"Soy un adicto al sexo". Así de contundente se muestra Ricardo (nombre ficticio) al contar a su psicoterapeuta cómo sus deseos han acabado convirtiéndose en un severo trastorno, en un infierno. Llegó a implicar a su pareja, no dejaba de buscar nuevos encuentros sexuales mientras veía porno e incluso llegó a dejar su trabajo para tener más tiempo libre para sus impulsos. "Daba igual que fueran compañeras de trabajo, amigas o vecinas".
Rememora que con tan solo cinco o seis años "jugaba con mis primas a besarnos". Alrededor de los nueve años le cogía a su padre revistas y vídeos porno. Además, desde que tuvo su primer orgasmo se masturbaba cada vez con más frecuencia. "Ni siquiera el sexo con mi pareja me hacía disfrutar tanto". A los 21 años su vida "era aburrida", por lo que empezó a conocer a chicas por Internet y también "acudía a prostíbulos". Con este contexto, conoció a su actual pareja, "la mujer de mi vida", como la llama él.
Aun así, le era infiel y llevaba una doble vida que le terminaría también por aburrir: "Decidí proponer a mi mujer el intercambio de parejas". En menos de un mes de casados ya habían tenido su primer encuentro swinger (como se conoce a este tipo de relaciones en inglés). Aunque esta situación se le terminó yendo de las manos: "Decido dejar mi trabajo para poder dedicarme en exclusiva al sexo". Finalmente, terminó confesándole una parte de su "otra vida" a su mujer, quien le daría una segunda oportunidad. Sin embargo, todo cambió cuando ella sufrió un ictus y tuvo que estar ingresada en el hospital.
Fue ahí cuando decidió comenzar su rehabilitación: inició un tratamiento con un psiquiatra y además recibió terapia del psicoterapeuta y psicólogo Fernando Botana, que es quien ha relatado a este periódico el testimonio de este adicto al sexo que acude a su consulta. Experiencias como ésta han demostrado a Botana que esta adicción "la sufren más los hombres que las mujeres", aunque se trata de "un trastorno que puede sufrir cualquiera". En este sentido, coincide con la psicóloga y sexóloga Marta Ortega, quien señala que la bibliografía demuestra que "son más hombres que mujeres" y "más jóvenes que mayores".
["Yo soy ludópata": así es el infierno de un adicto a las apuestas con sólo 22 años]
La adicción al sexo no se ha incluido en la guía DSM-5-TR acerca de los trastornos mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría. En cambio, la Organización Mundial de la Salud (OMS) sí que la consideró como un problema de salud mental dentro de la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y Problemas Relacionados con la Salud (ICD-11) del año 2018.
Más allá de las definiciones, se desconoce la cifra oficial de personas que sufren esta adicción. El doctor en Psicología Rafael Ballester maneja datos que le resultan preocupantes para las nuevas generaciones: "Un 25% de los jóvenes ha visto ya material pornográfico que incluye sumisión y dominancia". Este porcentaje se queda en nada cuando afirma que "el 97% de los chicos entre 12 y 17 años han consumido porno".
Cuál es el perfil
Sin duda, la ausencia de estadísticas provoca que el perfil del adicto al sexo sea complicado de dibujar, como ya han apuntado algunos estudios. Como demuestra el testimonio de Ricardo, es falso el mito de que la adicción al sexo se vincule siempre con la ausencia de pareja. En este sentido, Ballester señala que "cada vez hay más pacientes que no tienen ningún otro tipo de problema", como sí solía suceder antes. "Ahora es cualquiera, gente de lo más normal".
La sexóloga Ortega se ha encontrado en los cinco años que lleva tratando con adictos al sexo un perfil bastante claro que "utiliza el sexo como vía de escape a los problemas de su día a día". Es por este motivo por lo que Botana, en primer lugar, opta por "no tratarlo como un adicto" hasta que no se descarten causas como "una enfermedad o un medicamento que incremente su tensión sexual". Pues en algunas situaciones lo que hay realmente es una ansiedad que se busca calmar con el sexo.
