En 2020, Pamplona contemplaba con lágrimas en los ojos y la mascarilla obligatoria en el rostro la primera suspensión oficial de los Sanfermines desde la época de la Guerra Civil. La manifestación del Orgullo Gay en Madrid tenía que celebrarse de forma virtual. Dos años después, la pandemia no ha terminado, pero han vuelto las aglomeraciones masivas, los macroconciertos y los turistas, y se han marchado las medidas de restricción pese a estar inmersos en la séptima ola de la Covid-19. Y sin embargo, algo parece haber cambiado, en palabras de los expertos, en el "paradigma".
Esta séptima ola de contagios, impulsada por las subvariantes BA.4 y BA.5, resulta estremecedora vista desde la distancia. El número de pacientes ingresados por Covid se ha duplicado en un mes, de 6.500 hasta más de 12.000, una ocupación hospitalaria que pasa del 5,5% al 9,9%. Pero al poner la lupa en la última semana, se aprecia un frenazo en el aumento de hospitalizaciones: ha pasado de escalar 1,2 puntos en tres días a hacerlo solo 4 décimas, del 9,5% al 9,9%. Así, la ministra de Sanidad, Carolina Darias, apuntaba a que el "crecimiento de la curva epidémica" de la covid presenta signos de "ralentización".
Según Darias, se observa una "aminoración" en el ritmo de los indicadores, incluida la Incidencia Acumulada en mayores de 59 años. Esta cifra alcanza los 1.225 casos por cada 100.000 habitantes, algo que habría resultado devastador con anteriores variantes. Sin embargo, los ingresos en Cuidados Intensivos siguen contenidos en unos 500 pacientes, un 5,7% de ocupación UCI. En febrero, cuando aún arreciaba la ómicron original, esta Incidencia se tradujo en 1.600 críticos, un 16% de ocupación.
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Tal y como se observó en Portugal con unas semanas de anticipación, la 'ola de las subvariantes' BA.4 y BA.5 no provocó un aumento sustancial de los casos graves y la mortalidad. "Ahora respondemos como ante una infección respiratoria clásica, un catarro quizás más complicado o de tipo gripal", explica a EL ESPAÑOL Alfredo Corell, catedrático de inmunología en la Universidad de Valladolid.
La tendencia en el país vecino invita a pensar que la desaceleración continuará y rebasaremos el 'pico' antes de que termine el mes. "Pero sigue habiendo personas vulnerables, que han perdido las defensas o que no se vacunaron, a las que ómicron puede provocar una enfermedad grave. Yo no le quitaría hierro a su virulencia", advierte Corell.
Mascarilla y aglomeraciones
¿Son las nuevas subvariantes del SARS-CoV-2 intrínsecamente menos peligrosas, o es la imunidad adquirida lo que cambia el perfil de la ola? "La inmunidad que hemos generado es lo más importante", valora Corell. "Ahora mismo, la enfermedad es más leve porque estamos inmunizados prácticamente al 100%, entre la vacunación de más de un 92% de los mayores de 12 años y la infección tanto con variantes previas como con ómicron, que debe afectar ya como mínimo al 75% de la población. La situación no tiene nada que ver con 2020, cuando llegó un virus nuevo".
Según el inmunólogo, las personas vulnerables y sus convivientes deberían seguir maximizando precauciones. "Si van a un evento de concentración masiva de gente aunque sea al aire libre -sea el Orgullo, los Sanfermines, un concierto o un partido de fútbol-, esos dos grupos deberían llevar mascarilla. Son momentos en los que se está quieto mucho tiempo en un mismo sitio, y hay mucho grito y cántico que lleva a exhalar aire. Si hay personas contagiadas, habrá aerosoles aunque los desplacen la ventilación natural. Pueden ser momentos puntuales de contagio".
Para Corell, BA.4 y BA.5 están "rompiendo el paradigma" de la pandemia, y eso puede provocar que, unido a una falta de comunicación efectiva por parte de las autoridades, cunda la confusión. "Ha convergido que no tengamos restricciones obligatorias salvo en transportes y centros sociosanitarios. Después, que los españoles queramos recuperar socializando en estos dos meses lo que no pudimos los dos años anteriores. Y, tercero, los síntomas han cambiado: si tienes diarrea, no sospechas que tienes Covid y ya es contagioso. Ahora puedes estar cuatro días con síntomas antes de dar positivo en un test de antígenos", concluye.