha invertido tiempo y dinero en su desarrollo.
Todos estos factores constituyen una clara desventaja para la innovación incremental, perjudicando también a compañías farmacéuticas de pequeño y mediano tamaño. Este tipo de empresas, que son en su mayoría de capital nacional, pueden recurrir de forma más sencilla a este tipo de innovación porque es una forma más rápida de innovar y con menos riesgos.
Así pueden compensar los mayores costes y tiempos que genera la innovación radical, que implica procesos de entre 8 a 10 años, y más de 2.500 millones de euros de inversión. Además del beneficio para pacientes y empresas, el aprovechamiento de la innovación incremental tiene también unas consecuencias directas en el tejido innovador y productivo de nuestro país.
"Disponer de medicamentos evolucionados por y para satisfacer las necesidades de personas que viven solas, con problemas de movilidad, que toman muchos medicamentos, con múltiples enfermedades y crónicas o simplemente necesitadas de pequeñas soluciones que hagan su vida más fácil debe tener su reconocimiento", declara Emili Esteve. "La industria farmacéutica ha querido pensar también en ellos, sumando, gracias a la I+D, pequeñas revoluciones que aportan grandes beneficios a los pacientes", concluye.