Hasta que empezó la crisis del coronavirus Sars CoV-2, poca gente había escuchado hablar de los respiradores. Desde luego, poca gente joven, a no ser que tuvieran un familiar muy enfermo que los hubiera necesitado para continuar respirando, una situación poco deseable para la que, sin duda, son la mejor indicación ya que salvan muchísimas vidas cada día en el mundo.
De repente, este equipo sanitario ha empezado a formar parte de nuestras conversaciones, por una razón nada deseable: faltan. Es tal la avalancha de enfermos de COVID-19 que, aunque sólo un porcentaje pequeño acaba en la UCI (alrededor de un 5%), en España está a punto de no haber suficientes para todos, de forma que se intensifica el triaje para entrar en estas unidades de cuidados intensivos (UCI) basándose también en el número de respiradores disponibles.
El pasado 25 de marzo el ministro de Sanidad, Salvador Illa, anunciaba que España había cerrado un acuerdo con China para adquirir 950 equipos de respiración asistida, a los que se suman varios donados por empresas particulares y los que están construyendo a toda prisa los principales fabricantes del sector y empleados de universidades y centros tecnológicos, a los que pronto se sumarán más industrias.
Al contrario que otros materiales de protección, como mascarillas o guantes, en España no había antes de esta crisis una carencia notable de respiradores, aunque no existe un registro oficial de los mismos ni global ni por comunidades autónomas. Según explica a EL ESPAÑOL Daniel Fisac, Head of Service de la división española de Dräger -uno de los principales proveedores en el mundo de estas tecnologías-, el cálculo de camas de UCI en los hospitales españoles -cada una cuenta con un respirador, más la suma de los que están en los quirófanos y las salas de reanimación- se podría cifrar entre unas 4.500 y 5.000 unidades. En 2010, con la pandemia de la gripe A, España hizo un buen acopio de estas máquinas.
El problema mayor en España, según lleva años advirtiendo la Federación Española de Empresas Sanitarias (Fenin) era más la obsolescencia de estas máquinas, que no se renuevan cuando deben hacerlo, como consta en este informe publicado en su página web, que incluye una propuesta de renovación.
A 31 de marzo de 2020, cuando parece que el pico de contagios se acerca y se empieza a ver la luz al final del túnel, había en las UCIs españolas 5.607 pacientes de COVID-19 ingresados en estas unidades. Sin duda, los respiradores hacen falta y no es de extrañar que hasta se estén aprovechando las máscaras de buceo de Decathlon para aprovechar al máximo los que hay.
Pero, ¿qué es exactamente un respirador? Fisac explica lo que puede parecer obvio, pero es mucho más complicado. "Es un equipo que lo que hace es sustituir temporalmente la función respiratoria, cuando ésta no se puede cumplir". Pero empecemos por lo básico. El respirar es, normalmente, un trabajo inconsciente, aspiramos aire a través del diafragma y no nos damos cuenta, como tampoco lo hacemos de los latidos del corazón.
Pero en ocasiones no se puede hacer de manera natural; lo notamos, por ejemplo, cuando nos falta el aire después de hacer ejercicio, pero enseguida recuperamos la compostura. El respirador suple de ese oxígeno de forma artificial, con tanques y botellas que se administran a una concentración determinada, que se regula con un mezclador.
Son cuatro las patologías principales para las que se utilizan respiradores: la insuficiencia respiratoria aguda, el edema pulmonar, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y el síndrome de distrés respiratorio agudo (SDRA).
A este último, se suele llegar después de una neumonía. ¿Y recuerdan cómo se llamaba la COVID-19 antes de que la OMS cambiara acertadamente el nombre para evitar discriminación? Sí, neumonía de Wuham.
Físac destaca que el respirador salva la vida de la gran mayoría de los pacientes de la UCI y que cada vez son más sofisticados. Pero es un instrumento con truco. Antes de ponerle uno a un paciente hay que adelantarse a lo que coloquialmente se denomina el destete. "Cuanto más tiempo pasan con un respirador, más difícil es quitárselo. El cuerpo es vago; es como cuando uno empieza a hacer deporte y al principio le da mucha pereza, pero después se acostumbra y le resulta fácil", comenta.
Así a la hora de asignar un respirador hay que tener en cuenta las posibilidades del paciente de volver a respirar por sí mismo, por lo que desde siempre se han hecho en las UCIs triajes, -decidir a quién se le pone y a quién no-, que ahora se están multiplicando por la falta de respiradores.
De estos aparatos existen varios tipos, y son los de cuidados críticos los más necesitados, aunque también por la crisis se está dando uso a los respiradores de anestesia. Los de transporte, que suelen llevar las ambulancias no tienen utilidad para salvar a un enfermo de COVID-19 aunque, como señala Fisac, "es mejor esto que nada".
En el caso de esta pandemia, existe un problema adicional. De nada sirve tener respiradores si no se dispone de camas para instalarlos y de personal preparado para utilizarlos. Por esta razón, Dräger ha distribuido por doquier sus manuales de uso, además de donar respiradores de los que disponía para formación.
Para ilustrar cómo las empresas están poniendo todo de su parte para aportar respiradores, un dato de su propia compañía, que en marzo ya ha producido el mismo número de respiradores que hace habitualmente en un año. "En esta situación, tenemos que remar todos", destaca.
Fisac no se pronuncia sobre todos estos nuevos respiradores que se están desarrollando a toda prisa por otras instituciones no habituadas a fabricarlos. Pero, eso sí, advierte: tienen que estar validados y dotados de unas mínimas garantías. "Bienvenidas todas las iniciativas", concluye.