Recordemos el soneto de Garcilaso: "Coged de vuestra alegre primavera / el dulce fruto, antes que el tiempo airado / cubra de nieve la hermosa cumbre. / Marchitará la rosa el vienta helado, / todo lo mudará la edad ligera, / por no hacer mudanza en su costumbre". El tema poético, el collige virgo rosas, ha sido una constante durante siglos: la sensualidad ha de gozarse durante la juventud, exhorta el poeta a su núbil amante, porque la edad provecta es terreno baldío para el eros.
La percepción moderna es radicalmente opuesta a la del Siglo de Oro: la sexualidad en la madurez es tan activa e interesante, puede que incluso más, que la juvenil. Influye, por supuesto, el incremento de la esperanza de vida y en la calidad de la salud a edades más avanzadas que nos ha deparado el progreso. Pero incluso cuando las capacidades físicas vienen a faltar, una relación de pareja positiva y una comunicación entre cónyuges saludable puede garantizar una sexualidad satisfactoria sin fecha de caducidad. Así lo determina un estudio británico publicado en PLOS ONE.
No se trata de una frivolidad, advierten los investigadores de la London School of Hygiene & Tropical Medicine (LSHTM) y la Universidad de Glasgow: una expresión sexual adecuada a lo largo de toda la vida está vinculada a un mayor bienestar general, mayores índices de autoestima y mejor salud básica. Sería, en definitiva, algo que los profesionales sanitarios deberían incluir en sus recomendaciones; sin embargo, las evidencias sobre cómo proceder y qué pautas prescribir en lo referente al sexo en la madurez, señalan los autores, son escasas hasta la fecha.
El objetivo del trabajo consistió en determinar en qué medida tres factores primordiales eran determinantes para la sexualidad tardía, y cómo tienden las personas a responder en consecuencia: salud, hábitos de vida y relaciones de pareja. Para ello contaban con la base de datos nacional Natsal-3 (siglas, en inglés, de la Encuesta Nacional sobre Actitudes Sexuales y Estilo de Vida), que complementaron con entrevistas en profundidad con hombres y mujeres en el rango de edad investigada.
Así, de un total de 3.500 personas entre los 55 y los 74 años, uno de cada cuatro hombres y una de cada seis mujeres relataron sufrir algún problema de salud que perjudicaba a su actividad sexual. Otro dato curioso revelado durante las encuestas es que ellas tenían una mayor probabilidad de no haber practicado sexo en los seis meses previos, un 62% frente a un 54%. Sin embargo, ambos géneros informaban de una tasa de satisfacción con su vida sexual idéntica, de un 42%.
La capacidad para aceptar el tener que renunciar a una vida sexual por motivos de salud era muy diferente según el individuo, anotaron los investigadores. Pero el siguiente factor determinante tenía que ver con si el participante mantenía una relación de pareja o no. En ese caso, la problemática de una enfermedad o una discapacidad podía revertirse para mantener la pasión: "Algunos hombres y mujeres terminan experimentando con nuevas formas para mantenerse activos sexualmente", escriben los autores. "Y su vida sexual mejora a resultas".
"Lo que vemos es que hay numerosos factores interconectados que influencian las relaciones sexuales", explica Kirstin Mitchell, coautora y catedrática de Relaciones Sociales y Mejora de la Salud de la Universidad de Glasgow. Conservar un buen estado de salud general -mediante ejercicios moderados y hábitos de vida saludables- es básico, pero también el mantener a esas edades relaciones de pareja, y en su seno, que la comunicación sobre las necesidades de cada cual sea franca y abierta. Estos tres factores, explica la investigadora, se retroalimentan.
"No estar en buen estado de salud puede influenciar el humor, la movilidad, y eso puede llevar a que la persona no tenga pareja, lo que a su vez impactará sobre su actividad sexual. La medicación prescrita para problemas de salud a menudo combina los problemas. Los resultados de este estudio sugieren que las terapias farmacológicas, como la Viagra, no siempre ayudan a resolver las dificultades sexuales y tienen que enfocarse en el contexto más amplio de la vida de las personas".
Un hecho que también subrayan los investigadores es que cierto números de encuestados se declaraba "satisfecho" pese a haber renunciado a mantener relaciones sexuales, pero la mayor parte de los abstinentes lo eran a la fuerza, por motivos que no habían tratado de abordar con sus médicos. "Es vital que la gente se sienta capaz de consultar con los profesionales de la salud", insta Bob Erens, profesor asociado de la LSHTM e investigador principal. "Hablar de estos problemas a menudo puede revelar otras enfermedades subyacentes".