La gran pregunta de la primera ola fue, sin duda, cuánta gente había muerto a causa de la Covid-19, fuera directamente por contagio y complicación de síntomas… o por derivación del caos sanitario que se vivió en buena parte de España durante los meses de marzo y abril.
Teniendo en cuenta que solo se contabilizaban los fallecidos que hubieran dado positivo por una prueba diagnóstica PCR y que dichas PCR escasearon durante buena parte del tsunami, lo primero es imposible de contestar.
Ni siquiera el cambio de criterio de la OMS, pidiendo a los países que incluyeran a los sospechosos en sus cifras hizo la menor mella en Salvador Illa y Fernando Simón, que mantuvieron su estricta definición de caso y dejaron por el camino a miles de pacientes a los que ni siquiera se les pudo hacer un test antes de morir.
Ahora bien, lo segundo es más fácil de contestar: tenemos el MoMo -que va con retraso y además no está calibrado con demasiada precisión- y sobre todo tenemos los datos que va dando el Instituto Nacional de Estadística, que recoge directamente certificados de defunción y engloba por tanto todas las causas.
Según el INE, en la primera ola, es decir, del 9 de marzo al 11 de mayo, murieron en España 118.287 personas. En la comparación con los tres años anteriores, esta cifra supera en 45.982 a la de 2018… y en 47.407 a la de 2019.
Insisto, si todos fueron por causa directa del coronavirus o si buena parte del exceso se debió al colapso sanitario derivado de la pandemia, resulta imposible de saber. Si tenemos en cuenta que la movilidad y sus riesgos de muerte asociada se redujo al mínimo, es probable que hablemos de muchas más víctimas relacionadas directa o indirectamente con el virus aunque resulte imposible calcularlas.
Lo más sorprendente, sin embargo, de la última actualización del INE, es ver cómo el desfase sigue creciendo en la segunda ola, pese a que en principio ahora tenemos tests para todos y que la cosa va más lenta, más espaciada, con menos saturación en hospitales salvo en las últimas tres o cuatro semanas.
El exceso de muertes con respecto a otros años empieza de hecho antes de dicha segunda ola tal y como la entendemos. Ya en el mes de julio se observaron más de 3.000 muertes de las que hubo en 2018 sin más explicación que la de una supuesta ola de calor.
En agosto, este desfase siguió aumentando: de la semana 32 a la 36 del año hubo 32.228 defunciones en España… por 28.042 del año 2018, el que más muertes nos dejó de los últimos tres. Si sumamos ambas cifras, tenemos un exceso de defunciones de más de 7.200 en los meses de verano.
Durante esos dos meses, Sanidad notificó 739 muertes por Covid. Incluso dando por buenas las 1.949 que el Instituto Carlos III dio por las altas temperaturas, tenemos unas 3.600 defunciones de más que no sabemos a qué se deben.
Con el otoño ha llegado lo peor, sin que sea fácil explicárselo: de la semana 37 (7 de septiembre) a la 45 (2-8 de noviembre), han muerto en España 72.105 personas. En 2018, fueron 59.513.
Añadamos ahí otros 12.600 fallecidos de más para un total desde principios de julio de unos 20.000. Si calculamos la media de los tres años anteriores y no solo el recurrente 2018, nos vamos a un exceso de 23.239.
En principio, Sanidad solo atribuye a la Covid-19 en ese período 10.900 defunciones. ¿Qué ha pasado con las otros 12.339? ¿Cómo es posible que incluso con los retrasos que arrastra el propio INE haya el doble de fallecidos de los que anuncia el ministerio en sus informes? ¿Son muertes también de Covid-19 que aún no se han oficializado? ¿Son muertes derivadas de tratamientos que no se pudieron continuar en primavera y ahora se ve el fatal resultado? ¿Son producto de la ausencia de un diagnóstico precoz por la saturación de la atención primaria? Imposible saberlo, pero la cifra es muy preocupante.
Aparte, este desfase en el exceso varía según la comunidad autónoma. El estudio que hace el usuario de Twitter, @buceadorestadi3 nos señala que ya hay 25 provincias españolas en las que el exceso de mortalidad es mayor en el período junio-noviembre que en el período marzo-junio.
Es un poco injusto calificar todo el primer período como "segunda ola" igual que lo es aplicar el término "primera ola" a las semanas de finales de mayo y principios de junio en las que todo volvía a una aparente normalidad.
Hay que tener en cuenta, insistimos, que el INE cierra su estimación a 8 de noviembre. Desde entonces, sabemos que los muertos se han disparado en varias Comunidades Autónomas. El Ministerio ha añadido en estos diez días, casi 3.000 fallecidos más. Las comunidades, una cifra un poco más alta, rondando los 3.160.
Si sumamos los dos períodos de exceso más intenso (9 de marzo-11 de mayo por un lado y 22 de junio-8 de noviembre por el otro) tenemos una cifra de 70.555 fallecidos más que la media de los tres años anteriores. Son 31.210 más de los que da Sanidad en sus informes Covid.
Es lógico pensar que muchas de esas muertes tienen que ver directamente con una clínica que se complica derivada del coronavirus. Otras muchas están relacionadas con la desatención que el virus ha provocado, pero nos siguen pareciendo muchas.
Teniendo en cuenta el atraso que llevan tanto INE como Ministerio y la tendencia al alza en la que aún estamos, no es disparatado que al final del año tengamos que lamentar 80.000 o 90.000 muertos más de lo normal. Ese sería el balance de la pandemia (de forma directa o indirecta) en 2020.
Incluso, si nos ponemos exquisitos y descontamos las muertes que no se han producido por otras causas derivadas de la movilidad, puede que sean más de 100.000. Ahí, las causas de muerte de los certificados de defunción tendrán la última palabra.