Con la cuarta incidencia a 14 días más alta de España (297,88 casos por 100.000 habitantes), la segunda a 7 días, solo por detrás del País Vasco; un 31,3 % de hospitalizados en UCI; y, sobre todo, una tasa de positividad del 12,1% que casi dobla la media nacional, Aragón lucha en estos momentos por evitar una nueva explosión del coronavirus en su territorio.
Experiencia tienen al respecto: esta comunidad, y más en concreto la provincia de Huesca, fue la gran afectada en julio por la crisis de los temporeros que venían de Lérida y que vivían hacinados en condiciones tan insalubres que el contagio era inevitable. En general, todo el verano de 2020 fue terrible para esta comunidad autónoma, con picos que rozaron los 500 casos por 100.000 habitantes cuando esas cifras nos parecían aún de ciencia ficción.
A esta segunda ola de verano, le siguió una tercera en octubre-noviembre, coincidente con el resto del país. Fue una ola terrible, con picos que superaron los 1.000 casos por 100.000 habitantes, especialmente en Zaragoza. No había bajado del todo la transmisión cuando llegaron las Navidades y Aragón se vio envuelta en una cuarta ola, algo más suave que en el resto del país pero igualmente notable, como se puede ver en el gráfico inferior.
Todo parecía indicar que ahí iba a quedar la cosa cuando el repunte de marzo se empezó a complicar a lo largo de abril, y ahora mismo coloca a Aragón como la comunidad con peores perspectivas… aunque por lo menos los últimos datos nos hacen ser algo más optimistas.
¿Cuál es la razón de esta alta susceptibilidad de Aragón a la hora de sufrir los vaivenes de las distintas olas de la pandemia, solo comparable quizá con Navarra y País Vasco? De entrada, se suele apelar recurrentemente a la situación de los temporeros, pero, ¿acaso es Aragón la única comunidad con problemas con este tipo de trabajadores?
Resulta extraño, aunque sí es cierto que se observa un patrón Lérida-Huesca-Navarra-Guipúzcoa que quizá no sea casual y que se repite demasiadas veces… aunque, todo hay que decirlo, ahora mismo la provincia con peor perspectiva y mayor crecimiento es Teruel.
Aparte, desde casi el principio, Aragón ha tenido un problema con el rastreo de los casos. Tal vez no se le haya prestado la atención suficiente, lo que se ve claramente en el escaso número de tests efectuados en la región casi desde el principio de la crisis.
Si no se hace un mínimo esfuerzo de rastreo y eres centro de comunicación entre Cataluña y buena parte de Castilla y el Cantábrico, vas a tener un problema tarde o temprano. La tasa por 100.000 habitantes de la última semana, coincidente con el incremento en casos y que por lo tanto exigiría un mayor cuidado, coloca a Aragón muy por debajo de la media nacional (1.551 tests por 1.840), casi la mitad de los que hacen La Rioja y País Vasco. No parece aceptable.
Las medidas aplicadas antes y durante el Estado de Alarma no han sido especialmente duras pero tampoco ligeras: el interior de la hostelería ha permanecido abierto salvo en períodos muy concretos y solo recientemente se ha anunciado el cierre perimetral de las ciudades con mayor incidencia como Calatayud, Jaca o Tarazona, junto a otras comarcas de la provincia de Zaragoza principalmente que afectan a más de 100.000 ciudadanos.
Con todo, este mismo miércoles, la consejería de Sanidad ha anunciado el levantamiento del cierre perimetral de la comunidad como tal a partir del decaimiento del Estado de Alarma el próximo 9 de mayo. No parece haber mucha preocupación. Tampoco habrá toque de queda y los comercios no esenciales podrán estar abiertos hasta las 22 horas.
A falta de concretar zona por zona qué va a pasar una vez la Comunidad recupere las competencias que cede el estado -se entiende que los cierres perimetrales internos se mantendrán según el nivel de alarma-, la buena noticia es que la curva parece estar cediendo poco a poco.
Aunque la incidencia semanal en Aragón, insistimos, es la segunda más alta de España y su positividad la mayor con mucha diferencia, en los últimos días hemos asistido a un parón de esta tendencia: la incidencia a 14 días sube un 8% mientras que la incidencia a 7 días se va estabilizando poco a poco y ya solo presenta un incremento del 11,8%. No olvidemos que a nivel nacional, la caída es del 19,2%.
La situación en la comunidad es de un notable hartazgo, según cuentan a EL ESPAÑOL las hermanas Sonia y Carmen Gutiérrez, dos de las analistas que con más detalle han seguido el día a día en Aragón desde el primer momento. “Nos parece increíble que sigamos teniendo estos datos, sin hacer, en principio, nada extraordinario o diferente de las otras CCAA”, afirma Sonia, que enfatiza los problemas de rastreo y la problemática de las comunicaciones entre centros importantes de comercio y agricultura.
De momento, parece que Aragón, como el resto del país salvo el País Vasco, va a salvar este “set-ball”, pero algo tendrá que hacer para evitar que en el futuro se repitan estos repuntes tan notables. Recordemos que las unidades de críticos ya están al borde del umbral del colapso, con un 72% de las camas UCI totales ocupadas, lo que deja muy poco margen de maniobra.
Hay que tener en cuenta que en Aragón, como en todos lados, se ha ampliado la capacidad de estas unidades, con lo que en términos pre-pandémicos hablaríamos de un porcentaje mucho mayor. Que no sea la única comunidad que se ha acostumbrado a vivir con estas enormes carencias en su servicio hospitalario no resulta en absoluto tranquilizador. Esperemos que la vacunación masiva ponga pronto las cosas en su sitio.