Este lunes 14 de marzo, al cumplirse dos años de la declaración del estado de alarma en España por la pandemia de Covid-19, dará el pistoletazo de salida a una nueva etapa en el seguimiento de la infección.
Los datos dejarán de publicarse a diario para hacerlo semanalmente en un momento en que la bajada de la incidencia se ha estancado por completo y solo tres comunidades están fuera de los niveles altos de alerta por transmisión.
En el horizonte está, además, el posible fin de la obligación de usar mascarillas en espacios públicos cerrados, que podría darse tras la Semana Santa. Dicha festividad será crucial para encarar la nueva etapa de la pandemia: de cómo salgamos tras ella dependerá una posible séptima ola de la pandemia.
La sexta, la de la variante 'leve' de ómicron, lleva acumuladas más de 14.000 muertes, no muy lejos de las 18.000 de la segunda ola. Buena parte de ellas se debe a que delta seguía presente hasta bien entrado diciembre, pero la alta transmisibilidad de esta cepa que –muchos veían como el principio del fin de la pandemia– implica que, aunque su letalidad es menor, pueda seguir causando estragos en la sanidad.
Llevamos cerca de dos meses viendo cómo la incidencia acumulada a 14 días, uno de los principales indicadores de la evolución de la Covid, baja a un ritmo cada vez más lento. Tras el pico de 3.418 puntos alcanzado el 21 de enero, comenzó a caer más de 100 puntos diarios, llegando a hacer 201 puntos en un solo día, el 9 de febrero (mientras las muertes, por otro lado, alcanzaban su pico).
Sin embargo, de los tres dígitos diarios se pasó a dos a partir de la segunda mitad del mes pasado. La tasa se reducía en 80, 70, 60 puntos durante una semana; en la siguiente, lo hacía 30, 20 puntos. Esta semana lo ha hecho a un dígito, paralizándose en los últimos días: 5 puntos el miércoles, 1 punto el jueves. Este viernes se ha invertido la tendencia, subiendo unas décimas.
La media de la incidencia acumulada a nivel nacional está en 430,10, justo por debajo del nivel máximo de alerta, pero a una distancia de lo que se conocía como 'nueva normalidad' y ahora se llama 'transmisión controlada' (por debajo de los 50 puntos) que, hoy por hoy, parece insalvable.
Fin de las mascarillas en interiores
A principios de octubre, cuando la sexta ola solo parecía una hipótesis enunciada por agoreros, se bajó de 50 puntos. En ese momento, expertos en salud pública consultados por EL ESPAÑOL confiaban en poder eliminar las mascarillas por navidades si conseguíamos reducir este indicador a 25 puntos. El resto es historia.
Ahora, los epidemiólogos se 'conforman' con alcanzar incidencias de 100 para levantar la obligación de las mascarillas en interiores. Pero esta cifra parece más alejada que nunca y el horizonte de una Semana Santa sin restricciones puede alimentar una séptima ola que ya muchos ven como algo inevitable.
La incógnita es cómo afrontaremos esta séptima ola. Ómicron puede dar lugar a otra variante con mayor capacidad de transmisión, como BA.2, que pertenece al mismo linaje pero que en España es minoritaria frente a BA.1. Pero la inmunidad adquirida a través de la vacunación masiva del año pasado, incluidas vacunas de refuerzo, y la infección masiva de diciembre y enero es lo que da esperanzas de afrontar esa séptima ola sin poner en jaque al sistema de salud.
Porque en la sexta ola, el sistema ha estado en jaque. La atención primaria colapsó por completo. Fue la tormenta perfecta: maltrecha durante años por el hospitalocentrismo de los gestores y agotada tras un año y medio de pandemia, entre finales de otoño y el principio del invierno simplemente estalló.
La atención hospitalaria aguantó, aunque a finales de enero, cuando la ocupación de camas recordaba a la de oleadas anteriores, hubo momentos de tensión que ahora parecen alejados: las últimas cifras reportan 4.777 ingresados y 689 en UCI, números similares a los de finales de noviembre, cuando ómicron apareció en nuestras vidas.
Alerta Covid por comunidades
De hecho, según el último informe de seguimiento de indicadores de la pandemia del Ministerio de Sanidad, todas las comunidades estarían en nivel bajo de alerta o en situación de transmisión controlada si atendemos a los nuevos ingresos en hospital y UCI. Si miramos la ocupación de camas, solo una comunidad sigue en nivel alto: Cataluña.
El contraste es notable respecto a la alerta por nivel de transmisión, siendo Madrid, Castilla-La Mancha y Andalucía las únicas autonomías que no están en riesgo alto o muy alto. Juntando los indicadores de transmisión y de ocupación hospitalaria, todo el país está en riesgo medio, con dos excepciones: Cataluña sigue en niveles altos; Andalucía muestra orgullosa su riesgo bajo.
Con más del 90% de la población mayor de 60 años vacunada con su dosis de refuerzo y los pacientes frágiles (inmunosuprimidos, trasplantados, etc.) comenzando a recibir una cuarta dosis –la tercera para ellos formaba parte de una pauta vacunal ampliada al no poder generar las suficientes defensas–, España parece afrontar los próximos meses con una buena situación de salida.
Es por ello que el Gobierno ha decidido dar el salto a un seguimiento basado en la vigilancia centinela de la enfermedad. Ya se hace con la gripe y otros virus respiratorios: una muestra representativa estadísticamente de centros de atención primaria y hospitalarios se encargarán de notificar los casos que reciban, dando una pista de lo que sucede a nivel nacional.
La transición hacia ese sistema no está todavía demasiado clara, pero hay países que van más adelantados. Dinamarca, Reino Unido e Irlanda ya han levantado las restricciones. Francia se dispone a hacerlo inmediatamente, al igual que Bélgica.
Todos ellos, sin excepción, mantienen altas incidencias a 14 días, cercanas o superando los mil casos por 100.000 habitantes. Francia y Reino Unido siguen notificando más de 100 muertos diarios. En España, este jueves ha sido el primer día en que hemos estado por debajo de esa cifra desde el 7 de enero: 85 fallecidos se notificaron, por 58 del viernes.
El horizonte parece despejado, la situación se dibuja estable. Los expertos, no obstante, avisan (es su obligación): una variante del SARS-CoV-2 que muestre signos de escape inmunitario, a las vacunas o a la inmunidad generada por una cepa anterior, puede dar al traste de nuevo con nuestras aspiraciones. Es uno de los escenarios propuestos por los expertos. Nadie quiere descartarlo.