Cuando se produce un fracaso renal agudo, los riñones dejan de cumplir de forma brusca su función de limpiar la sangre. En cuestión de días, ya no son capaces de filtrar los desechos para eliminarlos a través de la orina y devolver solo los elementos útiles al torrente sanguíneo. Si la situación se prolonga, niveles peligrosos de residuos pueden llegar a acumularse.
Aunque se puede revertir y las probabilidades de recuperar la función renal son mayores si se diagnostica pronto, hasta la fecha no ha habido un tratamiento realmente satisfactorio. Si el daño se vuelve irreversible, el paciente necesitará diálisis permanente o un trasplante de riñón para sobrevivir. Por desgracia, la tasa de mortalidad ronda el 50 %.
Debido a que la insuficiencia renal aguda es frecuente en pacientes ya hospitalizados, como una complicación de otras enfermedades graves, sus síntomas se atribuyen en ocasiones al problema conocido, de forma que puede pasar inadvertida. Análisis de sangre y orina suelen ser el modo de detectarla si hay sospechas, pues se asocia a un aumento en los niveles de creatinina, pero parte del daño ya se habrá producido para entonces.
Un grupo de investigadores españoles codirigido por el doctor Alberto Ortiz, jefe del Servicio de Nefrología e Hipertensión del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, y la doctora Ana Belén Sanz, investigadora Miguel Servet del Instituto de Investigación Sanitaria IIS-Fundación Jiménez Díaz, ha descubierto una forma de identificarla más temprano y ha desarrollado un nuevo tratamiento que permitiría evitar lo que hasta ahora era lo habitual en estos casos: el paso del paciente por diálisis a la espera de que los riñones se recuperasen por sí mismos.
Según sus hallazgos, las células tubulares del riñón se van muriendo en dos fases cuando se produce un fallo agudo. "La primera de ellas recibe el nombre de ferroptosis y la segunda se conoce como necroptosis”, explica el doctor Ortiz. “Ambas son formas de muerte reguladas y gracias a ello se pueden tratar".
"La primera ola de muerte provoca un deterioro de la función de los riñones que hace posible el diagnóstico de la patología”, aclara el especialista. “El interés de este trabajo radica en que ahora podemos identificar el fallo en los riñones antes de la segunda ola de muerte celular y así podemos aplicar el tratamiento".
Concretamente, el trabajo de los médicos de la Fundación Jiménez Díaz permitirá aplicar un tratamiento para evitar la muerte de células tubulares del riñón en esa segunda fase, administrando a los pacientes inhibidores de unas enzimas denominadas quinasas.
"Hasta la fecha, la única manera de luchar contra esta enfermedad era dializar a los pacientes a la espera de que los riñones se recuperasen por sí mismos; una aproximación que no ha cambiado desde 1945, pero gracias a este hallazgo se va a poder acelerar la recuperación”, sentencia el especialista.
Una larga trayectoria de avances en nefrología
No es la primera vez que los doctores de este hospital amplían las fronteras de la ciencia en este área. El Servicio de Nefrología de la Fundación Jiménez Díaz de Madrid fue el primero que se creó en nuestro país, en el año 1962, y desde sus orígenes ha mostrado un especial interés por el fracaso renal agudo. Ese mismo año puso en marcha el primer programa de Diálisis Peritoneal en España, seguido en 1964 del primer Programa de Hemodiálisis Crónica Reglado.
Sus especialistas se contaron también entre los pioneros de los trasplantes de riñón. Practicaron su primera intervención de este tipo pocos meses después de que los doctores Gil-Vernet y Caralps llevaran a cabo en Barcelona el primer trasplante renal con éxito en nuestro país.
Medio siglo después, coincidiendo con el 75 aniversario del invento de la máquina de diálisis, los investigadores del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz siguen persiguiendo avances para mejorar la calidad de vida de sus pacientes y ahorrarles, si es posible, el paso por ese riñón artificial que ha salvado miles de vidas.