La historia de la pandemia de Covid-19 se sigue escribiendo en España, y para algunos, el segundo capítulo está siendo más dramático que el primero. Entre las Comunidades Autónomas que están sufriendo una segunda ola más grave en cuanto a presión hospitalaria y mortalidad, destaca Andalucía, que ha rozado por primera vez desde que comenzó la crisis sanitaria la cifra del centenar de muertos diarios, acumulando oficialmente más de 200 en la última semana.
Con una incidencia de 568,98 casos positivos por 100.000 habitantes, la Comunidad rebasa la media de España, que está en estos momentos en unos 524. Sin embargo, el caso de Granada despunta como una colosal señal de alerta. Ahí la incidencia alcanza cifras desorbitadas: ha llegado a tocar los 1.200 casos. Jaén, con 834; Córdoba, con 620; y Sevilla, con 606, también suponen una situación preocupante que ha llevado a la Junta a imponer el cierre de la actividad no esencial a partir de las 18.00h.
La soledad crepuscular de las calles en Andalucía sirven para ilustrar uno de los mayores fracasos de la gestión de la pandemia en España. A corto plazo, se ha tratado de salvar el sector servicios y la hosteleria abriendo la mano, lo que propició por ejemplo las imágenes de fiestas y aglomeraciones durante el puente del Pilar que dejaron estupefacto al propio alcalde de Granada. Un mes después, habiendo duplicado la incidencia y con una ocupación de UCIs que alcanza el 80% en algunos casos, los mismo hosteleros denuncian que el cierre durante 15 días será su fin. Nada se ha salvado, y han muerto miles por el camino.
"La realidad es que tenemos unos datos preocupantes, un hecho que yo creo que se han minimizado", valora para EL ESPAÑOL Joan Carles March, médico y profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública. "El problema en Granada viene, desde mi punto de vista, de pensar que era más necesario que salvar la economía en el Puente del Pilar. Eso generó que no se tomaran las decisiones oportunas. Si viene la tormenta y no has cogido el paraguas, te mojas".
Hay un claro punto de inflexión que coincide con el puente, un momento "muy delicado" según el especialista al coincidir una "mucha mayor movilidad" con las cifras de contagios que "ya estaban subiendo a principios de octubre". Sin embargo, lamenta, "no se tomaron medidas antes ni después". La situación solo en Granada, sopesa March, era como para plantear el confinamiento domiciliario generalizado. "La decisión de cerrar la Universidad e imponer un toque de queda a colegios mayores y residencias universitarias fue como hacer una raya en el agua".
Los antecedentes de la desescalada
Como tantos otros especialistas, March emplaza los orígenes del desastre en el desconfinamiento descontrolado de junio. "Las Comunidades Autónomas querían tener un papel más activo en la gestión de la pandemia y el Gobierno quería delegarlo. Se juntaron el hambre y las ganas de comer. Pero no se habían tomado decisiones previas tan importantes como el número de rastreadores que debía tener cada Comunidad, cuáles serían los umbrales de incidencia, no se había decidido sobre los espacios interiores, y no se había protocolizado los encuentros entre amigos y familiares".
Esta ausencia de protocolos para dirigir cómo podíamos reunirnos con nuestros allegados, más allá de las recomendaciones generales, ha facilitado la transmisión comunitaria. El doctor ofrece su ejemplo personal: "Cuando quedo a comer con mis cuñadas, las ventanas están abierta para favorecer una ventilación que disminuya las posibilidades de contagio. Y cuando terminamos, nos ponemos la mascarilla. Solo una persona pone la mesa, solo una sirve, no se comparten platos, los abrazos y los besos son cosa de otra época... una serie de cosas sencillas que ayudan a que estas cifras no se disparen".
Se puede argumentar que la transmisión por aerosoles no ha sido reconocida oficialmente hasta fecha reciente, pero los protocolos de ventilación sí han figurado desde el principio para la reapertura de los colegios, recuerda March. Es inexplicable, valora, que no se haya tenido en cuenta para los interiores de bares y restaurantes, o los gimnasios, con "gente exhalando a un nivel mayor". Otras medidas que hubieran contenido el auge de los casos sería el aumento de frecuencias en el transporte público, las entradas escalonadas en las empresas o, directamente, el teletrabajo.
El verdadero legado negro del verano, sin embargo, es la depauperación de la Atención Primaria, un problema que no es exclusivo de Andalucía. Los refuerzos de personal no llegaron y los profesionales sanitarios de los centros de salud han llegado a la segunda ola sin descansar y trabajando del tirón. "Eso ha condicionado la situación a partir de septiembre: ya no hay rastreadores suficientes, no se hacen las PCR en el momento, y eso nos ha conducido a muchas hospitalizaciones y una gran mortalidad. Y con muchos casos en residencias, lo que demuestra que en la desescalada no se trabajó para prepararnos para la segunda ola".
Navidad, cita de riesgo
La "dejadez" a la hora de imponer restricciones que reprocha March tiene más que ver con su lentitud que con su severidad. "Creo que se podrían haber tomado mucho antes, hacerlo cuando has llegado a una incidencia de 1.200 me parece una barbaridad". Con las medidas actuales, sin embargo, "la situación por las tardes se parece mucho a la de marzo-abril". Es por tanto momento de observar si permiten una reducción de la incidencia; se podrían reforzar, insiste March, con una mayor apuesta por el teletrabajo que evitaría los despalzamientos durante el día.
La siguiente cita en el calendario que inquieta al médico, sin embargo, es Navidad: por mucho que se limiten las reuniones a seis personas, la falta de un protocolo para estos encuentros puede hacer que repunten los contagios tras las fiestas y deshagan el camino andado estos días. "Ante un virus tan perspicaz, tenemos que tomar las medidas adecuadas y tener las ideas claras para no darle los mecanismos que le permiten seguir poniéndose las botas", concluye.