El director de Impasse Adicciones también ha recibido pacientes que confundían la adicción al sexo con la infidelidad: "He visto a hombres casados que venían acompañados de sus mujeres que me pedían que 'curara la adicción de su marido' porque le había sido infiel". Entonces, ¿cómo sabemos si estamos ante un adicto al sexo?
[Sexo: estos son los únicos 'cuernos' que aceptan los hombres heterosexuales]
Por establecer una cifra orientativa, Ballester asegura que "alguien que se masturbe más de 11 veces a la semana podría tener un problema de adicción". Otro de los indicios es que "gestione su angustia con una conducta sexual", como asegura Botana. Esto es, intentar regular las emociones a través del sexo es uno criterios que se utiliza para hablar de hipersexualidad, que es aquel impulso sexual difícil de controlar.
Ortega considera que estaríamos hablando de una adicción al sexo si pone en riesgo su salud, exponiéndose, por ejemplo, a una posible enfermedad de transmisión sexual (ETS). Una cuestión relevante también es la interferencia; es decir, que alguien sea capaz de masturbarse en un espacio de trabajo sin pensar que pueda llegar a ser pillado, añade Ballester.
Ninguno de los dos son partidarios de que el tratamiento consista en prohibirle el acceso al adicto. Esta última reconoce que no hay evidencias científicas de que haya servido esta vía. Además, se trata de "un comportamiento humano como podría ser el acto de comer", por lo que apunta hacia otra dirección: "Lo que queremos es que la persona aprenda a manejar su impulso de tal forma que no le suponga una interferencia".
"Yo no quiero que dejen de tener relaciones sexuales", responde de manera contundente Ballester. Por su parte, Botana entiende que "lo que hace falta es llegar al fondo de la cuestión". Y aunque la medicación pueda ser útil en algunos casos, "hay pacientes que no la usan".
Del porno al pago
Que los jóvenes tengan un acceso menos limitado a las "imágenes ficticias del porno" —como las define Ballester— no significa que sea la causa principal de los nuevos adictos al sexo. Sin embargo, este doctor muestra su preocupación por que "cada vez más gente socializa antes con el porno que con una relación sexual".
Tienen así una distorsión de la realidad, lo que provoca que el 87% de los varones jóvenes consideren la pornografía como un fiel reflejo de la sexualidad real, como señala un estudio en el que colaboran la red Jóvenes e Inclusión Social y las universidades de Illes Baleares y Santiago de Compostela. Como consecuencia de ésto, Ballester ha recibido a jóvenes con problemas de eyaculación precoz y muchos otros complejos por los que "se sienten mal con su sexualidad al compararla con algo que no es la realidad".
Botana asegura al respecto que "el acceso de los jóvenes a la pornografía está teniendo una influencia de tal magnitud" que todavía no somos capaces de evaluar en su totalidad al ser un hecho reciente. Así, ha notado que "la mayoría de los casos que acuden a la clínica es por visualización de porno". Y de ahí hay quienes dan el salto al "contacto sexual directo con mujeres de pago". Sin embargo, un meta-análisis publicado en 2020 indica que "la pornografía violenta se correlaciona débilmente con las agresiones sexuales". Incluso, hay estudios a nivel poblacional que sugieren que la cada vez mayor disponibilidad de pornografía se asocia con una reducción de estas agresiones.
[La mentira del porno y las 'manadas' en España: su consumo no aumenta las agresiones sexuales]
Los tres expertos consultados por EL ESPAÑOL han coincidido en que una medida de prevención podría ser una buena educación sexual. "Pero si ya es difícil enseñar matemáticas, imagínate en el tema sexual", imagina Botana pensando en los debates que se podrían generar acerca de una adicción que "tiene la amenaza del tabú". De hecho, Ballester considera que la educación sexual "debería acompañar a lo largo de toda la vida". En este sentido, Ortega añade que la escasez no solo la encontramos en las aulas, sino también en una investigación que "no estudia la adicción al sexo como una realidad clínica".