Una familia residente en el barrio de Natahoyo - en Gijón- vivió este lunes la peor de sus nocheviejas. Mientras comía una de las tradicionales 12 uvas con las que se celebra el inicio de Año Nuevo, uno de sus miembros más jóvenes -un niño de apenas tres años- moría tras atragantarse con uno de estos frutos, motivo por el que se quedó sin respiración y ni los servicios de Emergencia que acudieron a su casa ni los facultativos que le atendieron en el Hospital de Jove donde fue trasladado pudieron hacer nada por su vida.
Un terrible tragedia que se podía haber evitado, ya que los expertos llevan años recomendando que los niños menores de seis años no tomen uvas. Ya en 2016, un estudio publicado en la revista Archives of Diseases in Childhood advertía de que las uvas son la tercera causa de atragantamiento por comida en niños de hasta seis años, sólo después de los perritos calientes y los caramelos.
Para ilustrar su advertencia, los autores del artículo contaban tres casos de atrangatamiento por uvas en niños de esta edad: dos murieron y uno sobrevivió tras pasar cinco días en la UCI. "Los casos descritos demuestran claramente que los niños se puede asfixiar con uvas con resultados trágicos. Como se demuestra en el tercero, las intervenciones a tiempo para extraer el objeto pueden acabar bien, pero en los tres sucesos había adultos presentes, se identificó rápidamente el problema pero se fracasó al solucionarlo", escriben los autores en la revista.
También en España
Pero las advertencias en contra de esta práctica en menores no se limitan a las revistas científicas ni a médicos extranjeros. En 2017, el vicesecretario general de la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (Seorl-CCC), Raimundo Gutiérrez Fonseca, reiteraba esta misma advertencia ante los medios de comunicación.
Consciente de lo arraigado de la tradición en España el médico ofrecía algunas alternativas. La más curiosa, es que los más pequeños las tomen a destiempo. Mientras que los adultos tragaremos las uvas al son de las campanadas, es decir, en un periodo aproximado de 36 segundos, hay quien aboga por alargarlo al minuto; es decir, dar cinco segundos de tiempo para ingerir cada pequeño fruto.
Además, Gutiérrez Fonseca recomienda -en caso de no poder evitar que los niños participen de la fiesta- modificar la forma de las uvas, cortándolas en varios trozos y quitándole la piel y las pepitas para, así, evitar un episodio de aspiración.
A pesar de ser un alimento, a primera vista, inofensivo, las uvas tienen un tamaño similar al de la glotis. "Son frutas ovaladas, relativamente moldeables y con una piel suave y resbaladiza, por lo que puede deslizarse en la boca del niño de forma involuntaria, sin ser masticada, y actuar como tapón en las vías aéreas, impidiendo la respiración", explicaba el otorrinolaringólogo.
A pesar de estos consejos, la familia gijonense ha tenido especial mala suerte. En esa misma comunicación, el otorrinolaringólogo advertía de que la mayor parte de los atragantamientos infantiles se producen en niños menores de dos años. "Es en esta franja de edad cuando aún no tienen los dientes desarrollados, el sistema deglutorio del niño es inmaduro y la posibilidad de que una parte de un alimento o cuerpo extraño pase a la vía respiratoria es más alta. Sin embargo, no siempre sucede así y puede producirse un deterioro del estado respiratorio que, en ocasiones, puede desencadenar en neumonía, enfisema pulmonar, algunas infecciones o, incluso, la muerte", comentaba Gutiérrez.
El pequeño de Gijón ya contaba con tres años.