Solo en EEUU, hasta medio millón de personas sufren infecciones causadas por la bacteria Clostridium difficile cada año. Este microorganismo suele reproducirse en individuos con un sistema intestinal debilitado tras el consumo de antibióticos, los cuales afectan de forma secundaria al microbioma intestinal.
Por ejemplo, el ácido clavulánico, tomado comúnmente en combinación con ácido clavulánico, suele producir como efecto adverso diarrea y alteración de las bacterias intestinales. Sin embargo, no es el único antibiótico con dicho efecto secundario, y prolongar la situación en el tiempo (como sucede en los ingresos hospitalarios) puede dar lugar a un caldo de cultivo ideal para C. difficile.
El problema ahora es que, según un nuevo trabajo publicado en Nature Genetics, el genoma de esta bacteria ha mutado para dar lugar a dos especies diferentes. Y una de ellas se ha adaptado para atacar a los hospitales y sus debilitados huéspedes.
La temible evolución de la bacteria
Y, para rizar el rico, parece que C. difficile ha evolucionado como respuesta a la dieta occidental, rica en azúcar y también para resistir a los desinfectantes comúnmente utilizados en los hospitales, según el autor principal del estudio Nitin Kumar, del Instituto Wellcome Sanger.
Kumar y sus colegas recolectaron hasta 906 cepas (variantes) diferentes de C. difficile capaces de vivir en seres humanos, animales y en el medio ambiente, y secuenciaron su ADN. Al comparar sus genomas, descubrieron que alrededor del 70% de las cepas recolectadas de pacientes ingresados en hospitales compartían rasgos genéticos distintivos.
Este grupo, bautizado por los investigadores como C. difficile clase A, estaría a punto de convertirse en una especie diferente, según Kumar y sus colegas. Para pertenecer a la misma especie, según explican, las diferentes cepas de bacterias deben compartir al menos el 95% de su ADN. Sin embargo, las cepas de C. difficile clase A están al borde de cambiar, compartiendo 94-95% de su ADN con otros subtipos.
Esta nueva y futura subespecie tendría los rasgos perfectos para vivir e invadir hospitales: resistente a los antibióticos, resistente a los desinfectantes hospitalarios, y devoradora de azúcares simples como los que caracterizan a la extendida dieta occidental, como los líquidos y alimentos blandos tras las cirugías que se suelen recetar en los mismos hospitales.
Cabe destacar, por otro lado, que las cepas de C. difficile clase A tienen una edad estimada de 76.000 años, mucho más antiguas que las condiciones del sistema hospitalario moderno donde prosperan en la actualidad. Sin embargo, empezaron a destacar a finales del siglo XVII, precisamente cuando la medicina moderna empezó su auge.
La idea de que las bacterias se adapten y evolucionen para resistir a los antibióticos o cualquier terapia no es nueva, pero el concepto de saber cómo se produce tal evolución a nivel genético si es un dato diferente. En este caso, también se podrían tener en cuenta cambios en el tratamiento, como es el caso de la dieta en infecciones por C. difficile, sean de clase A o no, como es el caso de las dietas bajas en azúcares e hidratos de carbono simples, o incluso creando fármacos específicos para mantener protegidas a las bacterias intestinales.
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