Un consejo habitual para mejorar el rendimiento en época de exámenes es la de dividir la jornada de estudio con una pequeña siesta después de comer, de modo a permitir que lo memorizado se "asiente" durante el descanso. Traes esta teoría están los husos del sueño, ráfagas veloces de actividad cerebral que se dan en la fase de sueño ligero y que se vinculan a la transformación de recuerdos recientes y efímeros en memorias a largo plazo.
Denominados sleep spindles en inglés, son repeticiones oscilatorias de medio segundo a dos segundos de duración, y que abarcan un rango entre los 10-16 Hz en el encefalograma. Su función es análoga a la de "revivir" los recuerdos del día para facilitar su memorización. Investigadores de Psicología de las Universidades de Birmingham (Reino Unido) y Nueva York (EEUU) llegaban a proponer recientemente en Current Biology estimular estas ondas mediante impulsos eléctricos para ayudarnos a retener lo que mejor nos convenga.
Pero los husos del sueño serían también responsables de un fenómeno más inquietante que nos lleva a distorsionar inconscientemente nuestra percepción de la realidad. Algo que nos remite a las palabras de Morfeo, el mentor de la saga cinematográfica de The Matrix: "¿Alguna vez has tenido un sueño, Neo, que pareciera tan real que no lo puedes distinguir de la realidad? Y si no pudieras despertar de ese sueño, ¿cómo sabrías que estás soñando?"
O, en términos más cercanos al método científico que al neoplatonismo de cuero negro y techno de los noventa: ¿cumple la misma función esa fase del sueño cuando el estímulo que se encargan de memorizar es en realidad falso? Para averiguarlo, investigadores de la Universidad de Lancaster (Reino Unido) diseñaron un experimento. Los resultados han sido publicados en la revista Neuropsychologia y aprecian una relación entre los husos del sueño y los recuerdos falsos, con el hemisferio derecho del cerebro como escenario principal del fenómeno.
A los 32 estudiantes participantes, bien descansados y libres de cafeína en el cuerpo, se les mostró una serie de palabras agrupadas por áreas semánticas. Después, se les conectó a un equipo de polisomnografía y se les dividió en dos grupos. Uno fue invitado a echarse una siesta en una habitación a oscuras - el electroencefalograma sirvió para comprobar que los sujetos se durmieron realmente. El otro estuvo viendo documentales o dibujos animados de la serie Mr. Bean durante 90 minutos.
Transcurrido el plazo, los participantes fueron reunidos de nuevo para contemplar una nueva tanda de palabras. Se les pidió que reconocieran si las habían visto antes o no. Algunas de las palabras eran repeticiones de la primera sesión, otras eran nuevas, pero había un tercer grupo: los "cebos", palabras que los sujetos no habían visto pero que estaban relacionadas semánticamente con las que habían leído previamente: por ejemplo, en la secuencia lógica 'cama', 'sueño', 'dormir' y 'sopor'.
El grupo que acababa de despertarse de la siesta fue el que cayó con más facilidad en la trampa de los cebos. Aseguraban más a menudo que reconocían palabras que en realidad no habían visto antes. El experimento se repitió mostrando muy rápidamente las palabras en el extremo izquierdo y derecho de la pantalla alternativamente, de modo a determinar cuál de los dos hemisferios cerebrales era más propenso a caer en el engaño. Los resultados se inclinaron por el derecho, el mismo que mostró la mayor actividad de husos del sueño durante la siesta.
Píldora roja, píldora azul
Recuperando la simbología que grabó a fuego en la cultura popular la película de las hermanas Wachowski, los husos del sueño serían tanto la "píldora azul" que nos permite tomar conciencia de la realidad al despertar como la "píldora roja" que nos mantiene en el mundo de los recuerdos falsos implantados. Pero al contrario que los tecnológicos villanos de la película, no hay malicia por parte de nuestro cerebro, aclaran los autores del estudio: los recuerdos falsos serían un mecanismo para agrupar y conferir sentido a las experiencias recopiladas durante la vigilia.
"No hay que empezar a pensar que el sueño es malo para la memoria" - advierte el Dr. Félix Viñuela, Coordinador de la Sección de Neuropsicología de la Sociedad Española de Neurología. "De hecho, este estudio demuestra con más datos la impresión que ya teníamos, que la siesta tiene un peor efecto reparador para el cerebro porque deja el proceso incompleto". Un ciclo completo de sueño, recuerda, requiere unas dos horas ininterrumpidas, pero la reconstrucción y fijación de la memoria solo se optimiza con siete horas - variables en función de las necesidades de cada individuo - de descanso nocturno.
Por ese mismo motivo, Viñuela también previene contra la siesta del estudiante que mencionábamos al comenzar el artículo, precisamente porque es terreno abonado para el 'efecto Matrix'. Su recomendación es aguantar el día entero para maximizar la retención. "La siesta existe para compensar las horas de sueño perdidas por la noche en lugares en los que hace demasiado calor para dormir" - explica el neurólogo sevillano. "Pero no es tan saludable como el sueño nocturno" - concluye. "La forma por la que reconstruye la memoria nuestro cerebro pasa por una reinterpretación que es fiable si se le da el tiempo necesario".
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