El cuidado y la atención de la piel es una de las partes de la Medicina que más importancia está cobrando en los últimos tiempos. Como el órgano más grande del cuerpo humano, es capaz de avisar de enfermedades que se están desarrollando en nuestro interior, como problemas en el hígado, riñón o diabetes mal controladas. Incluso un estudio del Instituto Jefferson fue capaz de determinar que, analizando la piel de recién nacidos con epidermólisis ampollosa, se podía predecir si tendrían una afección cardíaca en el futuro.
Sin embargo, no todo lo que ocurre en nuestra piel es indicativo de problema. Es el caso de los popularmente conocidos como puntos rojos, una especie de manchas de dicho color que, a simple vista, pueden ponernos en alarma, cuando en realidad no hay de qué preocuparse.
De origen vascular, consisten en unas pequeñas lesiones rojizas puntiformes cutáneas de tamaño pequeño, aproximadamente uno o dos milímetros. El color les viene dado porque son tumores (benignos) compuestos de pequeños vasos sanguíneos.
"Se les llama puntos rojos desde un punto de vista coloquial, pero no es lo más correcto. El término sería angioma, angioma cherry o angioma senil, aunque este último término no me gusta mucho", explica a EL ESPAÑOL Eliseo Martínez, coordinador del grupo español de Epidemiología y Promoción de la Salud de la Asociación Española de Dermatología y Venereología (AEDV).
La razón de que Martínez prefiera no utilizar el adjetivo senil es porque la palabra puede inducir a que el angioma es algo de gente mayor, cuando no es así. "Esto le puede salir a gente muy joven, incluso se puede presentar en la infancia", dilucida. Al parecer, lo más frecuente es que los primeros puntos empiecen a salir en torno a los 20 ó 30 años y, a partir de ahí, vayan emergiendo más.
La zona más común para que aparezcan es el tronco, sobre todo la espalda, aunque pueden darse en otras partes del cuerpo, como las extremidades, el cuello, la cara y el cuero cabelludo, aunque no es lo más habitual.
Lunares y otras lesiones
Por similitudes en tamaño y forma, algunas personas pueden llegar a confundir estos puntos rojos con lunares, pero hay que tener presente que son lesiones muy diferentes. La Asociación Española de Dermatología y Venereología explica que, aunque los lunares son también "tumores benignos", estos sí pueden malignizarse, por lo que es recomendable acudir a revisiones si se perciben cambios en ellos.
De hecho, si se observa que el angioma crece considerablemente o presenta un aspecto irregular, puede que no se trate de un angioma cherry, por lo que habría que acudir a un especialista para ver de qué se trata en realidad.
Ahora, respecto a la pregunta del millón: ¿suponen un problema de salud? Ya lo avanzábamos, no, no son peligrosos ni constitutivos de ninguna dolencia. "El hecho de que salgan esos puntos no quiere decir que la persona tenga una enfermedad ni que haya un problema interno o algo funcionando mal", sentencia Martínez, que prosigue, "son algo fisiológico, como las canas, van saliendo, pero no tienen más trascendencia".
Sin embargo, es cierto que en algunos casos sí pueden ser una molestia para nuestra salud. "Como son tumores capilares, si se ponen muy grandes, puede que sangren con pequeños traumatismos, algo que puede ser molesto, pero tampoco suponer un gran riesgo", aclara Martínez.
Una cuestión estética
Sobre su etiología, el dermatólogo confiesa que no hay nada muy claro. La literatura científica apunta a que existe cierto carácter hereditario en su aparición, por lo que es probable que aparezca en niños cuyos padres tengan este tipo de lesiones cutáneas.
Una investigación de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia sobre el angioma coincide en que no están muy claros los posibles factores predisponentes o los agentes causales directos, más allá del propio envejecimiento cutáneo. No obstante, señalan que "el estrés o la exposición a determinados productos químicos, como ciclosporina, bromuros, gas mostaza o 2-butoxietanol, son agentes que pueden contribuir a la aparición y crecimiento". Además, añaden: "Sólo en casos excepcionales, con un número elevado de lesiones, su aparición también se ha relacionado con enfermedad hepática o cirrosis".
Al ser lesiones benignas, el mayor problema que pueden causar es estético. Para ello, hay varias opciones, la electrocoagulación, la crioterapia o la aplicación de láser o luz pulsada. Con una o dos sesiones suele ser bastar para conseguir que desaparezca el angioma de forma definitiva, aunque hay casos en los que se pueden precisar de más sesiones.