El nombre científico es síndrome subacromial, pero muchos lo conocen simplemente como dolor intenso de hombro, porque es una de las principales causas del mismo. Y, al igual que es común este problema en traumatología, también lo es una solución algo radical: la cirugía conocida como descompresión subacromial, una operación que se lleva a cabo con laparoscopia y que ni siquiera requiere del ingreso del paciente más de un día en el hospital. Esto, que podría suponer una solución ideal y extremadamente ventajosa, es, según un nuevo estudio, un absurdo.
El trabajo se ha publicado en la revista británica The BMJ y, básicamente, consiste en el dictamen de un grupo de expertos de primer nivel sobre la idoneidad de esta cirugía, la más frecuente para tratar este intenso dolor de hombros. El síndrome subacromial, que también se conoce como tendinitis del manguito rotador, es una lesión por uso excesivo del hombro que provoca dolor en la parte frontal o al lado del mismo. El dolor se siente más cuando se eleva el brazo o se extiende hacia un lado.
Además del dolor, se acompaña de una pérdida en la capacidad de movimiento y un empeoramiento general en la calidad de vida, por lo que se supone que un procedimiento diseñado para eliminarlo tendría que mejorar precisamente esos parámetros.
Pero este es precisamente el mito que desmonta la nueva revisión, que afirma que la nueva evidencia científica disponible deja claro que la cirugía ni mejora el dolor, ni el movimiento ni la calidad de vida en comparación con otras opciones terapéuticas.
En consecuencia, llevar a cabo este tipo de operaciones no sólo es absurdo, sino que supone una carga para los sistemas sanitarios. En el año 2010, los datos que citan en la revista, se llevaron a cabo 21.000 operaciones de este tipo en Reino Unido, que supusieron un coste de alrededor de 50 millones de libras.
Ojo, no es que la operación sea totalmente ineficaz, sino que no supera en eficacia a otras alternativas como el uso de analgésicos, la prescripción de ejercicios específicos o las inyecciones de esteroides.
Para llegar a esta conclusión, los autores -que incluyen a cirujanos traumatólogos, fisioterapéutas, médicos y pacientes- analizaron la última evidencia científica disponible y quedó claro que la operación no lograba sus objetivos y ni siquiera mejoraba de manera general los resultados obtenidos con cirugía placebo o diagnóstica.
En qué consiste la operación
Cuando se produce este síndrome, la superficie inferior del acromion -una escápula en forma de saliente en la parte superior y externa del hombro- roza contra los tendones rotadores causando dolor y debilidad. La filosofía detrás de la operación establece que removiendo parte del hueso del acromion se creará un mayor espacio para que los tendones rotadores del manguito rotador se puedan deslizar sin lastimarse.
En el quirófano, se realizan unas pequeñas incisiones (portales) alrededor de la articulación. El artroscopio y los instrumentos quirúrgicos pasarán a través de éstas incisiones. El artroscopio se introduce por la parte posterior del hombro. A través de un tubo (cánula) fluye suero salino dentro del hombro para expandir la articulación y mejorar la visualización. La imagen se envía a un monitor de vídeo donde el cirujano puede ver el interior de la articulación.
Se utiliza un afeitador quirúrgico para remover la bursa inflamada. Luego, se introduce un instrumento quirúrgico específico en la articulación para remover el ligamento coracoacromial. A continuación, se utiliza una fresa quirúrgica para remover parte del hueso de la superficie inferior del acromion. Este proceso amplia el espacio del manguito, permitiendo que los tendones rotadores se puedan deslizar sin lastimarse. Una vez que mas espacio ha sido creado entre el acromion y el manguito rotador, se retiran los instrumentos quirúrgicos y el procedimiento finaliza.
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