A la Covid-19 la han comparado en múltiples ocasiones con la gripe; principalmente, por provocar algunos síntomas similares. Desde el principio de la pandemia se esperaba que este nuevo virus, el Sars-COV-2, se comportase de una manera similar y que con el calor se fuera desvaneciendo. Sin embargo, el incremento de casos en pleno verano de 2020 hizo pensar que no nos encontrábamos ante un virus estacional. Ahora, una nueva investigación española aporta evidencias contundentes de la relación entre el clima y el número de casos.
El Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) ha relacionado las bajas temperaturas y los niveles de humedad con el aumento de casos de Covid-19 en la población, lo que indica que es una enfermedad estacional. Los resultados de este estudio, financiado por la Fundación 'La Caixa', se acaban de publicar en la revista científica Nature Computational Science y hacen hincapié en la necesidad de implementar medidas que promuevan la "higiene aérea", ya que, según han podido confirmar, es la vía más frecuente en la transmisión del SARS-Cov-2.
Sobre lo que sí existe un amplio consenso científico es sobre la posibilidad de que la enfermedad sea erradicada. "Nos situaremos en un punto medio entre la eliminación y el control", explicó Iñaki Comas, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en el II Simposio del Observatorio de la Salud que organizó EL ESPAÑOL el pasado mes de septiembre.
Clima y contagio
La investigación que acaba de publicar ISGlobal apunta que la Covid ha sido desde su inicio una enfermedad estacional. Si bien los primero modelos teóricos no incluían al clima como un condicionante para la transmisión de la Covid-19 —dado el alto número de individuos susceptibles de contraer el virus—, algunas investigaciones sugerían que la propagación inicial de la enfermedad en China se produjo a niveles bajos tanto de humedad como de temperaturas (entre los 5 y los 11 grados centígrados) y a una latitud entre los 30 y los 50 grados norte.
"La pregunta sobre si la Covid-19 es una enfermedad genuinamente estacional ha cobrado relevancia por las implicaciones que tiene este factor a la hora de determinar la efectividad de las medidas de intervención", explica Xavier Rodó, director del programa de Clima y Salud en el ISGlobal y coordinador del estudio. Rodó y su equipo analizaron la asociación entre los contagios por SARS-CoV-2 y el clima en la fase inicial de la pandemia en 162 países de 5 continentes. En este punto, no se habían implementado medidas de salud pública y el comportamiento humano todavía no había cambiado.
Los resultados de este análisis mostraron una relación negativa entre la tasa de transmisión (R0) y la temperatura y la humedad a escala global: a menor temperatura y humedad, mayores tasas de transmisión de este coronavirus. Superada esta fase, el equipo analizó cómo esta asociación entre el clima y la enfermedad evolucionaron a lo largo del tiempo, y si fue consistente a diferentes escalas geográficas. Para este objetivo, usaron un método estadístico que fue específicamente desarrollado para identificar patrones similares de variación en diferentes ventanas de tiempo.
Nuevamente, los investigadores volvieron a encontrar una fuerte relación negativa por pequeñas ventanas de tiempo entre el número de casos de la enfermedad y la temperatura y la humedad, con patrones consistentes durante la primera, la segunda y la tercera ola de la pandemia a diferentes escalas espaciales: mundial, nacional, en pequeñas regiones altamente afectadas, como Lombardía, Turingia y Cataluña, e, incluso, estudiaron el caso de Barcelona a nivel local.
Medidas de control
La primera ola de la epidemia se desvaneció cuando la temperatura y la humedad ascendieron y la segunda ola ascendió en cuanto la temperatura y la humedad cayeron. Sin embargo, este patrón se rompió durante el verano en todos los continentes. "Esto podría explicarse a través de varios factores, incluyendo las concentraciones masivas de gente joven, el turismo y el aire acondicionado, entre otros", explica Alejandro Fontal, investigador en el ISGlobal y primer autor del estudio.
Cuando adaptaron el modelo para analizar las correlaciones transitorias a todas las escalas en los países del hemisferio sur, donde el virus llegó más tarde, se observó la misma correlación negativa. Los efectos del clima fueron más evidentes a temperaturas entre los 12 y los 18 grados centígrados y los niveles de humedad entre los 4 y los 12 gramos por metro cúbico, aunque los autores advierten de que estos parámetros son todavía indicativos, ya que no hay demasiados datos disponibles.
Finalmente, usando un modelo epidemiológico, el equipo de la investigación mostró que tener en cuenta la temperatura en los ratios de transmisión funciona para predecir mejor el aumento o la caída de las diferentes olas, particularmente en la primera y en la tercera que se dieron en Europa. "Si se observan en conjunto, nuestros hallazgos apoyan la visión de la Covid-19 como una infección de estaciones frías, parecida a la gripe y a los coronavirus más benignos que están circulando", dice Rodó.
Esta estacionalidad puede contribuir de manera importante a la transmisión del SARS-CoV-2, ya que las condiciones de baja humedad han demostrado reducir el tamaño de los aerosoles y, de este modo, incrementar la transmisión aérea de los virus estacionales como la gripe. "Esta conexión pone de manifiesto la necesidad de mejorar la 'higiene aérea' a través de la ventilación de espacios cerrados, ya que los aerosoles son capaces de persistir en suspensión por un largo tiempo", dice Rodó, quien además pide incluir parámetros meteorológicos en la evaluación y en la planificación de medidas de control.