Sentirse excitado sexualmente es una reacción corporal que, normalmente, suele ser placentera, sobre todo si va acompañada con una estimulación –ya sea coital o masturbatoria- que conduce a alcanzar el orgasmo y con ello la liberación de ciertas hormonas, como las endorfinas, que nos proporcionan un estado de felicidad.
Pero siempre la intensa excitación en los genitales ocurre por alguna reacción fisiológica que esté directamente relacionada con el sexo. Puede ser debida a algún trastorno o alteración de su salud y el tratamiento para sanarlo nada tiene que ver con la cópula sexual.
En los hombres es conocido como priapismo y se trata de una erección duradera del pene sin que para ello intervenga ningún apetito sexual. Cuando el miembro supera las tres horas en un continuo estado de erección se convierte en algo altamente molesto, doloroso e incluso peligroso para la salud.
Esa erección persistente es, en ocasiones, aprovechada desacertadamente por quien la padece para practicar sexo continuado durante varias horas. Esto es un grave error que puede desencadenar en unos daños irreversibles, como una disfunción eréctil permanente e incluso acabar atrofiándose el miembro.
El término priapismo proviene del latín priapismus y a éste llegó desde el griego priapismós (πριαπισμός), el cual hacía referencia al Dios menor de la Mitología Griega 'Príapo', una divinidad que era representada en las pinturas y esculturas con una enorme y desproporcionada erección. Las causas por las que ocurre pueden ser diversas, pero sobre todo puede ser debido, entre otros motivos, a un estado continuado de estrés o al consumo de algún tipo de estupefacientes.
Por otra parte encontramos que en la mujer también se dan circunstancias similares a una incontrolada e inexplicable excitación sexual que dura muchísimo tiempo y que no siempre se alivia tras haber mantenido relaciones o tener un orgasmo. Este trastorno es conocido como ‘Síndrome de Excitación Genital Persistente’ y es reconocida como disfunción sexual, siendo recogida como enfermedad desde 2003 en la CIE-10 (Clasificación Internacional de Enfermedades llevada a cabo por la OMS).
Debido a la similitud de algunos de sus síntomas, el 'Síndrome de Excitación Genital Persistente' –conocido por su acrónimo anglosajón PGAD- no debe de ser confundido con la ninfomanía, la cual también está definida como una patología médica y que se describe como un deseo irrefrenable y compulsivo por practicar el coito, aliviándose en mayor o menor medida tras practicar sexo con una o varias personas de forma continuada.
El trastorno del PGAD se caracteriza por la continua excitación de los genitales femeninos sin existir deseo alguno ni, a priori, una causa fisiológica o anímica que lo provoque, por lo que su persistencia lo convierte en algo molesto e incluso bastante doloroso.
Las mujeres que lo padecen pueden tirarse largas etapas sin que haga aparición este trastorno y de repente, cuando menos se lo esperan - y quizá en el lugar menos oportuno- comienzan a sentir como la vagina tiene contracciones, hay un cosquilleo persistente en el clítoris e incluso les provoca uno o varios orgasmos espontáneos.
Pero éstos no sirven para aliviarlas, sino que acentúan la excitación genital y la convierten en persistente, con una duración que puede ir de unas cuantas horas hasta estar en ese incómodo y doloroso estado durante varios días o semanas. Una joven estadounidense que lo sufre, Amanda Gryce, describe tener del orden de 100 orgasmos diarios.
No se sabe a ciencia cierta cuáles pueden ser las causas por la que una mujer padezca el Síndrome de Excitación Genital Persistente, teniendo algunas sospechas de que podría ser causado por alguna lesión fisiológica que afecte a la columna vertebral o cervicales –quedando dañado o pinzado algún nervio-, pero sin descartar el componente de algún desorden de tipo psicológico.
Esto provoca que no haya un tratamiento médico específico para su curación y que, durante el tiempo en el que se padece una crisis del PGAD, no se pueda llevar una vida normal, tanto en el hogar, laboralmente y en las relaciones personales del día a día.
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